Escuela de Derecho de la Universidad de Sonora. 3° de 4 partes.
“Antes de que desaparezca por completo la fisonomía especial de aquellos tiempos, antes de que la barreta destruya sus últimas fachadas, antes de que el andamio se levante frente a casas que se desploman y antes, en fin, de que oiga el cantero indiferente a todo cantar o silbar, a la vez que labra con tesón la nueva piedra que cambia el espacio de lo que fueron nuestros antepasados, venimos a evocar sucesos, fechas y costumbres que pasaron para que las futuras generaciones no tengan que excavar entre las ruinas del olvido.”
Luis González Obregón.
NOTA: El 100% de mis alumnos y la mayoría de los docentes ignoran la génesis y avatares de su Alma Mater jurídica.
TESTIMONIO DE ALUMNOS FUNDADORES. LIBRO DE ALBERTO MACÍAS ENRÍQUEZ
El Lic. Alberto Macías Enríquez (+), egresado también del Departamento de Historia de la Universidad, publicó una historia de nuestro plantel, con testimonios de los alumnos fundadores, cuyo valioso material recojo, cruzándose con los maestros pioneros, que fructifica en mi libro “Evocaciones de un Universitario”:
“1953 –escribe Alberto- va a ser, para la Universidad de Sonora, rico en acontecimientos; de un quietismo que la tenía convertida en Escuela de Altos Estudios, se la quería transformar en verdadera y el movimiento no se hace esperar: del escepticismo a la concreción de lo soñado, a la viabilidad; entre los diversos comentarios y especulaciones que pudieran darse, ausente de contradicciones válidas, tiene indudable credibilidad histórica el movimiento estudiantil en los comienzos de enero y llevado a buen puerto el año de la llegada del Ing. Norberto Aguirre Palancares, para su rumbo definitivo.
La información periodística. La prensa del Estado no se ocupa del movimiento estudiantil para abrir la Escuela. En esa sequía informativa, reciben como aliento la llegada del Ing. Norberto Aguirre Palancares, anunciada en pequeña nota como el “arribo del futuro rector de la Universidad”. El 16 de septiembre de 1953 asistía, en el Cine Sonora, al IV Informe de Gobierno de don Ignacio Soto. Las cosas no podían estar mejor, sobre todo porque desde los primeros momentos se mostró complacido del proyecto. A partir de entonces, la información se vino en cascada.
El 21 de septiembre, por acuerdo del Consejo Universitario, Aguirre -El Imparcial, 4822, 22 de septiembre- asume el cargo. El cuarto en su historia. Le habían antecedido Aureliano Esquivel Casas, el Ing. Francisco Antonio Astiazarán y el Prof. Manuel Quiroz Martínez, rematando la nota con una semblanza impresionante:
´A los siete años pierde a su padre. Nació en Pinotepa Nacional, Oaxaca, en 1905, graduándose en la Escuela Nacional de Agricultura de Chapingo, obteniendo su título en 1929. Su servicio social en Morelos en asuntos agrarios. Trabajó de 1930-1932 en la organización de la producción agrícola en el centro de la República. De 1933-1934, en organización ejidal en el centro; 1935-1940, en la Dirección de Estadísticas del Departamento Agrario. 1940-1943, Jefe de Resoluciones Presidenciales en materia de tierras, derechos agrarios e inafectabilidades. 1943-46, Diputado Federal. 1946-1949. Vocal de la Comisión Nacional del Maíz. 1949-1952, Diputado Federal. 1953, director de la Comisión del Maíz, renunció para aceptar la rectoría. Ha participado en tres conferencias Interamericanas de Agricultura: México, Venezuela y Estados Unidos. De 1946-1947 consejero de México ante las Naciones Unidas, en Nueva York´.
El jueves 24 de septiembre, con miembros del Consejo y del Patronato, visita de cortesía al gobernador Soto, en absoluta armonía y buena disposición, tratan el estancamiento de la Universidad por falta de recursos económicos que posibiliten ´… realizar sus proyectos como la Facultad de Leyes…´. Primera vez que se mencionaba, al menos públicamente, por autoridades universitarias con la aprobación del Ejecutivo. Al día siguiente, un paso definitivo la Iniciativa de Ley que el gobernador remitió al Congreso, oficio 11-6508, que en sesión del lunes 28 de septiembre se aprobó por unanimidad por los ocho diputados asistentes.´ … Se votó la Ley No. 45 que establece un impuesto adicional de 10 por ciento para la Universidad, a partir del 1°. de enero de 1954, reformándose la ley No. 13 de 3 de noviembre de 1939 que creó el 5 por ciento, expedida a raíz de la creación de la Institución´. Nuestro Rector había hecho una estupenda exposición sobre el futuro de la Universidad.”
