Como muchas personas en México, escuché con expectativas -ya cada quien que diga si muchas, pocas, o ninguna- el mensaje que dio el presidente López Obrador en Palacio Nacional el domingo por la tarde. Al final, me quedé pensando en las anteojeras que algunos caballos de carrera usan para correr más rápido sobre un carril.
Seguro sabe a qué me refiero: esas como máscaras o capuchas de tela que le ponen a algunos equinos para hacer que se concentren en el camino que está por venir. Leía en una página especializada en equinos que en algunos ejemplares de caballos pura sangre se logra que den tiempos más rápidos, que no se estresen y sobre todo que no se distraigan.
En la metáfora, el presidente López Obrador es sin duda un gran caballo pura sangre. Pese a que muchos no le apostaron a que triunfaría en muchas ocasiones, lo hizo. Y por mucho. Sobre todo recorrió mentalmente, una y otra vez, la carrera con toda prisa, como ha demostrado desde que inició el sexenio, de lo que haría al llegar al gobierno. Lo dijo desde el principio: tengo prisa. Voy a hacer un sexenio en dos. Y así trabaja: sin descanso, como nadie.
Lo malo es que en la pista de pronto surgió un hoyo. Enorme. No es un pequeño bache. Es más, es casi casi un abismo que afecta a todos los caballos de carreras de todos los países del mundo. Nadie puso ahí este abismo-crisis llamado COVID-19 para él. Pero si no lo ve así, no sólo perderá el ritmo de su carrera, sino tiene peligro de desbarrancarse.
Es un hombre muy claro en lo que quiere y absolutamente nadie puede decir que nos engañó y está haciendo lo que planeó hacer (quizá salvo en el caso del cambio de retirar el Ejército de las calles y crear la Guardia Nacional). Basta releer su libro “2018. La Salida”: ahí está todo.
Lo que llama la atención ahora es que perdió ese sentido maravilloso que tenía para ‘oler’ lo de que la gente quería de él. Para darle vuelta a todo momento negativo, para percibir las trampas y hoyos que le iba poniendo la historia. Para ser ese mago de la comunicación.
El discurso que dio el domingo parecía eso: de caballo con anteojeras que no ve el abismo que está frente a él por la emoción de la carrera que visualizó y no quiere parar. Un hoyo ante el cual están frenando, construyendo puentes (planes económicos) en el resto de las pistas y caballos del mundo.
Me hubiera gustado escuchar a un presidente que le habla al pueblo de manera mucho más empática, con el miedo que están viviendo a perder su trabajo, por ejemplo. A todos los niveles.
En los 51 minutos que duró, pocos minutos dedicó al covid y había algunas contradicciones, sobre todo una.
Era curioso escuchar como nuestro presidente insistía en que era una “crisis transitoria” esto del covid, pero al mismo tiempo decidió citar a varias figuras históricas: sobre todo Franklin Delano Roosevelt, quien dijo había vivido “circunstancias similares” durante la Gran Depresión Mundial de 1929.
Pues eso: si es una circunstancia similar a la de 1929, no será, precisamente “transitoria”. Será algo que marcará su sexenio…y quizá el que venga. Es un tema global.
Si Delano Roosevelt propuso un “New Deal” o “Nuevo Trato” para movilizar a la economía estadounidense ante la crisis, AMLO sigue corriendo sobre su carril.
Se esforzó en recalcar que continuarán los apoyos económicos -pensiones o becas- que llegan ya a 1 de cada 2 familias de México y al 95% de los pobres. Eso es sin duda algo bueno. Que el gobierno seguirá invirtiendo en el país. Bueno también. Que no habrá nuevos impuestos ni aumento de ellos.
El tema es que el camino trazado -que no un plan de contingencia frente a la emergencia- depende de que no se caiga el ingreso fiscal. Es decir, los impuestos que todos pagamos y de que no se pierdan empleos. Si cae la economía (como pasó en 1929), es como hacer un castillo en el aire. Ojalá me equivoque.
La reducción -otra vez- de altos sueldos a funcionarios (que ni tan altos son ya) o cancelar aguinaldos (que están en la ley, supongo que pronto deberán presentar una reforma a la ley o enfrentarán amparos) habrá que calcularla. Pero no es, en ningún sentido, el tamaño del esfuerzo económico que se está planteando en otros países.
Suena bien lo de los microcréditos, pero de nuevo necesitamos más datos. Si bien queda claro que no dará apoyos a grandes empresas, a este país lo sostiene el 60% de las micro y pequeñas empresas del país.
En fin. Me pareció para la historia la imagen inicial de la transmisión “La Soledad del Poder”, podría llamarse. Un patio vacío en el que, al final, se escuchó el eco de la voz solitaria del presidente que decía “Viva México”.
Lo único que sí quiero saber es qué come el presidente para ser tan optimista. Que dé la receta. Cuídese mucho.