Por María Magdalena Bernal Grijalva
La realidad es que la mayoría de las ciudades alrededor del mundo se alejan cada vez más de la naturaleza. Vivimos en grandes junglas de concreto y aún nos cuesta repensar la ciudad, y no nos hemos planteado un cambio de paradigma donde se pueda sustituir cierta infraestructura urbana (calles amplias y sin camellones, banquetas pequeñas y sin arriates) que poco abona a la sostenibilidad de las ciudades por técnicas de infraestructura verde, que además de renaturalizar y reenverdecer las ciudades las harán más sostenibles y más habitables.
La regla 3-30-300 se refiere a que cada persona debe de ver al menos 3 árboles desde su casa (ventana), 30 por ciento de cobertura de dosel arbóreo (cubierta vegetal) en todos los vecindarios y 300 metros de distancia máxima con un parque o área verde más cercana. Esta regla fue propuesta por el silvicultor urbano de origen holandés Cecil Konijnendijk, que actualmente se desempeña como director del Instituto de Soluciones Basadas en la Naturaleza de la Universidad de Columbia Británica (Canadá). Él sugirió que para gozar de una buena salud mental se debe cumplir con esta regla, además de establecer los requisitos mínimos de las áreas verdes en las ciudades, con la finalidad de tener entornos urbanos más saludables. Ya que, como es sabido, las áreas verdes ofrecen distintos servicios, los cuales favorecen la habitabilidad de nuestro núcleo urbano. Investigadores confirmaron esta regla mediante un estudio donde participaron alrededor de 3 mil 145 personas de Barcelona con un rango de edad de entre 15 a 97 años: el estudio arrojó que cumplir con esta regla se asoció con una mejora en la salud mental, disminución de medicamentos y menos visitas psiquiátricas.
Pero ¿de qué otra forma nos favorece esta regla? El hecho de tener el privilegio de poder ver tres árboles desde nuestra casa se relaciona directamente con el embellecimiento del paisaje urbano e incide de manera directa en nuestra salud mental y emocional. Vivir en vecindarios que tengan una cobertura vegetal del 30 por ciento promueven la movilidad sostenible, como caminar y el uso de la bicicleta, aumentando la actividad física en las calles, además de ser áreas más frescas con un visible aumento de biodiversidad. Por último, tener un área verde, parque o plaza a una distancia máxima de 300 metros favorece directamente en la cohesión social del vecindario, ya que estos espacios, así como son espacios de recreación, también se constituyen como espacios simbólicos y de representaciones cívicas y políticas. Los beneficios de esta regla se relacionan principalmente en mejorar la salud de sus habitantes y en el bienestar urbano, pero al tratarse del incremento de áreas verdes incide transversalmente en temas sociales, ambientales y económicos.
Triste es pensar que esta regla resulta utópica en Latinoamérica, México y más en Hermosillo, debido a los retos y desafíos urbanos a los que se enfrentan. Respecto a Hermosillo, el documento ‘Hermosillo Escala Humana: Ciudad Diversificada, Innovadora y Sostenible’ (disponible en el sitio web del Implan Hermosillo) se menciona que Hermosillo cuenta con uno de los índices de áreas verdes cualificadas más bajas (las áreas verdes cualificadas son aquellas donde predominan los árboles y a su vez sirven como espacios recreativos, tales como los parques y plazas) de Latinoamérica, con 2.14 m2 de áreas verdes cualificadas por habitante, y para poder cumplir con el indicador recomendado por la Organización Mundial de la Salud la ciudad debe incorporar 648 hectáreas más.
Otra limitante a las que se enfrentan las áreas verdes en Hermosillo es que, según el Inegi, de los 67 mil 770 frentes de manzanas de Hermosillo tan solo el 59.83 por ciento tenían banquetas. esto no solo impacta en poder ver tres árboles desde nuestra ventana, sino en poder cumplir con el 30% del dosel arbóreo en el vecindario. Lo anterior, sin contemplar que de ese 59.83% se desconoce si son banquetas con arriates o si fueron cubiertas con concreto, lo cual limitaría aún más el posible cumplimiento de esta regla.
Si bien este panorama es desalentador, siempre me gusta hacer hincapié en que, para el correcto diseño, creación y conservación de las áreas verdes, nos debemos de hacer responsables todos, y por todos me refiero a agentes privados, gubernamentales (tres niveles de gobierno) y sociedad civil en general. Tenemos que ser más proactivos en la temática relacionada con las áreas verdes: solo así veremos una gran diferencia.
Ingeniera Civil, Maestra en Gestión Integral del Agua, candidata a Doctora en Ciencias Sociales, voluntaria de colectivos ambientalistas y miembro de la Red HCV