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viernes, mayo 3, 2024

Salvemos una flor

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Realmente no sé por dónde comenzar a escribir estas letras: sí por lo legal o lo político, o por la salud o la enfermedad, o por lo económico o la ética, o por lo criminal o lo familiar. Traigo las ideas revueltas, mejor me iré tras la búsqueda de una flor.

Aquí está, Papa Nino, quien, cuando era un niño de siete años, en un pueblo del Desierto de Altar, está haciendo llorar, con una navajita, a los botones de la flor de amapola. Antes, unos “soldados gringos” les habían traído las semillas para su siembra. Allá mismo, los habían enseñado a cultivar y a cosechar el producto de la planta. Ahora, venían a recoger la goma de opio. Esta anécdota, hará unos cuarenta años, me la platico Papá Nino y se ubica en los tiempos de la segunda guerra mundial, cuando los E.E.U.U. necesitaban morfina para calmar el dolor de sus soldados, heridos en aquella carnicería.

 “De amor en los hierros de tu reja”

La señora Tere, de sesenta y tantos años, sufría de insomnio, pero desde hace tiempo, con unas pastillas inductoras del sueño, viene durmiendo bien. “El doctor me dijo que el insomnio que traigo es por mi carácter y que la ansiedad que sufro es como la diabetes, se controla con tratamiento, pero no se cura”.

” De amor escuché a mi corazón”

Juan, es un joven de veinte años, quien no salió en listas de una universidad pública, por lo que desea irse a trabajar al otro lado. Pero, no tiene papeles. Sus amigos le dijeron: “Vete a Caborca, siéntate en una de las bancas de la orilla de la plaza y lueguito alguien te dirá, ¿quieres pasar al otro lado? Así lo hizo, y de inmediato, se lo llevaron junto a la frontera, en donde estaban otros que también iban para el mismo rumbo. “Nos dieron una pesada mochila con treinta y cinco kilos de yerba”. “Cárgala y no solo te vamos a pasar, también, te vamos a pagar doscientos dólares por llevarla”. “! Órale!. Pero, no puedo subírmela a la espalda”. ”¡Aprende!”. “Un chavito, chiquito y flaco, fue quien nos enseñó a pararnos desde el suelo con el bulto. Les surtieron de agua y comida: “Cuídenla, es para tres días”. Al llegar la noche, el guía, les ordenó: “Caminaremos solo de noche y lo haremos como las vacas, en silencio, para que no nos detecten las patrullas”. “A la tercera noche de caminar, casi al amanecer, nos dice el que nos llevaba. “Esperen aquí”. “Al rato, vimos unas lucecitas que se acercaban“. “¡Rápido! ¡Corran! Echen las mochilas a la camioneta”. “Las echamos”. “Ya estás en los yunaites” “¿Y mis dólares?” “Regrésate con nosotros, en Caborca te los vamos a dar”. “Mejor agarre pal monte. Caminé dos días con un frío de la fregada, hasta que encontré un camino. Me moría de frío y de sed. Pasaron dos patrullas, les hice señas, quería entregarme y nomás me saludaron. La tercera se paró, me detuvieron y me echaron por Nogales. No, ni de loco, fui por los dólares. De raite, me vine a Hermosillo y sigo sin chamba”.

” Diciéndote así esta triste canción”

Roberto, es un solitario, anda metido por los cincuenta años, vive en Guadalajara en una casa de dos pisos (herencia de la familia), y por la ventana de arriba que da a la calle, en diciembre, con una campanita, a lo santa Claus, canta villancicos navideños. Pero, cuando alguien se estaciona frente a su domicilio y no se retira de inmediato: el incauto, por oponer resistencia, termina en el hospital, apaleado por el veterano del Ejercito de los Estados Unidos de América. Los vecinos de al lado, dicen, que su casa huele a “pinos nórdicos”, a pura mariguana.

