Por Karina López Ivich
La agricultura pasa por tiempos de gran complejidad, enfrenta grandes retos, ante la preocupación por la seguridad alimentaria, la necesidad de prevenir la degradación ambiental y mejorar las condiciones de la tierra para la producción agrícola, así como condiciones climatológicas adversa, escases o ineficiencia en el uso del agua, complicaciones en la cadena de suministro, etc. Estas condiciones generan la necesidad de enfoques nuevos e innovadores para la producción agroalimentaria sostenible. El objetivo ya no es simplemente maximizar la productividad, sino optimizar en un panorama mucho más complejo de interacción entre la producción, las condiciones ambientales y la justicia social.
Por las últimas décadas se han llevado a cabo iniciativas para cambiar prácticas agrícolas a una producción menos dañina al medioambiente. Por ejemplo, el término agricultura sustentable se refiere a prácticas agrícolas que buscan producir cantidades adecuadas de alimentos, de alta calidad, a la vez que son rentables y ambientalmente seguras. La agricultura sustentable incluye varios atributos, incluido mínimo uso de insumos químicos, la utilización de fuentes renovables de energía, la utilización de procesos biológicos para el manejo de plagas, labranza cero, cobertura orgánica del suelo, la rotación de cultivos, la intervención con ganado, entre otros. Otros términos también han sido utilizados, como agricultura climáticamente inteligente, agricultura de conservación, la agroecología, que están estrechamente relacionados con la agricultura sustentable. Un factor común entre estos tipos de agricultura es que el objetivo principal es la producción agrícola, con un enfoque individual en el manejo de cada campo agrícola. Así mismo, los programas e iniciativas gubernamentales que se han implementado para apoyar el cambio a mejores prácticas agrícolas sustentables, de existir, otorgan incentivos al manejo o resultado individual de cada campo agrícola. Esto enfoque individual-por granja genera mejoras ambientales limitadas o nulas, ya que las mejoras ambientales producidas por campos agrícolas pueden ser anuladas o afectadas debido a prácticas no sustentables o contradictorias implementadas en otros campos agrícolas.
Para atender esta situación, varios países han optado por hacer un cambio de gestión agrícola. El cambio es a una gestión que considere y utilice los servicios ambientales como parte medular de la producción, con una gestión agrícola integral a nivel cuenca, que integre la gestión de varios campos agrícolas dentro de límites geográficos determinados (i.e. cuenca). Estos nuevos modelos de gestión agrícola, basados en un manejo ecosistémico, EBM por sus sigla en inglés (Ecosystem-Based Management, EBM) se plantean como una opción prometedora para mejorar la relación entre medio ambiente y producción agrícola, así como un opción que puede proporcionar soluciones al cambio climático e integrar soluciones basadas en la naturaleza para la adaptación y la resiliencia agrícola.
El objetivo central de la agricultura bajo un manejo ecosistémico es mantener la capacidad y calidad de los ecosistemas para la producción de alimentos, así como para generar servicios ambientales. Este enfoque tiene dos condiciones claves: implica el reemplazo de insumos químicos por productos ambientalmente amigables, y el utilizar los servicios ambientales para mejorar las prácticas agrícolas. Los servicios ambientales relacionados a la agricultura se dividen en 2 categorías: 1) de regulación, y 2) de apoyo. Por una parte, los servicios de regulación que provee la agricultura incluyen el secuestro de carbono, la retención de fósforo del suelo y la materia orgánica del suelo. Por otra parte, los servicios de regulación que se requieren para la producción agrícola, incluyen el control biológico de plagas, la polinización, el suministro de agua, entre otros. La agricultura también requiere servicios de apoyo para mejorar la producción, entre ellos la fertilidad del suelo, el reciclado de nutrientes y la conservación de la biodiversidad y el hábitat. A su vez, estos son servicios de apoyo esenciales para la provisión de otros servicios ambientales, por ejemplo, el reciclado de nutrientes mejora la fertilidad del suelo, y la conservación de la biodiversidad y el hábitat apoyan el control biológico de plagas y la polinización.
Un punto clave para este nuevo esquema de gestión (EBM), es la coordinación entre agricultores en la toma de decisiones, para la producción de servicios ambientales. Este esquema promete mejorar sustancialmente la calidad de medio ambiente, generando beneficios sociales y mejoras en la producción agrícola. En varios países europeos, así como en Canadá y Estados Unidos, se están considerando esquemas de incentivos económicos colectivos, “bonos colectivos”, como mecanismos económicos para promover la coordinación entre agricultores, para implementar prácticas agrícolas sustentables “basados en un manejo ecosistémico”. Será interesante promover estos esquemas en México, y buscar los mecanismos económicos que apoyen la transición a una agricultura mas amigable ambientalmente.
Karina López Ivich, estudiante de Doctorado de Sustentabilidad Ambiental de la Universidad de Ottawa. Participa en los Grupos de Agua y es parte del Comité Técnico de Hermosillo ¿Cómo Vamos?. Adicionalmente, es Líder Climático de Climate Reality y Directora de la asociación civil IAMM A.C.