Pocas veces he visitado una librería que esté atiborrada por la última obra o novela de moda, sin embargo, recuerdo bien la primera vez que presencié este cautivante fenómeno publicitario, porque fui presa del mismo.
En ese entonces vivía en Monterrey y pasando frente a una librería que se encontraba cruzando avenida Garza Sada, justo a la altura del edificio de Rectoría del Tec, decidí entrar porque llamó mi atención el título que tapizaba la fachada y algunos estantes, “La posibilidad de una isla” del constantemente promocionado como misántropo, Michel Houellebecq.
Lo compré, lo empecé y nunca lo terminé. Regresó conmigo a Hermosillo, después me acompañó cuando me mudé al D.F. en 2007 y, entre 2010 y 2012, un tío me lo pidió prestado y no creo que lo vuelva a ver –me refiero al libro-.
Pero dejemos de lado al misántropo que posteriormente aprecié por su “Ampliación del campo de batalla” y regresemos a los forzados éxitos de venta; la tercera o cuarta vez que me encontré en situación semejante fue en 2015 con “Don Camaleón”, de Curzio Malaparte.
Esa vez fue en “El Sótano” de Miguel Ángel de Quevedo, llamó mi atención la impresionante cantidad de copias de ese título aún desconocido para mí, que Tusquets había puesto a la vista en tan solo una sucursal.
Aquella ocasión la publicidad fracasó. Pasó el tiempo y el año pasado lo encontré al rebajado precio de $99 pesos. Lo que de cualquier forma no significó nada, porque llegué a casa y lo coloque en la repisa del librero que corresponde a los “próximos a leer”, donde aguardaba junto a otros 40 o 50 libros, hasta que la semana pasada lo saqué de ese limbo.
Entre los contrincantes estaban novelas de culto como “La novela luminosa” y “Solenoide”; experimentales como “El barrio y los señores” y la encargada a domicilio, “Memorias póstumas de Brás Cubas”; clásicos como “Gargantúa y Pantagruel” o “El Decamerón”, o diarios importantes como lo son el de Pizarnik, Pavese y Gide.
Visto en retrospectiva, es un tanto irónico que haya tomado ese libro porque cualquiera de los otros llamaba más mi atención, pero habiéndolo concluido fue una afortunada casualidad regresar a la novela de narración clásica con esta grata sorpresa.
Este autor forma parte del nutrido grupo de escritores de los que nunca hablo y recomiendo poco, pero nunca decepcionan. Además de ser hombres de letras, eran hombres de acción; individuos como Kundera, Chateaubriand, Lampedusa y Malraux, que experimentaron la política desde la teoría y la praxis.
Hijo de padre alemán y madre italiana, Kurt Erich Suckert nació en Italia el 9 de junio de 1898 y se dedicó al periodismo, la literatura y la diplomacia. Después cambió su nombre para firmar como Curzio Malaparte cuando empezó a publicar su obra.
Se escapó de la escuela en 1914 para alistarse al ejército francés y poder combatir en la Primera Guerra Mundial, integrándose a la Legión Extranjera Francesa; contaba 16 años. Luego del armisticio, estudió en la Universidad de La Sapienza y se integró a las filas del Partido Nacional Fascista; en 1922 participó en la Marcha sobre Roma, organizada por Benito Mussolini.
Il Duce lo tenía en buena estima hasta que ya no; Malaparte era equiparado a Talleyrand, y aunque algunos consideramos eso tremendo halago, una cantidad equiparable de personas lo consideran un tremendo agravio.
En 1931 escribió “Técnica del golpe de Estado”, en el que atacó a Adolf Hitler y resultó en su expulsión del partido fascista y que lo condenasen al ostracismo. Posteriormente fue encarcelado por el Régimen en innumerables ocasiones.
La novela es narrada en primera persona por un personaje involucrado en los hechos y que evidentemente es Curzio Malaparte. Abre con un párrafo en el que se pregunta por la verdadera existencia de animales considerados fantásticos y que pueden ser equiparables al hombre político, como el basilisco, los dragones, las salamandras y los camaleones.
Después tiene un encuentro ficticio con Mussolini, en el que conversan sobre la posibilidad de existencia de estos animales de rara especie, cuando de pronto aparece un camaleón y el autócrata le pide a Malaparte, lo tome bajo su tutela y lo eduque para desenvolverse en el mundo político.
El narrador decide que el responsable de la educación del bicho será Sebastiano, un amigo suyo y pedagogo. Optan por llevarlo a la biblioteca de este último y recitarle algunos pasajes de grandes pensadores como Sócrates, Aristóteles, Plinio, Plutarco, Ovidio, Bodino y Séneca.
Con el paso del tiempo, el camaleón empieza a hablar y se dan cuenta que puede aprender de los libros solo con posarse sobre ellos, mimetizando las ideas de los autores; es así como absorbe a Pascal, Montaigne, Voltaire –su favorito-, Fedro, Esopo, La Fontaine, Descartes, Leibniz, Bacon, Hobbes, Galileo, Rousseau, La Bruyère, Spinoza, Saint-Simon, Chamfort y el Cardenal Mazzarino. Imaginen que nuestro sentido del tacto nos diese esa capacidad.
Total que el camaleón se convierte en Don Camaleón, un verdadero hombre político. Casi toda la novela trata sobre el proceso de evolución del animal en un animal político, es decir, en uno que gracias a su capacidad de raciocinio es capaz de vivir en convivencia con otros de su especie a los que detesta.
Los últimos tres capítulos son el desenlace de la historia, el enfrentamiento entre Don Camaleón y Benito Mussolini. El capítulo más importante, o tal vez solo mi favorito, es en el que el camaleón da un discurso en el Parlamento y en el que el escritor refleja su pensamiento político, que en gran parte comparto.
También se mencionan dos obras que son, supuestamente, las que dan lugar a la perversión del camaleón y lo inducen a enfrentarse a Mussolini y a la Italia entera, estas son “Introducción a la vida devota” de Francisco de Sales y la “Imitación de Cristo” de Tomás de Kempis. Lo señalo porque considero que el entendimiento del hombre político es importante acercarse a múltiples literaturas que en ocasiones son vistas con prejuicios por lectores románticos.
Por último, quiero resaltar la talante camaleónica de la novela, debido a su capacidad de mimesis con los géneros y estilos literarios; puede ser leída como novela política, histórica, sociológica; como crónica; como ensayo teológico-político; como diccionario de ideas políticas, como plan de estudios de filosofía y teoría política, como antología de pensadores políticos, y mi especial favorito, como el canon de lecturas de Curzio Malaparte.