Columna ¿Qué sigue?
El próximo 10 de abril inicia este año, la mundialmente celebrada Semana Santa con el Domingo de Ramos. Ya desde el principio de año y terminadas las vacaciones de diciembre, comenzamos a preguntarnos “cómo para cuándo”, las vacaciones que siguen; algunos para organizar agendas y otros para hacer cuentas, pero definitivamente, este descanso es la primer coma, en el relato de la historia que cada uno escribe a lo largo de 12 meses. Aunque muchos nos hacemos la misma pregunta, ubicar cuándo y qué día comienza la Semana Santa cada año, es realmente fácil: está marcado por la ubicación del día de la primera luna llena, después del día de inicio de la primavera.
Aunque la fe cristiana involucra una gran cantidad de religiones, el Estado Vaticano, sede de la fe Católica, se vuelve el centro de la difusión del tema; que en especial se introduce en casi todos los ámbitos: los laborales, los turísticos, los educativos, los bursátiles, los radiofónicos, televisivos y en muchas ocasiones los cinematográficos.
Independientemente de la práctica de la fe, durante estos los llamados “días santos”, entre actividades, documentales, ritos, o películas que vemos todos en torno al magno pasaje bíblico, en general es, un recordatorio anual de la Pasión de Jesucristo. La dolorosa experiencia de un hombre justo, Dios para muchos de nosotros, desde su entrada a Jerusalén, la Ultima Cena, el Viacrucis, la muerte por Crucifixión y la esperanzadora Resurrección.
Pero ¿hasta dónde influye, fuera de la práctica de una fe, este símbolo en el comportamiento de la sociedad el resto del año, desde hace cientos de décadas.?
Existe una teoría del área de la comunicación política desarrollada por la alemana Elisabeth Noelle-Neumann, en su libro La Espiral del Silencio. La teoría explica un mecanismo que se da en las sociedades, que observa que los individuos realizan una especie de “administración conveniente” de su opinión; este fenómeno se da a raíz de un temor, que a simple vista es natural, de las personas a permanecer aislados. Por ese motivo, se mantienen alertas de las opiniones y del comportamiento de los demás y dado que, las personas además gustan de ser populares y aceptadas, esperan las expresiones de las mayorías para externar la propia.
De aquí se desprende dos escenarios, el que provoca actitudes congeladas o de inmovilidad, que puede responder a costumbres, ideales de grupo o creencias religiosas, caso en el que el individuo apoya una postura totalmente o en su defecto se abstiene, en el afán de no lastimar sus relaciones. En el otro escenario, el de la movilidad o cambiante, las personas permanecen “en sus marcas,” antes de decidir arrancar en la dirección que opinan las mayorías o en su caso, exponer sus argumentos, con suma cautela, ante la posibilidad de no estar de acuerdo y estar decidido a hacerlo público. ¿Y qué sucede? “Si una mayoría se considera minoría, tenderá a declinar en el futuro. A la inversa, si una minoría es vista como mayoritaria, irá en aumento.”. Hasta aquí más que verdad absoluta, pudiéramos dejarlo en “tendencia”, sin embargo, sucede con más frecuencia de lo sanamente admisible, a excepción de los duros de espíritu, que defienden y externan hasta lo último su parecer de las cosas.
Por mucho tiempo, todos hemos escuchado la expresión “el que se mete de redentor, sale crucificado”. Parece increíble, pero nada más cerca de la verdad. Pareciera que, al margen de toda la buena intención de todo este valioso culto en torno al tránsito hacia la muerte de un ser supremo, que vino al mundo como manifestación del “bien” en su máxima expresión, también es una siniestra muestra de lo que te puede pasar si te atreves a alzar la voz, para defender lo correcto, en contra de los poderosos.
Y también es verdad: toda esa “pasión” injusta e inhumana por la que atraviesa el ser justo, expuesta al mundo cada año, es consuelo de muchos, que de momento su sufrimiento personal de la índole que sea, encuentra una especie de sentido, quizás de empatía que hace más comprensible o por lo menos convierte en aceptable, su viacrucis personal.
A veces encontramos las actitudes humanas o los comportamientos de las sociedades de alguna forma incomprensibles. Pero la verdad es que vivimos en un constante régimen de alimentación de nuestro ADN de convivencia. Hay elementos de aprendizaje en cada una de las tareas que emprendemos y sobre todo las que tienen gran difusión. El problema, es que difícilmente podemos tener control de que elementos serán adoptados por los observantes; si el de la justicia, el del abuso del poder, el de la indiferencia, el del sacrificio o el del silencio.
Bueno, pero gratamente lo que sigue es la primera semana santa, más o menos en semáforo verde después de la pandemia. Lo mejor será aprovecharla para disfrutar a los que todavía estamos, GAD.
Por Sara Thomson