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martes, mayo 7, 2024

Más allá del limbo

Sara Thomson
Licenciatura en Periodismo. Maestría en Administración Pública. Doctorante de Administración Pública en el ISAP.

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Venimos de una cultura doctrinal. Eso quiere decir que nuestra formación trae una carga implícita de creencias que hemos adoptado poco a poco a lo largo de todas nuestras experiencias y, claro, desde la infancia.

Muy bien, pero esto no es nuevo, ni especial en nuestro país, ni tampoco en nuestro tiempo. Por siempre y sin pensarlo mucho, tenemos la certeza escondida, a veces, de que existe una vida antes y después de ésta y que hay espacios de existencia diferentes al nuestro y también diferentes entre ellos.

Un mundo mejor donde se premia para siempre el buen comportamiento, un mundo inferior y de eterno horror donde viven los perversos, y por último un espacio para los indefinidos, que en parte es el ‘limbo’ y parte es el ‘purgatorio’.

El limbo, de acuerdo a la doctrina del cristianismo, es a donde se dirigen las almas de aquellos que fallecen de niños sin haber recibido el sacramento del bautismo y esperan al día de la salvación de la humanidad, mientras que el purgatorio es una especie de estado del alma después de muerte, que parece ser transitorio para la purificación. Saquen sus conclusiones.  

Ah, pero también existe este conocimiento adverbial que se utiliza de manera muy frecuente y coloquial: estar en el limbo para expresar es que una persona en cuestión está absolutamente distraída o también para decir que alguien no está al tanto de lo que acontece en una materia o asunto concreto que le afecta de manera directa.

En conclusión, ambos conceptos significan una existencia sin pena ni gloria, sin definición resultado de un esfuerzo insuficiente.

Algo muy parecido sucede en nuestro país. Por alguna grave razón, sin darnos cuenta, asumimos que no hay posibilidad alguna de que México un día de estos se convierta en una potencia económica donde sus habitantes gocen de una gran vida de continua prosperidad.

El otro lado de la moneda y más grave aún es que, por una extraña razón y quizá producto de nuestra malentendida fe, vivimos completamente seguros de que nos podemos pasar la vida experimentando. Que gobiernos irán y vendrán, y pese a que jamás tendremos un poder político que nos lance al estrellato del desarrollo mundial, tampoco pasará que la acción de un mal liderazgo pueda en una oscura fecha hundir a nuestro país en un pozo profundo económico y político del que no saldrá en 50 años.

En una sociedad de primer mundo, el desarrollo dirige sus fuerzas hacia una moderna infraestructura institucional y tecnológica. Usualmente tienen sistemas económicos basados en un crecimiento económico continuo y autónomo en el sector terciario y cuaternario, además de apuntar siempre hacia altos estándares de vida. 

La hermana nación de Venezuela es prueba viva a donde llevan las malas decisiones. Pese a ser una tierra proveedora de materias primas estratégicas y vitales para las grandes potencias, específicamente para los Estados Unidos, en contraste de su riqueza natural, es presa de una gran desigualdad entre sus habitantes, una institucionalidad raquítica y abusiva estacionada y estancada en conflictos políticos irracionales donde la prosperidad es “la innombrable”.

Volviendo al tema de los espacios en la otra vida, ‘Más allá de los sueños’ es una película de drama de género fantástico estadounidense de 1998 dirigida por Vincent Ward y protagonizada por Robin Williams, que describe para la pantalla grande estos espacios para las almas a través de la historia de un viaje que los recorre todos. El personaje central, una vez que ha ascendido al cielo, está convencido de que rescatará a Annie, su finada esposa, del infierno, a pesar de la insistencia de Albert (interpretado por Cuba Gooding Jr.) de que nadie ha logrado hacerlo con alguien que murió por suicidio. Drama que combina los géneros de suspenso y fantasía de forma magistral.

Todavía hoy, México tiene más fortalezas que debilidades pese a sus grandes defectos, y se pueden trazar muchas rutas para lograr un alto desarrollo. Ante todo debemos de tomar conciencia, porque cuando nos ocupamos de los retos cotidianos nos enfocamos primero en los problemas y no hacemos un balance equilibrado del país y mucho menos realista.

Nuestra mentalidad debe encontrar los elementos que la ‘programaron’ y literalmente ‘resetearse’.  Establecer una nueva convicción, basada en factores que obviamente incluye su ubicación geográfica. La posibilidad de dar el salto está en la lista de ventajas y herramientas y no en una ‘fe’ no escrita de que gozamos de un ‘free pass’ cada vez que damos el ‘mal paso’.

La premisa es muy simple: “todo puede suceder”. La decisión es solo una: o volamos o nos hundimos. Lo que sigue es abandonar este infame ‘limbo del desarrollo’ en que -parece- estamos muy cómodos, porque no durará para siempre. Mientras tanto, porque no volvemos a ver ‘Más allá de los sueños’, por lo menos el nombre nos puede inspirar.

Aviso

La opinión del autor(a) en esta columna no representa la postura, ideología, pensamiento ni valores de Proyecto Puente. Nuestros colaboradores son libres de escribir lo que deseen y está abierto el derecho de réplica a cualquier aclaración.

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