 “Yo te quiero amada niña mía”

Ahora, estamos cenando con Bart y su esposa Lora, en una concurrida plaza en Tempe. Él es teniente de policía de la ciudad de Phoenix. La alegría inmunda el lugar y se lo hago saber. “Si, pero, ahí donde ves, la mayoría anda drogada; la coca y la mota, circulan en abundancia.

” Será siempre mi alma tuya sola”

En un salón de clases en Carolina del Sur, un niño recibe de su maestra, un dulce con mariguana, como premio por su desempeño escolar. En Nueva Jersey, otro maestro, también de una escuela primaria, les enseña a sus ¡victimas! infantiles!, el uso del fentanilo. El maestro, inconsciente, cae al piso. Es probable que el fentanilo, estuviera cargado ahora, con Xilacina (una potente droga sedante y relajante muscular, de uso veterinario, con la que tumban hasta a los elefantes, para ponerles collares satelitales). Las acciones, de estos maestros, me trajeron los recuerdos de la década de los ochenta, cuando algunas personas sabiéndose positivas al SIDA, por venganza, deseaban llevarse entre las piernas a quienes estuvieran cerca de ellas. Me pregunto: ¿Estas personas lo hacen por venganza? Pero ¿Por qué, con niños? ¿Cómo fue su infancia? ¿Será esto, solamente, una sin razón (locura) individual?

” Amapola no seas tan ingrata ámame”.

Aquí está una madre en el Capitolio, reclamando porque sus dos hijos, uno de veinte y otro de diez y ocho años, se murieron por sobredosis de fentanilo: “Me los han envenenado”. “Ellos para sus dolores tomaban Percocet” (Este medicamento contiene, acetaminofén, más oxicodona, un opioide dos veces más potente y adictivo que la morfina), prescrito por un médico. Pero ¿Cuáles fueron las dolencias qué tenían sus hijos y por qué las padecían?

 “De amor escuché la triste queja”

Allá está, aquel vendedor de medicamentos (supervisor de una empresa farmacéutica) presentando en power point, a un reconocido médico, portador de un gran capital simbólico profesional, para con su prestigio, vaya a repetir a los distintos grupos de médicos de la región, las bondades terapéuticas de un nuevo medicamento. Obvio, avalado: por una rigurosa investigación científica.

 “De amor tras los hierros de tus rejas”

Ahora se encuentra ante nosotros, un neurofisiólogo, miembro de sistema nacional de investigadores, nivel 1, exponiendo sus hallazgos sobre la bioquímica cerebral y su relación directa con nuestro comportamiento. Todo, “científicamente corroborado y equiparado, con los investigadores de la Universidad Karolinska de Estocolmo”.  Pero, estos resultados son parciales, cuando dejan fuera nuestro psiquismo inteligente (el <sentir> lo otro que está ante uno, la capacidad para <razonar>, la <voluntad> para tomar decisiones, la resiliencia en nuestro caminar, etc.), y esta limitación, podría tener graves consecuencia para nuestra salud, porque (la evidencia científica) podría dejarnos, éticamente, ingiriendo, como robots: “esta pastilla para dormir, esta para la ansiedad, esta otra para la tristeza crónica, esta… para que module estas otras emociones”. Tal vez, si contabilizáramos y agrupáramos el número de personas consumidoras de estos, psico-narco-fármacos, y los comparáramos con otras adicciones, quizá, la encontraríamos, entre las primeras adicciones del mundo. Pero ¿Quién financiará estas investigaciones?

” Como puedes vivir tú tan sola”

