Columna ¿Qué sigue?
El Espejo Mágico es un personaje que identificamos de inmediato como el centro del relato de la historia de una princesa, unos enanos, y una manzana envenenada. Es una historia “infantil” pero donde los personajes actúan como siempre entre la lucha del bien contra el mal, involucrando elementos como el abuso de poder, la vanidad, el homicidio y la buena fe de los débiles, que son pequeños, pero son 7. ¿nos parece familiar? Tristemente este es el cuento, pero de nunca acabar.
Yéndonos a lo más básico, el poder de un gobernante se define como la capacidad que tiene este para imponer una voluntad y lo que hemos visto al paso del tiempo son modelos por creencias religiosas, hereditarios o de realeza y democráticos. Por otro lado, y seguimos con el cuento, la vanidad, es un sentimiento de “orgullo” del que tiene y muestra un alto concepto de sí mismo, con el deseo de ser admirado y considerado por todos. Cuando el poder y la vanidad se combinan, tarde o temprano se gesta “la perversidad” simplemente porque ningún poder es eterno en este mundo.
En extrema síntesis, la historia ejercicio del poder en México corre así: en 1910 la Revolución Mexicana otorgó el poder a la clase campesina y proletaria; y esta se ordenó, formó una república en constante crecimiento y desarrollo, hasta que la vanidad fue suficiente para recurrir a actos perversos para mantener el poder en un solo grupo político demasiadas décadas, ignorando la evolución democrática del resto del mundo. Un día por fin, el año 2000, llega la alternancia a México y el poder se legitima y se renueva, hasta que la vanidad no admite una derrota y se transita entre los pasillos del desprestigio y la descalificación y el poder se pierde. El 2012 resucita la tradición ahora más poderosa, pero todavía aún más vanidosa y por sus actos, inevitablemente se pierde de nuevo.
Es muy fácil reconocer a la aparición de la vanidad en el ejercicio del poder: aparecen uno por uno sus elementos: necesidad de ser admirado, necesidad de ser reconocido y en una dramática versión, una necesidad de ser envidiado. De ahí se gesta “la ambición” y por lógica matemática la tan llevada y traída corrupción.
Pero en medio de todo esto, la pregunta es, ¿El poder cambia a las personas o descubre su verdadero yo? Michelle Obama dijo a todo un auditorio en una Convención Nacional: “Ser presidente no cambia quién eres, lo revela”. Aunque tiene mucha sabiduría la frase su precisión es inexacta, porque el poder puede crear un conflicto interno y, por lo tanto, dar lugar a un cambio de actitud, y sorprendernos con una versión de nosotros mismos que no esperábamos. Esto se complica porque el poder, inevitablemente se comparte, y así mismo su propensión a la vanidad pues se multiplica.
En el 2018 México hizo una nueva apuesta, atendió a una propuesta, que más que ninguna otra cosa, vendía su historia de sufrimiento, producto de una metamorfosis política victimizada una y otra vez de los abusos del poder y de la hoguera de vanidades, que secuestró este país por décadas y encontró una identidad en el electorado.
“El poder es un fenómeno social que no puede concebirse en forma aislada sino siempre en grupo”. La llamada 4t, tan amante de la historia, tal vez debiera reflexionar que su naturaleza coexiste con los medios que utiliza para comunicarse. El discurso de cambio ha sido dramático y con una intención destructiva de todo lo pasado ya que lo consideran corrupto y agotado. La antigua ciencia política griega asegura que la degeneración de un régimen genera uno nuevo; ya vivimos en el régimen de “democracia” y curiosamente el de “tiranía” es el que comienza con T.
A casi cuatro años, comienza a sentirse una extraña sensación de presencia de vanidad, igual que en la madrastra del antiguo cuento; la 4t envía un atrevido mensaje a su sociedad y representantes: Si mantienes la casa para nosotros, cocinas, haces las camas, lavas, coses, tejes y mantienes todo limpio y ordenado, entonces puedes quedarte con nosotros y tendrás todo lo que quieras. Lo contrario no será admitido.
Y es que lamentablemente, por ahí también debe haber un espejo mágico, quien solo responde: “Eres Tú y solo tu”. Seguramente y al juzgar por la historia ese espejo lleva ahí décadas, y distorsiona el pensar y el actuar de todos los que en el se han mirado. La corrupción en este país es producto de esa vanidad desmedida en la que caen sus gobernantes, que olvidan que al final llegara el día en el que Espejo responda “no, ya no eres tú, fue solo un espejismo”. Si no creen esta historia, solo hay que quedarnos a ver, lo que sigue.