Siendo fecha aclarada la germinación de su escuela de Derecho, Alberto la apuntala con la narrativa de sus fundadores, miembros de la generación del segundo año del Bachillerato de Humanidades, Derecho y Filosofía.
TESTIMONIO DEL ALUMNO FUNDADOR ROGELIO RENDÓN DUARTE
“Los primeros pasos fueron sencillos, sin complicación de ningún tipo. Simplemente me reuní en los primeros días de enero de 1953 con Pedrín Flores y Raúl Encinas en la planta baja del edificio principal para platicar sobre llevar por buen camino nuestro proyecto de contar con la Escuela. Al rato ya estaban tres compañeros más entusiasmados en nuestros sueños. Nos fuimos bajo la frondosa sombra de un yucateco en la hoy plaza Emiliana de Zubeldía, acordamos solicitarlo por escrito al rector Manuel Quiroz Martínez. Lo adoptamos como centro de reunión, se sumaron Beatriz Eugenia Montijo Híjar, Carlos Gámez Fimbres, Oscar Figueroa Félix, Jesús Enríquez Burgos, Manuel Rubio González, Rodolfo Moreno Durazo, de los que recuerdo, el grupo cobró fuerza. Nos apoyaban los Lics. Miguel Ríos Gómez, José María Oceguera Ochoa, Fortino López Legazpi, Enrique E. Michel, Carlos V. López Ortiz, Abraham F. Aguayo, Alfonso Castellanos Idiáquez y Carlos Cabrera Muñoz, los tres primeros miembros del Consejo Universitario y el último presidente de la Asociación Sonorense de Abogados. La última sesión, de las muchas, a mediados de agosto –no asistió Gámez Fimbres, trabajando en Mexicali-, ya molestos por el escaso interés a nuestra petición, acordamos pedirle su dimisión al rector. Poniendo manos a la obra, en menos que canta un gallo se lo hicimos saber verbalmente y nos retiramos ante su silencio. El 21 del mismo mes, el Comité Administrativo la obtenía mediante gratificación de $21.000.00 pesos.
El 16 de septiembre el Ing. Norberto Aguirre Palancares llegó a Hermosillo en un vuelo de México. Ya se comentaba que era rector. Lo recibimos Encinas y yo, lo acompañamos al IV Informe de Gobierno de Ignacio Soto, quien concluido nos invitó al banquete en la casa de gobierno. El Gobernador y el Ing. Aguirre escucharon con atención nuestro afán. Los notamos de acuerdo, retirándonos encantados de la vida. A partir de entonces, nuestras entrevistas con el Ing. Aguirre fueron constantes y alentadoras.
Cinco días después, el Ing. Aguirre era electo rector, por unanimidad, comisionando al Prof. Ernesto Salazar Girón, Dr. Carlos B. Michel y el alumno Luis Ruiz Vásquez, para que le comunicara el acuerdo y lo invitaran a la Sala de Sesiones del Consejo, donde aceptó.
Para el 16 de octubre, El Imparcial daba la noticia de que el día anterior el rector Aguirre había presentado al Consejo el Proyecto para la creación de la Escuela de Derecho y Ciencias Sociales.
El 21 de octubre quedó aprobada su creación. ´Desde mañana`, dijo el rector, ‘iniciará la inscripción para el primer año y la inauguración se llevará a cabo el tres de noviembre’. La inscripción fue el día de la inauguración, local de encuadernación al lado derecho del edificio principal y su pequeño auditorio. Llegué a inscribirme con mi padre, a las siete de la mañana, después de ir, el día de muertos, al cementerio a depositar unas flores en la tumba de mi madre. 17 fuimos los fundadores.
