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viernes, abril 26, 2024

La segunda vuelta electoral, ¿la mejor opción de legitimidad?

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En días pasados un diputado del PAN en el Congreso de Estado propuso el sistema electoral de mayoría absoluta con segunda vuelta electoral para la elección del titular del poder ejecutivo estatal y de los presidentes municipales, como una medida para generarles mayor legitimidad electoral.

El tema no es nuevo en nuestro país; hace algunos años, y con el mismo argumento de asegurar una mayor legitimidad de origen o electoral a los presidentes, algunos académicos, actores de la vida política, y hasta los presidentes Vicente Fox y Felipe Calderón propusieron instaurarlo en la elección presidencial, y más recientemente Jaime Rodríguez Calderón, gobernador de Nuevo León, también lo propuso para la elección del gobernador en su entidad.

Los sistemas electorales de mayoría

A excepción de EEUU, cuna del régimen presidencial y país en el que la elección presidencial es indirecta, a través de un Colegio Electoral conformado por 538 electores, en los regímenes presidenciales del continente americano la elección presidencial es directa y se lleva a cabo a través de sistemas electorales de mayoría. Ahora bien, dependiendo de la mayoría que se requiera, el sistema puede ser de tres tipos:

  1. Sistema electoral de mayoría simple o relativa. Con este sistema, el candidato con más votos, sin importar el porcentaje que represente de la votación total, es el ganador de la elección, y es el sistema que se aplica en nuestro país para la elección de presidente de la República, gobernadores y presidentes municipales, aunque la elección de éstos últimos se lleva a cabo a través de planillas, ya sea incluyendo en la planilla a los candidatos a síndico y de la mayor parte de los regidurías, como es el caso de los municipios de nuestro Estado, o solamente incluyendo al candidato a la sindicatura, como es el caso de municipios de otras entidades. En un próximo artículo analizaremos los sistemas electorales municipales.
  2. Sistema electoral de mayoría absoluta. En este sistema, para que exista un ganador de la elección es necesario que uno de los candidatos obtenga una mayoría absoluta de votos (50 % más 1), y presenta dos variantes:
  • a). Con segunda vuelta electoral. En esta variante se prevé una segunda vuelta electoral. El sistema funciona de la siguiente manera: si en la primera elección ninguno de los candidatos logra la mayoría absoluta de los votos, se lleva a cabo una segunda elección con los dos candidatos que obtuvieron más votos en la primera vuelta electoral, por lo que al ser una elección sólo entre dos candidatos, y a excepción de empate, uno de ellos obtendría esa mayoría. Es el sistema que el diputado estatal panista propuso para Sonora.
  • b). Con voto alternativo. Este tipo de voto, sin necesidad de movilizar al electorado en una segunda vuelta electoral ni incrementar el costo de las elecciones, también garantiza una mayoría absoluta de votos para alguno de los candidatos. Como lo señalan Josep M. Vallés y Agustí Bosch, con el voto alternativo, en una sola votación o vuelta electoral se reúnen las dos operaciones previstas en el sistema electoral con segunda vuelta electoral.

Es como una segunda vuelta electoral inmediata, que de ser necesario que se lleve a cabo, se hace con la misma papeleta y sin necesidad de que los electores acudan una vez más a las urnas. Funciona de la siguiente manera: en primer lugar, el elector indica en la papeleta a su candidato preferido, y a continuación señala un orden de prioridad entre los demás candidatos.

Si uno de los candidatos logra la mayoría absoluta de las primeras preferencias expresadas por los electores se convierte en ganador. De no ser así, se procede a eliminar al candidato que obtuvo el menor número de primeras preferencias, trasladando las segundas preferencias que fueron señaladas por los electores en esas papeletas, a sus respectivos destinatarios.

