En la actualidad, las terapias asistidas con animales no dejan de extenderse dando grandes resultados. Los perros de servicio son un estímulo eficaz para los niños con autismo. No faltan tampoco las residencias de ancianos que, de modo regular, reciben la vista de perros entrenados que ofrecen ese afecto desinteresado y esa interacción a la que responden tan bien los ancianos con demencia.
Ahora bien, tampoco podemos olvidar que en un ámbito más cercano y menos clínico, las mascotas siguen siendo unas figuras de apego indispensables. De hecho, según un estudio llevado a cabo en el 2011 y publicado en el Journal in Research of Personality,este tipo de apego es uno de los más saludables y positivos a todos los niveles: tanto físico, emocional o cognitivo.
Un animal comoun gato o un perro sabe muy bien cómo conectar con su «humano» a través de la mirada. Ese toque mágico e inesperado para quien no ha tenido nunca una mascota es algo sorprendente. Al instante, surge la clásica frase de: “si parece que me entienda de verdad”
Un animal no conocerá el origen de tus problemas ni la razón de tus decepciones o frustraciones. Tampoco te dará solución alguna a tus dudas existenciales. Ellos, se guían solo por tus emociones presentes, por ese “aquí y ahora” donde identificar al instante tus alegrías o tus tristezas. No les importa nada más, solo que seas receptivo a sus estímulos, a sus gestos, a sus necesidades, juegos y carantoñas.
Porque al fin y al cabo, lo que de verdad importa en esta vida es eso, estar bien, estar en calma y tener a buenos amigos a nuestro alrededor. Tanto con los de dos como con los de cuatro patas.
Por eso la reciprocidad debe ser mutua, ellos nos ayudan con su compañía por lo que nosotros debemos respetar a los animales como una obligación y saber que amarlos es un privilegio.
Fuente: La mente es Maravillosa