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viernes, noviembre 22, 2024

La recesión mundial y el programa social en México

Germán Palafox
Docente e investigador del Departamento de Economía de la Universidad de Sonora y presidente del Observatorio Ciudadano de Seguridad y Convivencia del Estado de Sonora.

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Primera parte

El capitalismo, en la actualidad, enfrenta al menos tres grandes crisis. Una crisis sanitaria inducida por la pandemia, que rápidamente encendió la mecha de una crisis económica con consecuencias todavía desconocidas para la estabilidad financiera, y todo esto en el contexto de una crisis social que no admite respuesta dentro del paradigma actual. Esta triple crisis ha revelado varios problemas que deben resolverse íntegramente mientras al mismo tiempo se enfrenta la emergencia sanitaria de manera inmediata. De lo contrario, sólo se resolverá un problema en un lugar y se generarán nuevos problemas en otro. A diferencia de 2008, esta no es una crisis financiera sino de personas, producción y bienestar.

Lo que se vive hoy es inédito. El impacto en la economía global de COVID-19 ha sido mucho más rápido y más severo que la crisis financiera mundial de 2008 e incluso la Gran Depresión de 1929. En esos dos episodios anteriores, los mercados bursátiles colapsaron en un 50% o más, los mercados crediticios se congelaron, las quiebras masivas siguieron, las tasas de desempleo se dispararon por encima del 10% y el PIB se contrajo a una tasa anualizada del 10% o más. Pero todo esto tomó alrededor de tres años para desarrollarse. En la crisis actual, los resultados macroeconómicos y financieros igualmente graves se han materializado en tres semanas. Sí, tan solo en tres semanas.

A principio del mes de marzo el mercado de valores de EEUU tardó solo 15 días en caer en un 20% siendo esta la disminución más rápida de la historia. Ahora, los mercados han caído un 35%, los mercados de crédito se han inmovilizado y los diferenciales de crédito (como los de los bonos basura) han aumentado a niveles de 2008. Incluso las principales empresas financieras como Goldman Sachs, JP Morgan y Morgan Stanley esperan que el PIB de EE. UU. caiga una tasa anualizada del 6% en el primer trimestre y del 24% al 30% en el segundo. Además, algunos especialistas estiman que la tasa de desempleo podría dispararse por encima del 20% (el doble del nivel máximo durante la crisis financiera 2008).

En otras palabras, cada componente de la demanda agregada (consumo, inversión, exportaciones) está en caída libre, situación sin precedentes. La mayoría de los analistas han estado anticipando una recesión en forma de V, con una caída brusca de la producción durante un trimestre y luego recuperando rápidamente el siguiente, ahora debería quedar claro que la crisis de COVID-19 es algo completamente diferente.

La contracción que ahora está en marcha parece no tener forma de V ni de U ni de L (una fuerte caída seguida de un estancamiento). Más bien, parece una I: una línea vertical que representa los mercados financieros y la economía real cayendo en picada. Una nueva letra aparece en la explicación de la crisis de la pandemia.

Ni siquiera durante la Depresión de 1929 y la Segunda Guerra Mundial, la mayor parte de la actividad económica se cerró literalmente, como lo ha hecho hoy en China, Estados Unidos y Europa. El mejor escenario sería una recesión que sea más severa que la de 2008, pero de duración más corta, permitiendo un retorno al crecimiento positivo para el cuarto trimestre de este año. Estamos ante una crisis de efectos severos pero transitoria en el corto plazo.

La crisis de la COVID 19 está exponiendo todavía más defectos en las estructuras económicas, en particular la creciente precariedad del trabajo, debida al surgimiento de la economía digital y a décadas de deterioro del poder de negociación de los trabajadores, así como la inequitativa distribución del ingreso. Si bien los gobiernos están dando alguna ayuda a los trabajadores formales, los trabajadores de la economía informal, que es una proporción insignificante en los países desarrollados, como los autoempleados podrían quedar abandonados a su suerte. La relación cambia en países en vías de desarrollo ya que los trabajadores de la economía informal superan a los formales, como es el caso de la economía mexicana.

