Hermosillo, Sonora.- Durante las primeras jornadas de vacunación en Hermosillo, María Regina trabajaba en el exterior, entre los carros que transportaban a adultos mayores. Era la encargada de tomar datos, rellenar formularios y dar indicaciones, pero el calor del día, combinado con el de los motores en marcha, hacían que la jornada fuera mucho más pesada. Sin embargo, ser voluntaria en un proceso tan importante para el país, es lo que la ha motivado en todo momento.
María Regina Arellano Fonseca, de 18 años, colabora en el centro de vacunación contra covid-19 ubicado en la Universidad de Sonora, institución donde también es estudiante de Ingeniería Biomédica.
“La verdad, ha sido muy bonita experiencia”, dijo María Regina, “me gusta platicar con la gente y, honestamente, se siente muy bonito; te agradecen, porque es un servicio social el que estamos haciendo nosotros aquí y es lo que más me gusta”.
Su primera participación fue en la aplicación de la segunda dosis de la vacuna AstraZeneca para adultos mayores en el centro universitario de atención vehicular, donde las personas no tenían la necesidad de bajarse de los carros, pues se tenía la intención de facilitarles el acceso. Con esta dinámica, se trabajó en una ruta diseñada en las calles internas y estacionamiento multinivel de la universidad, bajo temperaturas elevadas.
Luego trabajó con las personas de 50 a 59 años y, finalmente, le tocó atender esta nueva jornada con las personas de 40 a 49, del 28 de junio al 3 de julio.
En esta última, las condiciones son completamente distintas: se habilitó el Centro de las Artes, con un edificio refrigerado, muchas sillas y, aunque ahora se accede a pie y no en vehículos, ha resultado mucho más cómodo para todos.
“Las primeras brigadas sí fueron un poco difíciles, por el hecho de que hubiera muchos carros prendidos”, explicó la voluntaria, “entonces, el mismo calor que generan los carros y estar ahí en un lugar tan sofocante, era algo difícil, pero ahora ya está muy a gusto, con el aire”.
María Regina llegó a participar en las jornadas por invitación de una de sus maestras y es una de los 120 voluntarios divididos en dos turnos para la captura de datos y observación de personas vacunadas, pues son el enlace con el personal de salud encargado de vacunar, vigilar y atender posibles reacciones luego de recibir la vacuna.
Ella empieza su jornada desde antes de las 6:00 de la mañana, cuando se alista, desayuna y sale de su casa hacia el centro de vacunación que arranca operaciones a las 7:00. Ahí se encarga también de darle tranquilidad a la gente que le pregunta qué hacer en caso de tener alguna reacción adversa o instruirles sobre cómo convencer a sus familiares que desconfían de las vacunas.
“Les digo que no se preocupen, que es confiable y que es mejor vacunarnos”, agregó María Regina, “lamentablemente, se ha muerto mucha gente por covid y muy pocas personas que se han vacunado, entonces, es mejor vacunarse que no hacerlo, ya para llegar a una normalidad parecida a como antes solía ser”.
Al terminar cada jornada, es cuando siente el verdadero cansancio, sin embargo, la satisfacción de ayudar a la comunidad va más allá de cualquier cosa.
“El hecho de servir a la comunidad se me hace muy satisfactorio”, concluyó, “entonces, siento que, si una persona es voluntaria, no debe de buscar algo más allá, sino estar aquí porque quiere o porque le nace. Al terminar es cuando me llega el cansancio, pero es mayor la satisfacción de ayudar”.