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miércoles, septiembre 11, 2024

Fernando Robles y la pintura de lo invisible

Bruno Ríos
Bruno Ríos es doctor en Literatura Latinoamericana por la Universidad de Houston. Escritor, académico y editor.

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Una de las preguntas más relevantes que plantea la filósofa e historiadora del arte francesa Marie-José Mondzain es: ¿Qué nos hacen hacer las imágenes? Si en el pasado, en especial a través del triunfo del cristianismo hace casi dos mil años, le concedimos a la imagen un poder para visibilizar nuestras pasiones como si fueran un depositario no sólo de la fe de la comunidad de los creyentes sino de la divinidad misma, ahora le asignamos el poder de hacernos hacer algo.

Ahí está la inmensa discusión mediática cada vez que tenemos actos de violencia algo inexplicables, aunque sean cotidianos. La pregunta vuelve siempre: ¿qué estamos consumiendo ahora que no consumíamos antes? Sobre todo, algunos opinólogos se van con la corriente de asignarle una correlación a la inmensa cantidad de imágenes que nos rodean con los actos cotidianos que repudiamos de forma moral. La violencia vende y también nos sentimos culpables por reproducirla. Esa es la paradoja inescapable.

Sin embargo, lo más productivo de pensar sobre la imagen visual como tal, ya sea en una pantalla o en un lienzo, es que es imposible pensarla sin el lenguaje. Las imágenes, dice Mondzain, existen sólo a través de los gestos y las palabras que las describen o las construyen, aunque también puedan deshonrarlas o destruirlas. No existe la imagen, pues, sin el discurso que la piense.

Las imágenes que ha producido Fernando Robles – a quien no nos equivocaríamos en considerar el mayor pintor de Sonora – en su último libro El otro virus, que además cuenta con textos muy lúcidos de Elena Poniatowska y Javier Rivas, son violentas no por el contenido que las informa. Son violentas en la medida en la que nos interpelan como seres humanos, como sujetos, no como espectadores.

Tengo que admitir que no he visto aún las piezas originales de esta colección de sombras humanas que habitan las páginas físicas del libro que por fortuna tengo entre las manos, pero aunque sean aproximaciones imperfectas puedo ver ahí la presencia del acto creador de Robles. Creadas justo al inicio de la pandemia y por ende el título sugerente de la colección, las piezas se nos presentan como una variedad de sombras intercaladas en las páginas plegables.

Son siluetas humanas y no humanas a veces, manchas de tonos oscuros que me recuerdan a los colores sólidos y lúgubres de Mark Rothko en su etapa más tardía. En este caso, importa verlas desde la perspectiva del pintor, que es además la perspectiva de todos nosotros, aunque no nos demos cuenta. Su audacia reside en saber ver lo invisible.

Todos los hemos visto. Están ahí debajo de los puentes y en el jardín público de la Ciudad de México, pero también bajo los yucatecos maltrechos de la Plaza Zaragoza en Hermosillo. Están en Praga y en París; en Londres y Nueva Delhi; en Tokio y Nueva York; en Houston y Honolulu. Por todas partes están infectados con el otro virus de nuestra imposibilidad de verlos. Pero los vemos. Y esa es su violencia.

Las sombras de Fernando Robles, el otro virus, es ese que siempre hemos tenido en la indiferencia por el otro. Son los sin-casa de nuestras calles que se nos aparecen con un perro feliz, con el hambre cotidiana de no tener nada, con las manos vagabundas y la piel enrojecida por el sol. Son nuestros pobres del mundo que siguen rondándonos después de que hacemos como que no los vimos.

La violencia de las imágenes de Fernando Robles, que nos llegan desde un lugar que es todos los lugares, está en el hecho de que el indigente es siempre la víctima de la invisibilidad. Es una imagen que resuena en nosotros porque se niega a que la dejemos de ver, a que le pongamos los ojos ahora cuando se los huimos a quienes piden una moneda en un crucero. Son imágenes que nos dejan mudos, que existen en el momento en el que escribo estas palabras para que alguien más las vea de otro modo.

Bruno Ríos es Doctor en Literatura Latinoamericana, profesor de lengua y literatura hispánica y escritor. Twitter: @brunoriosmtz

Aviso

La opinión del autor(a) en esta columna no representa la postura, ideología, pensamiento ni valores de Proyecto Puente. Nuestros colaboradores son libres de escribir lo que deseen y está abierto el derecho de réplica a cualquier aclaración.

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