Complejos residenciales y tiendas cercados con vallas metálicas. Drones con parlantes que pedían a los ciudadanos “frenar el deseo de libertad de sus almas” y cumplir con las restricciones.
Gritos desde balcones por comida. Centros de cuarentena en los que se reutilizan objetos personales, contrario a lo que dictan las normas de bioseguridad. Sacrificio de mascotas de personas contagiadas.
Las imágenes no pertenecen a los inicios de la pandemia de coronavirus en China. Se han presentado dos años después de la aparición del virus en ese país, pero en las semanas finales de marzo y en abril de 2022 en Shangái y otras ciudades.
En un mundo con vacunas y que progresivamente avanza a una nueva normalidad, parecía improbable volver a los confinamientos estrictos. Pero ómicron tocó las puertas de un país que no cubrió adecuadamente en vacunación a su población mayor de 60 años y la respuesta del sistema comunista chino ha sido la habitual: someter a la población.
El régimen chino sigue empeñado en una política de “cero covid”, con la irreal meta de acabar con toda transmisión comunitaria del virus mediante estrictas restricciones de movilidad y cuarentena.
Aún así, China sigue registrando cifras de contagio no vistas desde el comienzo de la pandemia. En el reporte del 26 de abril, las localidades con mayor número de casos de transmisión comunitaria fueron Shangái (este, mil 606), Jiangxi (sureste, 56), Jilin (noreste, 51) y Pekín (norte, 31).
El número total de contagiados activos asciende a 26 mil 774, 318 de ellos en estado grave, de acuerdo con estas cifras y según reseñó EFE.
Hasta la fecha, China reconoce solo 207 mil 081 infecciones de coronavirus en el país y 4 mil 876 muertos desde que comenzó la pandemia, cifra constantemente puesta en duda por comunidades científicas de todo el mundo.
El estricto bloqueo en Shangái se ha replicado en varias ciudades y provincias con la intención de frenar la propagación del coronavirus.
La Comisión Nacional de Sanidad de China anunció el pasado 26 de abril el fallecimiento por covid-19 de 48 personas en esa ciudad. Desde que comenzó el riguroso confinamiento que encerró a unas 25 millones de personas -con mínimas flexibilizaciones en los últimos días– la urbe totaliza 238 muertes.
En la metrópolis oriental el gobierno aplica un sistema escalonado que divide los sectores en tres categorías según el riesgo de transmisión.
En el primer bloque están los sectores con controles más estrictos, en los que se reforzaron recientemente los bloqueos.
Mientras que aquellos que residen o trabajan en un sector de la categoría tres pueden salir de sus casas y visitar zonas públicas, sin acercarse a las denominadas “zonas selladas”.
En otras ciudades, las torres de negocio han sido convertidas en hospitales de campaña para aislar a personas con síntomas. El hacinamiento es notable.
En medio de su hermetismo, las propias autoridades chinas han tenido que reconocer que la falta de coordinación y planificación dejó a millones de personas sin suministros de comida.
El fantasma de la hambruna, que causó la muerte de cientos de miles de personas en las primeras décadas de la República Popular que fundó el comunista Mao Zedong, siempre está al acecho.
Internautas chinos, en una titánica misión por vencer la censura predominante en el país, difundieron un video de seis minutos llamado “Voces de abril” a través de WeChat, en donde documentan las dificultades que han vivido en el último mes de confinamiento.
El material ha sido constantemente censurado por el gobierno, que lo ha bloqueado y eliminado de distintas plataformas, pero la gente no deja de crear y compartir versiones variadas y con subtítulos para reflejar los diálogos en los que se denunció la falta de atención médica, confinamiento a pesar de estar negativos en las pruebas, separación de bebés de sus padres, sacrificio de animales y falta de alimentos.
“No hay comida, no hay agua en Shangái”, exclamaba en tono de ira un ciudadano que decía que trabajaba como voluntario y cuyo audio fue incluido al material. “Envíennos comida, por favor”, decía entre llanto otra mujer, un clamor que se repitió en el marco de una protesta en Pudong el pasado 8 de abril, y que fue incluido en la secuencia del video.
“Es mi padre y no ha comido durante días, desde las 8 de la mañana, la ambulancia nos ha llevado a dos hospitales y no han querido recibirnos”, comentaba desesperado otro ciudadano a las autoridades.
¿Qué pasa si el edificio se incendia, cómo vamos a salir?, reclamaba una mujer en un complejo residencial sellado con vallas metálicas por la presencia de casos positivos.
María Eugenia Grillet, profesora titular de la Universidad Central de Venezuela e individuo de número de la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales, explicó a Runrunes que la estrategia cero covid” fue adoptada por Nueva Zelanda, Japón, Hong Kong, Singapur, Corea del Sur, Vietnam, Australia y China (países del Pacifico Asiático) muy temprano en la pandemia.
Esta estrategia les permitió detener la propagación del virus en sus territorios, “adoptando medidas no farmacéuticas, en muchos casos muy estrictas, como lo han sido el cierre total o parcial de sus fronteras por un tiempo tan largo ya de casi 2 años”.
Pero la apertura de dichas fronteras, (una medida que considera inevitable, por lo costoso e imposible de mantenerse aislado indefinidamente) permitió la entrada de ómicron y sus variantes (BA.1 y BA.2). Y, como sucedió en el resto del mundo, la propagación no pudo ser contenida en estos países por lo que ya se sabe: ómicron ha sido la versión del virus más transmisible, más asintomática (propagación silenciosa) y con evasión parcial de inmunidad adquirida por vacunas o natural.
“Lamentablemente, cuando el virus no pudo ser contenido en el mundo, la estrategia ‘cero covid’ se enfrenta a esta paradoja: ¿vivir aislado de ahora en adelante? El virus no será eliminado, a lo sumo, controlado a niveles manejables en el planeta”, precisa la experta en Ecología y Epidemiologia de Enfermedades Infecciosas.
A juicio de Grillet, China acumulaba otro punto en contra: no se concentraron en vacunar lo suficiente a su población antes de empezar a flexibilizar las medidas.
“Una gran proporción de su población mayor (80 años) no ha sido cubierta en su totalidad con las dosis más el refuerzo (lo que se considera como vacunación completa), lo que ha demostrado ser importante para enfrentar la letalidad de este virus”.
“Adicionalmente, al no tener inmunidad natural (por no haber estado expuesto a la circulación amplia del virus en la población), tampoco han podido construir una especie de inmunidad adquirida por inmunidad natural. Tanto la vacunación completa más la inmunidad adquirida por infección natural han ido construyendo en la población una especie de barrera importante contra la letalidad de SARS-COV2. Es por esto que estos países ahora viven el peor momento de la pandemia”, explicó la investigadora.
Con información de runrun.es e Internet