Otro de los grandes defectos, que ha esclarecido la pandemia, es el sistema de salud público, tanto en países desarrollados como en vías, ya que fue brutalmente desmantelado por el capitalismo salvaje y hoy no puede responder a los efectos de la pandemia desde una visión social debido a su proceso de privatización de los últimos 30 años.

Por otra parte, los gobiernos de los países industrializados están dando préstamos a las empresas en un momento en que la deuda privada ya se encuentra en un nivel históricamente alto. En Estados Unidos, la deuda total de los hogares justo antes de esta crisis era de 14,5 billones de dólares (1,5 billones de dólares más que en 2008, en términos nominales). Y no olvidemos que un alto nivel de deuda privada provocó la crisis financiera global de 2008.

Por si esto fuera poco un sector empresarial excesivamente “financierizado”, por la bolsa de valores, ha estado extrayendo valor de la economía para premiar a los accionistas con planes de recompra de acciones, en vez de apuntalar el crecimiento a largo plazo invirtiendo en investigación y desarrollo, salarios y capacitación de los trabajadores. Eso dejó a los hogares desprovistos de colchones financieros, lo que les dificulta la activación por el lado de la demanda. Hoy Morgan Chase ha explicado que el consejo de administración muy probablemente considerará suspender el dividendo” como un acto de “extrema prudencia” saben que si actúan al igual que en 2008 se puede complicar la medida. Sin duda los países desarrollados realizar diferentes propuestas de políticas monetarias y fiscales para poder contener los impactos de la pandemia, sin embargo es pertinente realizar la siguiente interrogante ¿Quién rescatará a gobiernos, corporaciones, bancos y hogares en los mercados emergentes como es el caso de México?

Ante los efectos globales de la pandemia   la economía mexicana enfrentará dos grandes impactos: la crisis económica global producto de la pandemia del COVID-19 y la caída del precio del petróleo por el conflicto geopolítico entre la OPEP-Rusia. En este último punto se están llevando reuniones que posiblemente en abril se logre estabilizar el precio del petróleo y permita amortiguar el golpe para los países exportadores de petróleo como es el caso de México

Esto producirá impactos por dos vías en la economía nacional, del lado de la oferta y de la demanda agregada.

Oferta

Por una parte, la capacidad productiva de la economía se verá afectada por la disrupción de las cadenas de suministro globales impactando la producción de exportación y la caída en los niveles de empleo. La duración del aislamiento, voluntario o forzado, de gran parte de la población por un periodo aún indeterminado impactara de manera significativa la capacidad productiva de la economía internacional y la mexicana. Este choque llevará a una disminución de la oferta agregada a corto plazo. Una parte importante de las ensambladoras de autos han anunciado el cierre temporal de sus fábricas incluyendo a Nissan, Volkswagen, Honda, Chrysler, GM, Ford y Audi. El compromiso de estas industrias es pagar entre el 60-70 por ciento de los salarios a los trabajadores en México.

Demanda

La demanda agregada se conforma por el consumo familiar, la inversión privada, el gasto y la inversión pública y las exportaciones En primer lugar, el consumo se verá afectado por los efectos de la crisis sanitaria. El cierre temporal de comercios (como restaurantes, cines, eventos deportivos, tiendas, bares u hoteles) afectando las ventas de los mismos.

Por otra parte, la inversión privada nacional tiene desde 2017 presentando ritmos negativos de crecimiento y ante la incertidumbre global se contrae al igual que la inversión extranjera y las exportaciones. El otro componente de la demanda es el gobierno que puede disponer del gasto, inversión y el crédito como detonante de la demanda en el corto plazo.

Ante esta situación queda la interrogante de como se debería de enfrentar este fenómeno; mediante un modelo social, sin referencia histórica alguna, o un modelo anticíclico “similar” al implementado por los países desarrollados.

En la segunda parte se abordará la argumentación de ambas  propuestas.

Aviso

La opinión del autor(a) en esta columna no representa la postura, ideología, pensamiento ni valores de Proyecto Puente. Nuestros colaboradores son libres de escribir lo que deseen y está abierto el derecho de réplica a cualquier aclaración.

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