Viva en mi memoria la emoción al escuchar la primera clase, Sociología, de 7.00 a 8.00 horas, del magnífico maestro don Abraham F. Aguayo. Tenía el don de la elocuencia, de la puntualidad y la responsabilidad. Mi admiración persiste junto a mi agradecimiento. Fue en una de las aulas de la sección posterior de la Escuela de Agricultura y Ganadería, el 4 de noviembre. En su parte trasera estuvimos hasta 1955. La convivencia con los vecinos fue de franca camaradería, como si estuviéramos en nuestra propia casa. En 1956 ya ocupamos la parte izquierda del Edificio Principal.
Concluido el primer año, la noticia triste fue la emigración, a la UNAM, de Rodolfo Moreno Durazo, Héctor Migoni Ramírez, Ignacio Navarro Rodríguez y Fernando Romero Dessens. CarIos Gámez Fimbres entró a Segundo Año en septiembre de 54, pero en los primeros de diciembre ya tenía listos los documentos para irse a México… Allá, como en la novela de don Alejandro Dumas, se hicieron ‘todos a uno’ para ingresar y cumplir los sueños que seguramente ya anidaban en sus mentes desde el ingreso a la preparatoria.”
TESTIMONIO DEL ALUMNO FUNDADOR RAÚL ENCINAS ALCÁNTAR:
“Qué bueno, Alberto, que mencionas Facultad de Derecho. Por razones estatutarias, legales y reformas que se hicieron, pues ahora, desgraciadamente a nuestra Escuela se le llama Departamento, como que nos asocia con empresas, negocios mercantiles, cuando una Escuela, una Facultad, una Institución de esta calidad tiene un carácter mucho mejor que un simple Departamento. Cuando estábamos en el segundo año de preparatoria, bachillerato para Humanidades, Derecho y Filosofía, nuestro grupo tenía la inquietud de que hubiera una Escuela de Derecho aquí. Existía la de Contabilidad y en otra ocasión las de Ingeniería Civil y de Farmacia. Estaba muy incipiente nuestra Universidad en cuanto a su enseñanza. Con la intención de que pudiéramos hacer nuestra Carrera aquí, aunado a la circunstancia del cariño a la Universidad, al terruño, a la cercanía de la familia, muchos no teníamos la posibilidad económica, incluso con el apoyo familiar era difícil que pudiéramos emigrar a México, objetivo mayúsculo de todo estudiante de aquella época. Hicimos todo el esfuerzo y empezamos los primeros meses del 53, nos acercamos al rector Manuel Quiroz Martínez que ya tenía dificultades, el patronato era una Institución anquilosada, no a tono con la dinámica del desarrollo considerando también que Sonora estaba entrando en pleno desarrollo debido a las exportaciones agrícolas de la Costa que se estaba abriendo, la presa del Oviáchic que empezaba a funcionar con el famoso Canal Alto de concreto, un orgullo por su modernidad. El boom de Caborca que, con la exportación del algodón, era interesante. Había mucha perspectiva de desarrollo amplio y la Universidad tenía que crecer y sí venía haciéndolo, pero el Patronato no le dejaba a Quiroz realizar todos los sueños que eran los de todos los universitarios. Le planteamos nuestras inquietudes. Rodolfo Rogers, que por azares del destino no continuó la carrera, era nuestro literato, el de la pluma, escribía en los periódicos, el preparatoriano que nos ayudaba a redactar los comunicados al rector, al Colegio Sonorense de Abogados y nos movimos a partir de enero, febrero, los que teníamos entusiasmo y nos juntábamos con frecuencia, Pedro Flores Peralta, de Esperanza, Rogelio Rendón, de aquí, yo y algún otro que veía con duda, sabiendo del problema del rector. Terminamos la preparatoria y no se logró. Curiosamente teníamos nuestras reuniones públicamente en los yucatecos enormes que había enfrente del edificio principal en la ahora plaza “Emiliana de Zubeldía”. No logramos nuestro objetivo. Cayó el rector Quiroz Martínez. Importamos los sonorenses al Ing. Aguirre Palancares, político oaxaqueño, de una trayectoria reconocida nacionalmente y que le dio impulso a la Universidad; y porque era agrónomo, tenía decidido, desde que llegó, la idea de una Escuela de Agricultura y Ganadería, y terminadas las vacaciones, nos venimos a ver si se hacía la de Derecho. Iniciamos los contactos con el Ing. Aguirre. Lo encontramos receptivo, entusiasmado con su Escuela de Agricultura y nosotros con la nuestra. Nos mandó visitar a los abogados otra vez: algunos aceptaban, otros rechazaban, otros dudaban, al fin la Barra Sonorense de Abogados, entonces Colegio, aceptó el patrocinio, el respaldo, la colaboración con las gentes que tenían vocación magisterial para compartir los sueños y así se logró, casi simultáneamente con la de Agricultura.
