“Más vale ser vencido diciendo la verdad, que triunfar por la mentira” (Mahatma Gandhi).
A veces pienso que estamos en un mundo agresivo poblado por una sociedad de plastilina, algo sin forma y propósitos definidos sujeto al humor del día, anclado en arenas movedizas que sólo obedecen a la tendencia del día y el consumo de pánico viral.
Caemos por el propio peso de nuestras compulsiones, caprichos, arrebatos autodestructivos y, como se puede suponer, sensibilidad a tope, autoestima que depende de la opinión o actitudes externas atrapadas en lo que se supone políticamente correcto, algo así como un barco de papel en medio del torbellino envolvente del desagüe del sanitario.
En este caso, parece que la gente tiene la consistencia del mazapán, hechos para mirarse de lejos, vulnerables ante cualquier presión o frustración y siempre al borde de terminar hechos polvo por culpa “de los demás”. Aquí cualquier opinión en contra o simplemente distinta a la propia es razón suficiente y necesaria para sentirse ofendido y atacado, la verdad es ofensiva cuando no peligrosa y la realidad es suplantada por la apariencia.
Se aspira a una sociedad libre, democrática en lo que cabe, incluyente y libre de prejuicios y ataduras que afecten “el libre desarrollo de la personalidad”, entendido como el triunfo del poder soberano de la subjetividad sobre las limitaciones de la objetividad, porque ¿para qué sirve el “es” cuando tenemos el “quiero”.
En este punto, podemos ser capaces de enfrentarnos a la realidad y rechazarla por no encajar en nuestros deseos y expectativas, ya que negar la naturaleza de las cosas puede ser eventualmente placentero, gratificante para el individuo, pero la realidad no es terreno de chantajes, amenazas o sobornos.
Pero usted se preguntará a qué viene este rollo, y le comento un caso curioso. Recientemente la creadora de Harry Potter, J. K. Rowling, fue duramente criticada por haber manifestado que una mujer transgénero no era realmente una mujer, y la censura llegó al grado de que los chicos del elenco de su famosa saga la criticaron por su opinión, así que optó por no asistir al publicitado reencuentro de los protagonistas.
Parece que la Santa Inquisición resucita por razones de sexo (la narrativa oficialmente sostenida por el mundo anglosajón prefiere la palabra “género”) y está fuertemente inclinada a desacreditar y quemar con leña verde a los herejes, a los críticos de la nueva moralidad basada en la emotividad e inclinaciones de los sujetos y que ahora se ha convertido en precepto legal en varias naciones de Occidente.
Sin duda, cualquier ser humano merece respeto, pero la idea de sí mismo no necesariamente debe influir en el criterio del resto de la humanidad; pero, siguiendo con el caso referido, la afirmación de la señora Rowling se basa en la evidencia biológica de que una mujer es anatómica y fisiológicamente distinta a un hombre y segrega hormonas que le aportan características distintas y propias de su sexo.
Ahora, si algún hombre se percibe como mujer y recurre a la terapia hormonal, a la cirugía plástica que le quita aquí y le pone allá, no por eso biológicamente es una mujer. ¿Una mujer transexual puede menstruar y embarazarse? Hasta el momento, la ciencia médica no ha llegado al punto de corregirle la plana a la naturaleza.
El hecho de que la sociedad establezca o modifique normas legales en favor de los derechos de las minorías no modifica en absoluto la realidad objetiva de que el nacimiento de un hombre o una mujer sigue siendo un asunto biológico, y no necesariamente legal.
Por otra parte, los derechos humanos son de carácter general y no producto de subjetividades, caprichos o situaciones personales, sino sociales e históricas, y deben sustentarse y responder a las necesidades de los seres humanos en un contexto social determinado, como lo son, por ejemplo, los derechos de la infancia, de la mujer, de la tercera edad, o de los discapacitados.
El atacar a alguien por la expresión de sus ideas y convicciones es contrario a la pluralidad, el respeto y la tolerancia conque se deben recibir las opiniones que difieren de las nuestras; de otra manera nos encontraríamos en una sociedad autocomplaciente, sectaria, excluyente y represiva, La tolerancia debiera ser de doble vía, tanto para quienes defienden como para los que cuestionan a los hombres que se sienten y asumen como mujeres.
J. K. Rowling expresó libremente su opinión y fue acusada de “transfobia”, ganando la eliminación de su nombre en uno de los edificios de la escuela Boswells de Chelmsford donde estudió, además del repudio de los actores principales de Harry Potter, lo cual constituye una falta de respeto y un ataque a su libertad de expresión (El Universo/entretenimiento, 7-01-2022).
En este punto, es necesario preguntarse si estamos en una sociedad donde va a predominar una especie de imperialismo sexual, de ideología basada en una concepción rara y opresiva de lo que son los derechos humanos, apuntalados en lo que se ha dado en llamar el “libre desarrollo de la personalidad”, pero que no acepta opiniones distintas y excluye a los que disienten.
¿La imposición de ideas basadas en la conveniencia, aspiración o percepción de los individuos debe considerarse como algo generalizable y defendible como valor y necesidad social? ¿Las diferencias físicas entre hombres y mujeres, digamos el hardware humano de nacimiento, se debe cambiar a voluntad, someterse a asambleas o definir en los juzgados? Parece que la esfera de lo personal e íntimo se sobrepone a lo biológico, lo público y social. Veremos en qué termina este asunto, sin olvidar que la regla de oro en las relaciones humanas debe ser el respeto a la diferencia.
José Darío Arredondo López