Si con este primer traspase de segundas preferencias alguno de los candidatos logra la mayoría absoluta se convierte en el ganador de la elección; de no ser el caso se repite la operación con el siguiente candidato que obtuvo menos primeras preferencias, y así sucesivamente hasta que alguno alcance la mayoría absoluta de los votos. En la siguiente tabla tenemos un ejemplo del voto alternativo:

Resultado de elección de Alcalde (Mayor) de Londres de mayo del 2016

  • 3. Sistema electoral de mayoría relativa calificada con segunda vuelta. Este sistema también incluye la posibilidad de una segunda vuelta electoral, pero a diferencia del sistema anterior, en la primera vuelta electoral uno de los candidatos puede resultar ganador de la elección sin necesidad de alcanzar la mayoría absoluta de votos, siempre y cuando logre obtener el porcentaje de votación determinado en la ley, que obviamente es menor al 50 %. Así por ejemplo para la elección presidencial en Costa Rica y Argentina esos porcentajes son de más del 40 % y más del 45 %, respectivamente, y si ninguno de los candidatos alcanza esos porcentajes de votos se realiza la segunda vuelta electoral. Ahora bien, en algunos casos en la primera vuelta electoral se puede incluso ganar la elección con un porcentaje menor de votos, siempre y cuando entre el candidato más votado y el que le sigue en votación exista una determinada diferencia porcentual de votos. Así por ejemplo en el caso de Argentina el porcentaje mínimo de votos requerido es del 40 % y la diferencia mínima debe ser superior a diez puntos porcentuales.

La segunda vuelta electoral, garantía de mayor legitimidad electoral?

Con un porcentaje de votos de mayoría absoluta que se obtiene con la segunda vuelta electoral, la primera impresión es que ésta incrementa la legitimidad electoral del ganador, algo que en realidad pudiera no ser así, ya que en última instancia depende de ciertos factores, como el tipo de votación que se considera para obtener los porcentajes de votos de los dos candidatos de la segunda vuelta electoral, y del abstencionismo que se registre.

Si la votación que se considera es la votación total, incluidos los votos nulos o en blanco, existe la posibilidad de que ningunos de los dos candidatos obtenga la mayoría absoluta, pues puede presentarse un considerable porcentaje de esos votos que impidan que uno de los candidatos alcance mayoría absoluta, y no considerar esos votos nulos o en blanco, dependiendo de su magnitud, podría producir una mayoría absoluta irreal, simulada. Y en cuanto al abstencionismo, si éste es muy alto en la segunda vuelta electoral, pudiera ser que el ganador, aun cuando gane con mayoría absoluta de votos, realmente obtenga un apoyo electoral o una cantidad de votos menor de la que obtuvo el candidato más votado en la primera vuelta electoral.

Esto por el posible incremento del abstencionismo en la segunda vuelta electoral, pues los electores que se quedaron sin su candidato para la segunda vuelta pudieran desincentivarse para votar en la segunda vuelta, aunque también pudieran abstenerse de votar electores simpatizantes de los dos candidatos de la vuelta electoral definitiva, por el costo o gasto que implica acudir de nuevo a las urnas.

Esta situación se presentó hace algunos años en algunos municipios del Estado de San Luis Potosí, entidad en la que para las elecciones municipales del periodo 1997-2003 la ley electoral estatal preveía una segunda vuelta electoral, misma que fue suprimida en el año 2005: en las elecciones del año 2000, en los 18 municipios en los que se llevó a cabo una segunda vuelta electoral se registró una disminución de la participación electoral, presentándose en el municipio capital de San Luis Potosí una baja muy significativo, al pasar de una votación total de 252 mil 521 votos en la primera vuelta, a una de 123 mil 232 votos en la segunda.

En esa elección el partido más votado en las dos vueltas electorales, el PAN, pasó de una votación de 106 mil 027 en la primera vuelta, a una de 68 482 votos en la segunda. Los porcentajes de votos que obtuvo el PAN en esas dos vueltas electorales fueron de 42 % en la primera vuelta, y de 55.6 % en la segunda. Como vemos, ese partido ganó la elección con un porcentaje de mayoría absoluta en la segunda vuelta electoral, pero con mucho menor apoyo electoral, con mucha menor cantidad de votos.

En las elecciones celebradas en el año 1997, en 14 de los 23 municipios que se fueron a una segunda vuelta electoral el abstencionismo también aumentó, y en algunos de ellos la planilla ganadora de la segunda vuelta ganó con menor cantidad de votos de los que obtuvo la planilla más votada en la primera vuelta.

La misma situación pudiera presentarse en las elecciones para gobernador y en las elecciones municipales en Sonora, pues aun cuando nuestra Constitución Política general establece la sanción de suspender los derechos por un año a quienes incumplan con la obligación de emitir el sufragio, sanción que retoma nuestra Constitución Política estatal, no ha sido efectiva para reducir el constante abstencionismo que se ha registrado en las elecciones de gobernador en el Estado (tabla 1).

