Columna ¿Qué sigue?
…cualquier trasatlántico del poder, puede ser volcado por una “gran ola”, cuando esta se alimenta de la razón.
Aunque muchos no han caído en cuenta, “La Aventura del Poseidón”, a diferencia del “Titanic”, no es una tragedia de nuestra realidad, sino una creación ficticia escrita en 1969, por el norteamericano, Paul William Gallico. La exitosa novela fue llevada a la pantalla grande por primera vez en 1972, dirigida por Ronald Neame, que fue galardonada en los premios Oscar de ese año con la mejor canción y claro, por sus efectos especiales, que en aquella época se consideraron espectaculares. Después de ese éxito mundial, se han llevado al cabo otras dos grandes producciones cinematográficas, ya en este nuevo siglo y también una miniserie televisiva, que, como dato interesante, se hicieron locaciones en el famoso barco, “Queen Mary”; una de las magníficas embarcaciones de la era moderna que mimetiza en sus diseños, al legendario “Titánic”.
El drama de esta historia mantiene algunos elementos interesantes. La escena en la que se introduce al espectador a la historia es una elegante celebración del año nuevo, donde los “privilegiados tripulantes” navegan a mar abierto a bordo de un lujoso y majestuoso trasatlántico. Como era de esperarse, los oficiales de la embarcación tanto como los magnates tripulantes, protagonizan los eventos que componen el relato. Un fenómeno del mar conocido como “marejada gigante” irrumpe en el horizonte, avanzando tan rápidamente que poco les queda por pensar a los operadores del gran barco, que al mirar por al cristal de la cabina de mando, asumen que conocimiento y habilidad alguna serán inútiles. La gigantesca ola pronto atrampa el rumbo del trasatlántico, dando la vuelta a la nave 180 grados y poniendo todo de cabeza, reventando en una escena de muerte y tragedia al interior del lujoso trasatlántico.
Quizás esta historia permaneció por décadas como ficción pura, hasta que curiosamente en otra celebración de diciembre, de la vida real, la navidad del 2018, una ola gigantesca identificada como Sunami, sorprende a visitantes y residentes en las costas de Indonesia, arrastrando y poniendo de cabeza todo a su despiadado paso.
En la actual escena del mundo, sucede un fenómeno especial, que en mucho tiene que ver con vivir en un universo conectado, de los nuevos “ciudadanos del mundo”, que recién asoman la cabeza después de un inédito ejercicio de comunicación, provocado por la pandemia.
Los últimos días, Vladimir Vladimirovich Putin, líder de Rusia, elegido por primera vez, el año 2000, lanza una ofensiva militar contra Ucrania. Un país que se miraba indefenso, y que quizás pensó no tendría más alternativa que rendirse. Poderoso, popular, magnífico e imponente, da la cara al mundo dando una explicación vacía e inadmisible, de cómo, y porqué, atacaría a Ucrania; y con la clásica bandera de los tiranos, “quien no este con él, asuma las consecuencias.”
Las Naciones Unidas nacieron oficialmente el 24 de octubre de 1945, con el propósito universal de preservar la paz entre las naciones, fomentar los lazos de amistad y enfrentar las luchas que amenazan la humanidad misma. No fue difícil que, ante los hechos, en Asamblea General se votara la resolución para condenar la invasión a Ucrania, con un resultado arrollador de 141 a favor de la condena y solo 5 en contra.
Por supuesto, de parte de Los Estados Unidos, la reacción fue inmediata y evidente. Aun que se encuentra inmerso en un proceso electoral que pareciera tenerlos divididos, las acciones del presidente Biden en contra del conflicto, gozan del respaldo de cuanto sector compone a ese poderoso país; que indudablemente descansa para este caso, en su poderío militar y económico; por lo que a la de ya, le han hecho llegar sus enérgicas reacciones al líder soviético. Por el otro lado del mundo, de darse la adhesión de Ucrania a la Unión Europea, tal como lo expresa el artículo 42 del Tratado de la UE, los países integrantes pasarían automáticamente a estar en guerra con Rusia. Y China, por lo que le tocaría, obviamente no cometerá el error, de mantenerse al margen de la “unidad mundial “en contra de un conflicto, que se etiqueta como abusivo y fuera de este tiempo.
Esta “gran ola” de resistencia contra el ataque, es monstruosamente alimentada por la opinión pública. Esa concepción de la comunicación entre los humanos, considerada por algunos, como la piel que le da cohesión a la sociedad.
Definitivamente, la opinión pública de este recién iniciado 2022, delira en contra del sufrimiento, y no va a dar tregua a Rusia; y arrastrará a cada individuo o país a favor del conflicto hacia el aislamiento, porque su protesta no solo será legítima, sino dominante.
No le podemos negar a Vladimir Putin, la clase y el tamaño de líder que ha conseguido construir en su persona. Un verdadero Trasatlántico del poder, miembro de la KGB, elegido una y otra vez al poder de Rusia, un “Terminator” de la política del mundo.
Su error, y seguramente lo escribirá la historia, es no haber medido el mundo al que lanzó su agresión. Una humanidad conectada, unida por el dolor y el sufrimiento de otra guerra extraña que fue la pandemia. Su blanco, un país “indefenso”, pero cansado de tantos años de atentados a su soberanía, que esta vez, está decidido a morir en la raya y que ha comprado la simpatía del mundo.
Algunos quizá pensarán a favor de Vladimir Putin, pero con los días, se guardarán su opinión, porque tendrán miedo a ser rechazados o en un futuro, lo que sería peor, desprotegidos.
En la “Aventura del Poseidón, la nave invertida también invierte el valor de las cosas. Los tripulantes ya no son ricos o pobres, turistas o empleados, solamente quedan sobrevivientes. El camino de la salida es hacia abajo, hacia lo escondido, hacia lo que nadie ve, hacia lo que nunca fue importante.
Lo que sigue, será una gran lección para la historia; un modelo que deben observar, lideres y liderados. Esta ya no es la humanidad de hace 10 años, ni la de hace 5 y evidentemente es otra completamente distinta a la de hace tan sólo dos años. Queda claro que cualquier trasatlántico del poder, puede ser volcado por una “gran ola”, cuando esta se alimenta de la razón.
Por Sara Thomson