Por M.C. Glenda Gutiérrez Silva
Maestra en Ciencias en Alimentos y Coordinadora de proyectos e Inversión social del Banco de Alimentos de Hermosillo e integrante de la Mesa de Desarrollo Humano de HCV.
Los objetivos de desarrollo sostenibles del milenio nos hablan, entre otras necesidades mundiales, de erradicar el hambre y lograr la igualdad de género para el año 2030, estas necesidades no son diferentes en nuestra comunidad.
Cuando se habla de eliminar el hambre, no solo se refiera a la sensación física causada por el consumo insuficiente de alimento, sino más bien, la capacidad de brindar seguridad alimentaria, que significa que todas las personas tienen en todo momento acceso físico y económico a alimentos suficientes, inocuos y nutritivos para llevar una vida sana y activa, de no hacerlo las afectaciones a la salud son graves y pueden llevar a la muerte.
Las personas que durante la infancia sufren de inseguridad alimentaria, están condenadas a un deficiente desarrollo físico y mental, propensas a desarrollar enfermedades como anemia, desnutrición, sobrepeso, obesidad y enfermedades mentales como ansiedad y depresión, que además perdurarán en el tiempo, provocando a su vez una disminuida capacidad cognitiva y bajo desempeño escolar.
Para el caso de los adultos es similar, ya que, al no contar con el requerimiento calórico y nutricional necesario para desempeñar adecuadamente las actividades del día, presentarán una baja productividad en el trabajo, disminuyendo su valor laboral y por lo tanto su capacidad económica, perpetuando el ciclo de carencia alimentaría y sus efectos.
La categoría Género, no es ajena a esta problemática y de manera interseccional la atraviesa. La igualdad de género es un derecho fundamental el cual implica brindar a las mujeres y a los hombres las mismas oportunidades, condiciones y formas de trato, en este sentido, se busca poner fin a todas las formas de discriminación hacia la mujer y la niña y crear un “terreno de juego” más justo y equilibrado.
Cuando una sociedad cuenta con las condiciones que propicien la igualdad de género y de seguridad alimentaria, existe una población específica que será más vulnerable a las mismas y sus estragos: las mujeres y las niñas.
Desafortunadamente, en Hermosillo hay cientos de niñas y mujeres que en este momento están siendo atravesadas simultáneamente por la desigualdad de género y la inseguridad alimentaria.
Recientes publicaciones de Global Nutrion Report mencionan que las mujeres y las niñas son quienes corren un mayor riesgo de padecer hambre y malnutrición ya que a menudo son las últimas en comer en sus hogares, mientras que a los hombres se les sirve más y primero.
Según datos de la Organización para la Agricultura y Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés) 1 de cada 4 personas en el mundo viven en inseguridad alimentaria, y confirma lo antes mencionado, ya que el porcentaje de prevalencia de inseguridad alimentaria grave es de 10 % en las mujeres mientras que en los hombres de 8.3%; por su parte la inseguridad alimentaria moderada es del 29.9% en mujeres y 24.8 % en hombres (FAO et al., 2019).
En México, la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2020 sobre Covid-19 menciona que 44.6 % de las mujeres de 12 a 19 años padecen de sobrepeso, frente al 43.1 % de los hombres, de igual forma en la población mayor de 20 años, el 25 % de las mujeres presenta obesidad, frente al 22.3 % de los hombres.
Aunado a la problemática planteada, la gran parte de la actividad productiva de las mujeres se encuentra en la economía informal, que implica salarios más bajos, menos o ninguna prestación social; así como el acceso a educación oportunidades su educación es limitada o inexistente, que al combinarse impacta en la toma de decisiones nutricionales para ella y su familia, donde el rol de “cuidadora” toma relevancia al ser la mujer la encargada de la preparación de alimentos en el hogar.
En necesario reflexionar en lo individual sobre qué papel están jugando las mujeres a nuestro alrededor, no solamente en nuestra familia, sino en nuestras compañeras de trabajo, vecinas, y todas aquellas con las que convivimos.
Al mismo tiempo, es necesario impulsar la evaluación desde la base científica y con instituciones que realizan trabajo de campo, para conocer objetivamente la situación de Hermosillo respecto a estas problemáticas, ya que no existe información actual que aborde la seguridad alimentaria con perspectiva de género. A partir de esto, será necesario proponer y posterior ejecutar medidas integrales, donde se incluya el acceso a la alimentación suficiente y de calidad, así como brindar educación en temas de nutrición y practicas alimentarias de consumo y preparación para todos los miembros de la familia.
Con datos duros e información objetiva, se podrán crear verdaderos accesos a oportunidades que de manera integral abonen a la disminución de brecha y el mejoramiento del desarrollo de mujeres y niñas, partiendo desde la base: la seguridad alimentaria, que es nuestro derecho de nacimiento.
Glenda Gutiérrez
Maestra en Ciencias en Alimentos, Coordinadora de proyectos e Inversión social del Banco de Alimentos de Hermosillo e integrante de la Mesa de Desarrollo Humano de HCV.