Desde hace décadas, cuando en las madrugadas salgo a caminar, he tenido el hábito de dar los “buenos días” a quien encuentro por el camino, pero me llamó la atención que ahora son más con los que me topo con su silencio.
En estas obscuridades de voces, andaba hoy por la mañana cuando me propuse darme cuenta de cuántas personas eran las que no respondían a mi saludo. “Está sí, aquel no”. “Una, dos, tres…” y, al llevar las cuentas, me di cuenta de que: unos llevaban audífonos, otros iban platicando con otros y otros, pasaban de largo, metidos en su mundo, ignorando el mío.
Esto me empujó hacia el sendero en donde brotan las dudas y ahí encontré la pregunta: ¿Estaremos ante la presencia insipiente o manifiesta de un autismo personal que afecta a la sociedad o, al revés, será lo social la fuente de cierto autismo personal?
En estos recovecos transitaba cuando a mi memoria vino la voz libertaria de Mercedes Sosa quien entonaba, “Y lo que cambió ayer. Tendrá que cambiar mañana”, letra del autor chileno, Julio Numhausser, a quien la dictadura militar de Pinochet lo hizo “cambiar de rumbo al caminante“, exiliando, se en Suecia hacia donde “cambia el nido el pajarito” para componer, como un fiel discípulo de Heráclito, su canción, “Cambia todo cambia”.
“Cambia de rumbo el andariego” y cambiando sin cambiar de rumbo, le comento. Por la carretera que lleva hacia Bahía de Kino, por allá entre las calles 28 y la 36 de la Costa de Hermosillo, va y viene una persona delgada y, transparente como el viento, vestida de harapos de jirones negros, negros de grasa, de polvo y tiempo, por donde su piel huesuda se auna, por los garranchos. Así y ahí, el andariego desde hace años, como don Quijote, va descubriendo tesoros que nos-otros por el camino arrojamos como basura, enseguida, los acomoda en su liacho y acompañado de su perro ¿Rocinante? sigue hacia donde va.
Y como, ”Cambia todo en este mundo”. Ahora me encuentro en WhatsApp con Ismene Figueroa, en Proyecto Puente, quien viniendo también de Suecia porque “No cambia su amor. Por más lejos que se encuentre. Ni el recuerdo ni el dolor de su pueblo y de su gente”, es la que la impulsa hacer una denuncia fuerte y frontal, que yo no me atreví a manifestar el día 2 de enero de este 2023, cuando a las 20.20 horas cruzamos la frontera entre los dos Nogales rumbo a México. El camión venía lleno en su totalidad, Carmen y yo, ocupábamos los penúltimos asientos, allá atrás, junto al baño. Al cruzar la línea, por reglamento, hubo cambio de choferes. El que recién conducía inmediatamente nos microfonea, “Abríguense bien porque afuera está haciendo mucho frio”, a los minutos refuerza, “En la revisión bájense bien abrigados”, y enseguida, antes de detenerse en la aduano pregunta, “Qué prefieren mordida de cinco dólares por cada uno de ustedes para irnos rápido o, bajarse a revisión”. “!Mordida! ¡Mordida!”, respondió un nutrido coro de viajantes. Al momento, abre la puerta y aparece un tipo joven con una gruesa bufanda que le cubre el rostro como los Bandidos de Rio Frio, o como a lo John Wayne, quien, con voz alta se hace oír: “¿Están de acuerdo en cinco dólares… Los de atrás están de acuerdo. Levanten la mano”. Y el grupo como aplicados niños alzan la mano. Enseguida, asiento por asiento empieza la tarascada. Por ahí se oye, “Está muy caro”. “Yo soy solo el malero”, responde. Me asomo por la ventana y veo a dos uniformados embufandados abriendo dos bolsas de equipaje, sacan una prenda de cada una, las cierran y las devuelven al camión. “Nosotros no vamos a pagar”, le digo a Carmen. “¿Qué? ¿Quieres qué te bajen…qué te pongan droga y que te acusen… qué nos deje el camión…? ¡Ve!, todos están de acuerdo”, replica. Estábamos en que me iba a dar una neumonía, cuando el delincuente extiende la mano. “No traemos dinero”. “No van a cooperar” “No, no traemos dinero” “¿Nada? “¡Nada!” “A ver que dicen abajo”. Y la esquilma sigue. “Yo no traigo dólares” “No importa, son cien pesos”. Al final de la cosecha el “maletero” entra al baño. Tal vez, pensé, estará haciendo sus apartaditos; “Esto para el chofer, este para los de abajo y el resto para mí”. Quizá.
“Cambia todo en este mundo” Arriba me preguntaba sí podríamos estar sufriendo cierto grado de autismo, pero ahora con la alegría con que se expresa: ¡Mordida! ¡Mordida!. Me pregunto, si esta normalización de la ¡Mordida! nos estará mostrando cierta, ignorancia, o abandono, o un autismo de legalidad en nuestro comportamiento social.
“En esta tierra lejana”, me encuentro de nuevo a Luis Albero Medina moderando un tú por tú entre Sol Ángel Ochoa y Conrado Quezada, dos conocedores que saben de lo que dicen. El tema: El origen de la corrupción. Ella, pone el acento en la cultura y él, en las estructuras gubernamentales del Estado.
Ciertamente, Conrado en su postura, está exponiendo hechos irrefutables que a diario suceden, y lo hace tan puntual, como si fuera una réplica, ¿exacta?, de aquel Estado que abominaba el Zaratustra de Nietzsche, que nos mete en el callejón de las profecías en donde, la corrupción se cumple, en un “Eterno Retorno”.
“Cambia el modo de pensar”. ¿Qué fue primero el huevo o la gallina? Ciertamente, hoy, la escolástica pregunta no tiene cabida ante la Teoría de la Evolución de las Especies. Pero sí ilumina el sendero hacia donde deseo continuar.
En la historia de la humanidad, ¿Qué fue primero, el individuo o la sociedad del clan? Y en esta secuencia ¿Qué siguió después? ¿El grupo o las instituciones sociales? Meditemos un poco las respuestas y continuemos.
En este proceso, la historia, se ha venido hilvanando a través de una entrega/recepción de conocimientos, sobre las formas que se deben de tener para saber hacer la vida en la sociedad a la que se pertenece. Este mecanismo se realiza, se da, de generación a generación. Así ha venido siendo desde los Neandertales, hasta el día de hoy en donde ella o él, que acaban de nacer, aprehenderán, “mamarán”, inconsciente y ávidamente los conocimientos -sensaciones agradables o desagradables-. que le enseña el entorno entero. Este aprendizaje inconsciente, quedará físicamente enraizado en las profundas neuronas pensantes de nuestro cuerpo, asiento de nuestro comportamiento. Luego sabrán, mejor dicho, fuimos sabiendo, de la lógica de los usos y costumbres de nuestros pueblos. ¿Qué normalidad nos enseñaron? ¿Aprendimos a respetar la Ley o, a ignorarla? ¡Mordida! o ¡Legalidad!
En esta entrega cultural entramos todos: gobernados y gobernantes.
Quizá, usted dirá, entonces, “No hay remedio”. Pero el cantor nos dirá “Cambia lo superficial” y también, “Cambia lo profundo”.
¿Qué hacer en este embrollo -¿Autismo de legalidad?- tan profundamente enraizado, en donde la violencia personal es la raíz y signo nuestro vivir social?
¿Por dónde empezar? ¿Qué podríamos aprender del caminante de la 36?
Por favor ayúdeme a buscar el camino.
¡Animo! “Cambia todo en este mundo”.
José Rentería Torres. Febrero del 2023.