Nos juntábamos con otros también soñadores por la fundación de la de Agricultura, en los mismos yucatecos. Ellos lograron su Escuela, nosotros la nuestra, pero ellos tenían un edificio, a todo lujo y nosotros no. Nos dieron cobijo, un asilo ahí en la parte trasera de su edificio y anduvimos acarreando escritorios para amueblarla, no recuerdo ni de dónde, de lo que estaba en el edificio, pero lo necesario.
La inauguración, tres de noviembre de 53 fue, viendo de frente el Edificio Principal de la Universidad, a mano derecha, callecita de por medio, calle pavimentada hoy, estaba una imprenta, entonces un pequeño auditorio que se aprovechó y se llevó el programa, siendo maestro de ceremonia Oscar Figueroa, fundador; hicieron uso de la palabra el Rector, Enrique Michel, nuestro primer director, tan querido y amigo de todos nosotros y Rodolfo Moreno Durazo a nombre de los alumnos. Al piano intervinieron Matilde Katase y Sergio Lagarda Burgos, después alumno de la Escuela. Fue un programa literario musical muy emotivo. La Banda Universitaria, bajo la dirección del maestro Isauro Sánchez Pérez, interpretó Caballería Ligera y el Himno Universitario. El Gobernador Soto hizo la inauguración. Al día siguiente a clases: Lic. Fortino López Legazpi, Derecho Romano; Lic. Abraham F Aguayo, Sociología; Lic. Alfonso Castellanos Idiáquez, Primer Curso de Derecho Civil; el maestro Miguel Ríos Gómez, Introducción al Estudio del Derecho, que por circunstancias de ocupaciones y problemas que tuvo, al mes, mes y medio, dejó el curso entrando en su lugar el Lic. Carlos López Ortiz; y Economía Política el Lic. Michel.
Fortino López Legazpi nos trajo la primicia de la primera cátedra impartida en la Nueva España en la Escuela, en la Facultad de Derecho de la Real y Pontificia Universidad fundada en 1543, ahora Universidad Nacional Autónoma de México. Nos la dijo en latín. Era una curiosidad muy interesante, un homenaje a una Escuela de Derecho 500 años atrás, cosa preciosa.
Seguimos nuestro derrotero, pero teníamos inquietudes sobre nuestro futuro. El Ing. Aguirre nos decía que había seguridades. El recelo de una experiencia negativa es lo que estábamos tratando de evitar. Se acostumbraba que las universidades otorgan títulos en las carreras de cinco años sólo a quienes cursan la mayor parte de sus años, por lo menos de tres. Había aquí Ingeniería Civil y los muchachos, si mal no recuerdo, llegaron hasta cuarto. La Universidad les dio sus papeles. Fueron a México y los regresaron a tercero. Fue su frustración para sus familiares y queríamos que nos aseguraran los cinco años. En declaraciones del rector Aguirre, de Michel, nos decían que tuviéramos tranquilidad, confianza, no pasaba nada negativo, que todo era diferente. Sin embargo, no dejaba de inquietarnos esa incertidumbre.
El primer año tranquilo. El segundo seguíamos con lo mismo, otra vez no pasaba nada, pero fallas estructurales no se corregían y desgastaban nuestro ánimo. Ya habían emigrado a cursar el segundo año, en la Universidad Nacional, Carlos Gámez Fimbres, Héctor Migoni, se había ido Nacho Navarro, “El Macabro”, periodista. Dejó la carrera y cursó Periodismo en México. Se había ido Moreno Durazo, también Fernando Romero…
– Raúl: El 3 de noviembre de 1954, al cumplirse el primer año de vida de la Facultad, empezó a circular la Revista VERBUM, órgano de la Sociedad de Alumnos. Su presentación y nombre, se sabía, pertenecían al Lic. Fortino López Legazpi. En ella, a distancia ahora, siento que fue punta de lanza de aquellos que se mostraban más perceptivos a las dificultades, a los que pensaban en su cierre. Escribieron sus desacuerdos: Gámez Fimbres que relataba apasionadamente el “Caso Burgoa”, Francisco Lizárraga que tocaba la falta de maestros de carrera y Enríquez Burgos que apuntaba que se avanzaba sobre el segundo año y el Consejo Técnico no contaba con “con los planes de estudio de los años restantes”, insistiendo que así se continuaría con la improvisación, como la ocasión que se tuvo que imprimir en un mimeógrafo de la Procuraduría de Justicia, el libro Sociología de Luis Recasens Siches, ¡de 526 páginas! , ¿tu opinión?
