Un estudio del Centro de Investigación en Alimentación y Desarrollo (CIAD) analizó la relación entre el nivel de ingreso y el consumo de alimentos con baja calidad nutrimental en los hogares mexicanos y sonorenses.
Es sabido que los patrones alimentarios de la población mexicana empezaron a transformarse cuando las empresas transnacionales de la industria alimentaria iniciaron su expansión por el mundo, desde antes de la década de los cincuentas. Sin embargo, este cambio se exacerbó con la urbanización de las zonas rurales, el inició del proceso de globalización y la incursión de la mujer en la actividad laboral.
Carlos Borbón Morales, profesor investigador de la Coordinación de Desarrollo Regional del CIAD, quien dirigió este estudio en el marco de la tesis de maestría de Juan Carlos Guimond Ramos, explicó que las personas que perciben menores ingresos tienen mayores dificultades económicas para acceder a una alimentación de calidad y optan por alimentos económicos, los cuales tienden a tener un número alto de grasas y azúcares y provocar perjuicios para a la salud.
Debido a lo anterior, dijo, el objetivo de esta investigación fue determinar la cantidad del gasto monetario, por medio de estimaciones comparativas de la Encuesta Nacional de Gastos e Ingreso en el Hogar (2016 y 2018), destinado a alimentos y su correlación con el nivel de ingreso de los hogares mexicanos y sonorenses, el cual ha sido poco estudiado a nivel nacional y estatal.
Como parte de los hallazgos, mencionó que, en México, así como en Sonora, la población con menos recursos dedica casi el 60% de sus ingresos a la alimentación, según datos de 2018, cifra que era del 45% en 2016, lo cual refleja una pérdida del poder adquisitivo a causa de la inflación. Mientras que la clase media gasta el 28% de sus ingresos en comida y el sector con mayores ingresos solo el 12%.
Agregó que destaca como una cifra preocupante el gasto que el sector más vulnerable dedica a refrescos y bebidas azucaradas, que es casi del 10% de sus ingresos. Asimismo, de 2016 a 2018, este segmento manifestó incrementar su presupuesto familiar en frituras, pan, galletas y botanas en general.
Desafíos y expectativas
Borbón Morales indicó que, aunque no fue uno de los objetivos del estudio, existe basta evidencia de que la población de menores ingresos que lleva una inadecuada alimentación tiene mayor propensión a desarrollar padecimientos como obesidad, diabetes e hipertensión. Aunado a esto, añadió, estas personas cuentan con menor accesibilidad a servicios de salud de calidad y a información sobre una dieta saludable.
Globalmente son varios los desafíos que la sociedad y gobierno deben de sortear al respecto, mencionó. El modelo de negocio de la industria alimentaria es predominantemente obesogénico, además de que la mercadotecnia promueve estilos de alimentación pocos saludables, por lo que es necesario fortalecer la educación del individuo para tomar decisiones que beneficien su salud, así como establecer impuestos que graven productos con alto contenido calórico con el fin de reducir su consumo, tal como recomienda la Organización Mundial de la Salud.
Por último, compartió que la contribución del nuevo conocimiento que ha generado este estudio radica, principalmente, en la reclasificación de un catálogo de productos con alto contenido energético, con base en análisis previos de investigadoras de la Coordinación de Nutrición del CIAD y en la comparación entre deciles socioeconómicos en México y en Sonora, información que pudiera servir de pilar para el diseño de políticas públicas.
En Sonora, personas con menos ingresos gastan el 10 % en bebidas azucaradas, y otra parte en frituras, pan, galletas y botanas: CIAD
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