Pero incluso una sanción efectiva como puede ser una multa, y que ya se ha propuesto en nuestro país, tampoco asegura incrementar el apoyo electoral al candidato ganador, pues los electores que vieron eliminados a sus candidatos en la primera vuelta podrían anular su voto o depositarlo en blanco en la segunda vuelta.

Inconvenientes y riesgos de la segunda vuelta electoral

La segunda vuelta electoral también presenta algunos inconvenientes y riesgos que debemos incluir en el análisis:

–  Implicaría incrementar el costo de las elecciones y llevar a cabo otra movilización de ciudadanos. – Dadas las cuantiosas prácticas de comercialización del sufragio y de financiamiento ilícito en las campañas por parte de partidos políticos, candidatos y gobernantes, que se han presentado en varias elecciones en el país, existe un serio riesgo de que también recurran a esas prácticas en la segunda vuelta electoral, y ni se diga cuando sean los gobernantes quienes busquen la reelección inmediata.

– Otro importante riesgo que se le reconoce a la segunda vuelta electoral tiene que ver con el funcionamiento del sistema democrático, ya que puede llevar a que un gobernante que encuentre obstáculos a su programa gubernamental en los otros poderes públicos, pretenda disolverlos o anularlos, apelando a una supuesta superioridad de legitimidad electoral. Como lo afirman Shugart y Carey, una consecuencia indeseable de la segunda vuelta electoral es que el ganador puede recibir un voto desproporcionado a su real aceptación popular, pero que sí contribuye para que se sienta el “elegido del pueblo”. En este sentido, puede producirse entre los poderes públicos un conflicto de tal dimensión que termine por perjudicar el sistema democrático, y es que a diferencia del régimen parlamentario, en el que un conflicto entre el ejecutivo y el parlamento se resuelve a través de elecciones anticipadas, en los regímenes presidenciales este dispositivo democrático no existe. Esto es un serio riesgo dado que el apoyo adicional que pudiera obtener el candidato electo en una segunda ronda electoral, pudiera no reflejarse en apoyos en el Congreso, lo que podría complicar el ejercicio del gobierno y afectar también el sistema democrático, algo en lo que coincide Ulises Carrillo, para quien “…la segunda vuelta no facilita la gobernabilidad del sistema presidencial, sino que de hecho tiende a obstaculizarla, y en el peor de los casos –si se suman otros factores–puede terminar induciendo a que ejecutivos electos en procesos plebiscitarios, pero incapaces de gobernar dado su escaso apoyo legislativo, terminen por patear el tablero institucional democrático apelando a una hipotética ‘legitimidad’ superior”. Por su parte Aníbal Pérez considera que una situación en la que un presidente electo en segunda vuelta carece de respaldo legislativo mayoritario, abre la posibilidad de que el sistema no nada más no resuelva los problemas de ingobernabilidad, sino de que los promueva.

Desafortunadamente en la historia política de América Latina existen algunas experiencias que confirman que ese riesgo para la democracia es real, como fue el caso de Perú, y que exponemos de manera rápida: en la elección presidencial del año 1990 se llevaron a cabo dos vueltas electorales.

En la primera vuelta los dos candidatos más votados obtuvieron los siguientes porcentajes de votos: Mario Vargas Llosa 32.6 % y Alberto Fujimori 29.1 %; en la segunda vuelta electoral Fujimori se alzó con la victoria con el 62.5 % de los votos. En esas elecciones generales el partido Cambio 90 que postuló a Fujimori a la Presidencia solamente obtuvo el 18 % de escaños en la Cámara de Diputados. Dos años después Fujimori disolvía el Congreso de manera inconstitucional, justificándose en un manifiesto en los siguientes términos:

…hoy sentimos que algo nos impide continuar avanzando por la senda de la reconstrucción nacional y el progreso, por nuestra patria. Y el pueblo del Perú sabe la causa de este entrampamiento, sabe que no es otro que la descomposición de la institucionalidad vigente. El caos y la corrupción, la falta de identificación con los grandes intereses nacionales de algunas instituciones fundamentales, como el Poder Legislativo y el Poder Judicial, traban la acción de Gobierno orientada al logro de los objetivos de la reconstrucción y el desarrollo nacionales(…) Reitero que como ciudadano elegido por las grandes  mayorías nacionales, sólo me anima el deseo de lograr la prosperidad y la grandeza de la nación peruana. (el subrayado es nuestro)