John, de setenta y dos años, está profundamente triste. Su nieta de trece años se suicidó, sin motivo. “¡No le faltaba nada! Él, es ingeniero, dueño de una gran constructora, hombre rígido, quien ha vivido toda su vida para trabajar, es un próspero ejecutivo, tiene dos, hijas ejemplares, Sony y Devy. Ambas salieron tan trabajadoras como su padre. Su nieta Linda, hija de Sony, era una niña obediente, diciplinada y sacaba, “puras As”, en sus calificaciones. “No había motivos”. Pero ella, se encontraba metida en una angustia opresora: La pandemia, la encerró en un deprimente enclaustramiento antisocial; las matazones en las escuelas, en los supermercados, en las iglesias; más, el temor de estar viviendo en una perenne guerra, con las bombas cayendo dentro su recamara, disparadas desde el televisor; los terroristas que “nos quieren matar por lo que hay acabar con ellos”; los miserables en las calles; el teléfono celular manejado por las hábiles manos juveniles, en donde pudo, quizá,  estar atenta a las lecciones de maestros de la autodestrucción y más. Pongamos, ahora de fondo, la rígida y ejemplar presión de la tradición familiar del, ¡deber ser!, como sus poderosos abuelos y sus aplicados padres: EL terror colectivo lo hizo suyo, la soledad, la incomprensión y el desamparo, fueron apachurrando, a la adolescente Linda, contra la puerta del ”sin futuro”.  ¡Linda, no tenía motivos para suicidarse!

 “De amor tras los hierros de tus rejas”

¡Uf! Con las farmacéuticas y aseguradoras, que se han apoderado de la ciencia y de la ética médica. ¡Uf! Por las “verdades” de los políticos ultras de derecha y de la izquierda, ciegos, ante la sociedad buscando votos… ¡Ahh! Me pregunto: Sí los padres y las madres, tendremos responsabilidad en este creciente mercado de los narcóticos.

 “Yo te quiero, amada niña mía”.

Ahora quito el, uf, y pongo en vez un, ¡HURRA!, por aquellos ancestros nuestros, cuando un día, hace miles de miles de años, en su migrar, les atrajo la belleza de una flor intensamente colorada, la probaron, les gustó y les sirvió de alimento, además, les suavizaba el cansancio. En su transcurrir, fueron sabiendo que la flor, era buena para calmar los dolores de las heridas y el sudor de sus fiebres. También, supieron que la flor los hacía ver otras realidades, y el chaman tomo posesión de ella, para ponerse en contacto con lo sagrado. La migración continúa, y en sus talegos, la flor, va como moneda de cambio en sus trueques, porque otros la necesitaban. Luego, la caminata llega ahora a Grecia, y al néctar de la flor, le llaman: Ambrosia, manjar de dioses. El camino sigue, y en la Edad Media, la flor es el componente principal de la “milagrosa”, Triaca, medicamento cumbre de la farmacopea medieval. Después, la flor arriba al siglo XIX, y por sus cualidades, la nombran: Morfina, en honor al dios Morfeo. Enseguida, con la aparición de las agujas hipodérmicas, la flor muestra su rápida eficacia analgésica. Ya, en el siglo XX y más en sus finales, se sintetizan, y se elaboran nuevos y más poderosos descendientes de la flor: La familia de los opiáceos.

En la actualidad, los opiáceos, en Medicina, siguen siendo, la “Triaca” en: anestesiología, en cancerología, en cardiología, en psiquiatría, en… ¡Los opiáceos, en Medicina, son un recurso terapéutico elemental!. Pero, también, siguen siendo una mercancía de trueque, que mitiga, las “soledades del alma”. Y, los solitarios en su soledad se meten en una obscura caverna de difícil retorno (pienso en los hijos de la señora del Capitolio).

 “De amor que sonó en mi corazón”

Aquí y ahora, yo me quedo, con la belleza de aquella hermosa y milenaria flor, porque tarde o tempranos, quizá sea la que mitigue mis dolencias de algún padecer insufrible,  o tal vez, también, podría ser, mí acompañante fiel, en la agonía por alguna enfermedad terminal que pudiera padecer.

¿Quién piensa en destruir a tan bella y milenaria FLOR de AMAPOLA? Por favor ayúdeme a pensar.

José Rentería Torres.

Aviso

La opinión del autor(a) en esta columna no representa la postura, ideología, pensamiento ni valores de Proyecto Puente. Nuestros colaboradores son libres de escribir lo que deseen y está abierto el derecho de réplica a cualquier aclaración.

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