“La democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo, para el pueblo” (Abraham Lincoln).
La nueva página informativa sobre datos financieros incorporada al portal del Isssteson resulta más que oportuna para transparentar la situación que guarda el Instituto. Ahí se ve claramente, con números, qué ha faltado y que sobra en materia de cumplimiento de obligaciones financieras que muchos se han servido ignorar.
Por ahí desfilan los ayuntamientos, organismos y dependencias morosos o, de plano, evasores contumaces del deber cívico de pagar lo que adeudan, poniendo al desnudo quiénes son y cuánto deben, además de informar en qué se gasta el dinero recibido, o que debiera recibirse.
Queda claro que los anteriores gobiernos se colgaron de la liana de la seguridad social con un desparpajo no sólo irresponsable sino francamente criminal. Ahora vemos cómo puede ser arruinado un instituto, incluso desde el propio gobierno al no rendir las cuentas y los dineros cuyo único destinatario debió ser el Isssteson y no cualquier otro destino, incluidas las campañas electorales.
Según se ve, la actitud del actual director del Instituto y el titular del Ejecutivo estatal es la de poner orden en la casa y resolver de manera permanente el desfase entre los ingresos programados y los realmente recibidos, y llamar a cuentas a quienes corresponda la responsabilidad del desfondo, lo cual será interesante ver.
Aunque la capacidad de proporcionar la atención especializada que la población demanda y los medicamentos necesarios para surtir las recetas médicas ha aumentado, aún hay un largo trecho por recorrer.
En otro asunto, la carencia de agua en la capital del estado y otras latitudes urbanas y rurales debe verse con el lente de la mala distribución del líquido, la ausencia de un serio y riguroso plan de mejoramiento de la infraestructura, que sea integral y no de parchecitos coyunturales, producto de la presión social o de las conveniencias políticas.
Resulta poco creíble que se propongan medidas para garantizar el abasto sin se siguen depredando y vandalizando áreas verdes, talando árboles y pelando cerros en aras de abrir nuevos fraccionamientos y proporcionarles comodidades propias de climas más favorables, muy distintos a los rigores que sufre Sonora tanto en verano como en invierno.
A estas alturas de partido ya debiéramos estar enterados que estamos en una región de clima extremoso, árida, que padece una severa crisis hídrica, que el agua es un recurso que no debe ni puede utilizarse como una mercancía de lujo, para fines de ornato y goce exclusivo de las más abultadas cuentas corrientes.
El verano sonorense sugiere una mejor administración de los recursos naturales, de una idea clara de que esto no es California ni el Istmo de Tehuantepec, de que el interés social debe estar por encima del privado, de que los gustos o deseos personales nada tienen que ver con la realidad que enfrentamos, o deberíamos enfrentar.
Otro asunto importante es el de los cubrebocas, que en un arranque de sensatez el Congreso del Estado decidió abrogar la ley que hacía obligatorio su uso. Vale la pena recordar que la Secretaría de Salud jamás estableció su obligatoriedad, y que fueron los gobiernos locales los que tomaron esta medida sin más evidencia que el temor producto de la ignorancia, o la conveniencia por razones emocionales y políticas, algo así como una muleta psicológica o simbólica de protección que genera fáciles consensos.
Declarar nula esta disposición legal es corregir un despropósito y una medida de cuya efectividad cada vez surgen más dudas, aunque queda a salvo la pertinencia de guardar la sana distancia y el aseo de manos.
En este mismo canal, el hecho de que seamos una sociedad en la que se han implementado medidas no sólo autoritarias sino ilegales e inútiles, nos autoriza para ver con sospecha cualquier propuesta sanitaria, y quizá vaya siendo tiempo en que con toda seriedad se trate de poner el cascabel al gato de la epidemia; por ejemplo, ¿se ha comprobado la inocuidad y los efectos de mediano y largo plazo de las vacunas con ARN mensajero? ¿Es correcto llamar vacuna a una substancia que no proporciona inmunidad? ¿El comportamiento del virus es normal, a la luz de lo observado en otras epidemias?
Ya que hemos sido obligados al uso del cubrebocas, que se han recibido vacunas y refuerzos y se hay suspendido o limitado temporalmente actividades de diversa naturaleza, pero siguen los contagios en oleadas de mayor o menor intensidad. ¿Será tiempo de analizar fríamente este fenómeno de acuerdo con las condiciones locales y nacionales y ver con actitud crítica los supuestos y recomendaciones emanadas de los organismos internacionales como la OMS? ¿Será tiempo de fortalecer la capacidad de respuesta sanitaria propia y soberana del país?
En este y cualquier otro caso donde el interés nacional está en juego, corresponde al gobierno y las instituciones del país tomar las medidas que se estimen convenientes, porque la soberanía y el bienestar de la población son irrenunciables.
Por otra parte, la llamada Cumbre de las Américas no debiera ser la reunión de los amigos y satélites de EEUU, sino la de los pueblos libres del continente. Que quede claro que ningún país debe imponer sus ideas a los demás y que la democracia es el respeto a la decisión soberana de los pueblos, no la imposición mañosa de criterios ajenos. En este caso, EEUU no es un país democrático, porque decide y pasa por alto la soberanía de otros pueblos.
José Darío Arredondo López