Por Eduardo Tapia Romero
La administración del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, ha decidido adoptar una política migratoria distinta a su antecesor y admitir cada mes a 30 mil personas procedentes de Venezuela, Nicaragua, Cuba y Haití, a través de solicitudes de asilo por excepción humanitaria. Esto ha generado un mayor flujo de personas extranjeras en las entidades fronterizas, debido a que aquellos detectados sin documentos por autoridades estadounidenses son deportados a México, no a sus países de origen. Sumado a esto, el anuncio brinda esperanza a más migrantes, que optan por alojarse en esta zona en espera de su cita en algún puerto fronterizo.
En el caso de Sonora, el gobierno del Estado genera acciones para la atención de estos grupos humanos: en coordinación con el Instituto Nacional de Migración se estableció un punto de asistencia en Hermosillo: el albergue temporal del gimnasio Ana Gabriela Guevara, donde son hospedados y se les brinda servicio médico, alimento y ropa. Solamente en las primeras semanas de este año se contabilizan alrededor de 800 migrantes atendidos en estos espacios.
Cabe destacar que la labor de soporte humanitario a estos grupos vulnerables tiene como precedente la continua dedicación de varias décadas de la sociedad civil, en concreto el apoyo heroico de las comunidades religiosas en colonias como San Luis y La Victoria.
Además de los desafíos en materia gestión, es importante prestar atención al tema de cómo la ciudadanía asume una actitud humana hacia el fenómeno. Esto es, erradicar la xenofobia (y/o aporofobia) y su expresión en acciones hostiles hacia los migrantes, sobre todo cuando compartimos el mismo espacio de la ciudad. Un buen comienzo es desmontar las ideas que les estereotipan como delincuentes y/o como carga económica.
Considero que el antídoto es conocer sus historias de vida: los medios de comunicación tienen un papel fundamental en el manejo de la información que se socializa a través de sus canales. En un estudio académico analizamos noticias sobre el tema en Sonora y concluimos que, en gran medida, el periodismo que consigna el fenómeno migratorio tiende a “cosificar” a los sujetos. De las 46 notas analizadas solamente una de ellas cita alguna declaración textual de migrantes, en el resto se les trata como simples cifras o se acompaña con detalles propios de un parte policiaco: la voz únicamente la tienen las autoridades de seguridad pública, las instituciones migratorias de ambos lados de la frontera o los organismos de la sociedad civil. Este manejo pasa por alto el tema de su situación humana, su historia de vida y su condición de víctima. Hay una ausencia o desinterés por el “trabajo de campo” que construya un periodismo más narrativo y menos oficialista, más humanitario y menos revictimizante (Acuña y Tapia, 2022).
Aproximarnos a los relatos en primera persona nos permitirá comprender que todas y todos tenemos motivos para actuar: las violencias expulsoras son un poderoso impulso para optar por el riesgo de emigrar sin garantías.
Eduardo Tapia Romero es Profesor del ITESM Campus Sonora Norte y Miembro de la Mesa sobre Buen Gobierno y Participación Cívica de HCV.