– Verbum fue la primera expresión. Éramos de avanzada, de las inquietudes, fue el canal de conducción de la inquietud de un grupo dirigido por ti, Alberto Macías Enríquez, bajo la inspiración del maestro López Legazpi. Hicimos ver, por conducto de los compañeros, las inquietudes, lo que pretendíamos que infortunadamente no logramos. Ese artículo de Carlos Gámez se refiere a que habíamos invitado al maestro Ignacio Burgoa a que viniera a dar unas conferencias y sucedió que, por el motivo de que siendo Juez de Distrito, por una decisión que no le gustó al gobierno federal, pues en la conexión que tenía el rector Norberto Aguirre con políticos de la ciudad de México, consideró un inconveniente que viniera y ya no vino. Fue un reclamo de Gámez Fimbres. Enríquez Burgos hablaba del Consejo Técnico, de aquello que no se colmaba y podría colmarse. Lizárraga reclamaba que hubiera maestros de carrera. La realidad nos imponía que, como no teníamos libros suficientes, Aguayo, que se apoyaba en Recasens Siches para Sociología, nos hizo tener que hacer, en mimeógrafo, toda una edición especial del libro, lo que implicaba que estábamos carentes de elementos materiales. Necesitábamos el apoyo institucional y claro, sí se lograba a regañadientes y con mucho tesón. La respuesta positiva era del maestro Michel y del profesorado de la Universidad, de nuestra Escuela, porque comprendían nuestras inquietudes y estaban con nosotros…”
-Raúl, cuando cursaba el tercer año, emigró otro grupo, entre ellos tú. Sé que el enfrentamiento con algunas autoridades universitarias, especialmente con el rector, se había polarizado. Pero, la verdad, ¿influía como causa eficiente la seducción que representaba estudiar en la Universidad Nacional, de tradición y prestigio, madre por linaje de la de aquí?
-No, la verdad no influía. Total nos fuimos los cinco: Moraga, Enríquez Burgos, Lizárraga, Moraila y yo. Los demás se quedaron y, en ese sentido, pues es un reconocimiento a ellos porque siguieron teniendo fe en la Universidad; qué bueno que la tuvieron porque así se mantuvo un grupo unido, por conducto de ellos: Beatriz Eugenio Montijo Híjar, la primera que se recibió, Rogelio Rendón, Manuel Rubio González y Óscar Figueroa. Después se fue Óscar. Este grupo batalló de alguna manera, pero mantuvieron la unidad aquí, y yo no puedo imputarles responsabilidad, digo en autodefensa, yo no puedo, las causas fueron internas, nos peleamos, las autoridades prácticamente nos dijeron que nos fuéramos. Los que se quedaron fueron leales a la Universidad y corrieron el riesgo, y eso significa valor, correr el riesgo y asumir las consecuencias. Por fortuna para ellos y para la propia Institución, la Escuela salió bien y ahí va.
Entre paréntesis, otro aspecto fue la dificultad para entrar allá. El Ingeniero Aguirre era un hombre relacionado políticamente en el centro del país. Yo no sé qué rumor hizo llegar allá: ‘Que éramos unos revoltosos, difíciles’. Total, nos cerraron las puertas: Acudimos a todas partes; tocamos todas las puertas de políticos, de no políticos, de personajes importantes, gentes del medio estudiantil, gente ubicada que tenía alguna simpatía por el planteamiento nuestro, y al fin de cuentas creo que pide uno tanto que no sabe quién le ayuda, pero yo tengo la impresión que fue una de las Federaciones de Estudiantes, eran varias. Nacho Navarro, “El Macabro”, nos llevó con un dirigente estudiantil y al día siguiente se nos abrieron las puertas. Pienso que este dirigente fue el que definió ese asunto, y ya pudimos entrar con un retraso de unos veinte o quince días al tercer año y allá terminamos…”
Héctor Rodríguez Espinoza