En los últimos años hemos sido testigos de pequeños grandes avances en pro de los derechos de los animales y poco a poco se les reconoce como seres sintientes, y aunque el término puede sonarnos extraño –pues proviene del inglés sentience- lo podemos definir como la capacidad de sentir o tener sensibilidad y conciencia, es decir, que los animales al igual que nosotros, están dotados de esa capacidad de percibir el mundo que los rodea y de sentir dolor o felicidad, por ejemplo.
A través de una reforma a su Código Civil y otras dos leyes, en días recientes España ha otorgado este reconocimiento a aquellos animales denominados mascotas, que básicamente se refiere a perros y gatos o aquellos animales que han sido adaptados a la vida doméstica y como compañía de los humanos, por lo que tendrán en adelante una figura jurídica que los diferenciará de los bienes materiales como lo son en la mayoría de los sistemas jurídicos del mundo, por lo que serán considerados “seres vivos dotados de sensibilidad”, y con ello se les reconocerá legamente como miembros de la familia.
Bajo esta nueva figura se regulará por ejemplo la custodia compartida de animales en el caso de divorcio o separación, pues en países como España se han presentado varios casos de este tipo que han recorrido un sinfín de instancias judiciales para poder lograr fallos a favor de quienes buscan la custodia de animales a raíz de procesos de divorcio, asimismo se contempla que puede preverse la tutela del animal en el testamento en caso de fallecimiento y que no pueden ser embargados o hipotecados como sucede en la mayoría de las legislaciones, pues son considerados como bienes semovientes.
Este reconocimiento sin duda representa un paso más en el reconocimiento de los derechos de los animales, sin embargo, el reconocimiento debe hacerse extensivo a todas las especies, aquellos que son cazados, los que viven presos en los zoológicos, los que sufren a diario en la experimentación científica y los que tristemente explota la industria ganadera para su consumo.
Todos los animales tienen interés en vivir, todos los animales reconocen su realidad, quizás no exactamente como nosotros lo hacemos, sino en sus propios términos, pero es innegable que su derecho a la vida y a la libertad, a nosotros como especie -tristemente dominante-, nos corresponde defenderlo y salvaguardarlo.