Otras experiencias con segunda vuelta electoral demuestran que la mayor legitimidad que pudiera proporcionar no es definitiva ni garantiza per se la estabilidad política, ya que puede erosionarse durante el ejercicio de gobierno, como fue el caso de Abdalá Bucaram, presidente de Ecuador (1996-1997), quien ganó la segunda vuelta electoral con el 54 % de los votos, pero fue tal y tan rápida la pérdida de legitimidad en el ejercicio del gobierno, que a menos de siete meses de haber asumido el cargo, y ante manifestaciones multitudinarias en su contra, fue destituido por el Congreso.

También están los casos muy recientes de movilizaciones y protestas sociales contra presidentes que fueron elegidos en segunda vuelta electoral,  como Emmanuel Macron en Francia, Sebastián Piñera en Chile, Mauricio Macri en Argentina, Dilma Rousseff y Jair Bolsonaro en Brasil, Lenín Moreno en Ecuador, entre otros.

En nuestro país son varias las experiencias de gobiernos estatales y municipales que aun sin haber sido elegidos con una mayoría absoluta de votos, han cometido excesos en el ejercicio del gobierno, como lo atestiguan los escándalos de corrupción, nepotismo, etc., y que han estado muy lejos de proveer de reciprocidad (responsiveness) a los sistemas políticos estatales y municipales, y que para el prestigiado politólogo italiano Leonardo Morlino es una de las dimensiones de una buena democracia, consistente en la “…capacidad de respuesta de los gobernantes a las demandas de los gobernados” que “…repercute en la satisfacción de los ciudadanos y de la sociedad civil en general”.

De manera extraña, el mismo diputado que propuso la segunda vuelta electoral en el Estado, acusa a las alcaldesas y alcaldes de los municipios del Estado, que en su mayoría no ganaron la elección con mayoría absoluta de votos, de ser muy corruptos, de no respetar las leyes, de ser ineptos en el ejercicio del gobierno, de creerse virreyes y de que en lugar de respetar la ley piensan que ellos son la ley. También diputados del mismo partido han acusado a la gobernadora, quien tampoco ganó con mayoría absoluta de votos, de llevar a cabo un “…gobierno ineficiente, obeso, mal administrado, gastón y desenfocado de las necesidades de los sonorenses…”, agregando que “Se trata, pues, de un gobierno autocomplaciente, que festeja sus magros resultados mientras se incrementan su sueldo los funcionarios de primer nivel, y al mismo tiempo incurren en opacidad,…” (El Imparcial, 21/12/2019). ¿Por qué si hay una percepción tan negativa o una calificación reprobatoria al ejercicio de esos gobernantes se propone reforzar aún más su legitimidad electoral? ¿No es más conveniente orientar el rediseño institucional a la legitimidad en el ejercicio del gobierno, de tal manera que se mejoren los procesos gubernamentales y sus resultados?

Comentarios finales

No olvidemos que los principales problemas que tiene actualmente los sistemas democráticos, incluida nuestra joven democracia, ya no están en los procesos de elección de los gobernantes, sino en el ejercicio del gobierno y en sus resultados, por lo que el rediseño institucional debe orientarse hacia las instituciones y procesos relacionados con él, y debe de tener en la transparencia y la participación ciudadana sus dos ejes básicos. Solamente un proceso de transformación institucional centrado en el ejercicio del gobierno, y que favorezca la transparencia y la participación ciudadana en los temas o asuntos de interés público, puede dotar de reciprocidad a nuestros sistemas políticos estatal y municipales, y formar una ciudadanía informada, responsable y participativa, recurso imprescindible para construir sistemas políticos democráticos de calidad.

En cuanto al argumento de que el actual sistema electoral de mayoría relativa produce una baja legitimidad electoral, la solución menos costosa y menos riesgosa es reducir el nivel de abstencionismo, ya sea incentivando la participación de más electores a través de mejores campañas electorales y/o de considerar una multa al incumplimiento de la obligación de votar. Este último recurso ha sido muy efectivo en varios países latinoamericanos para incrementar y mantener altos niveles de participación, en muchos de los cuales supera el 80 %. Un caso especial que también resulta muy útil para conocer los efectos en el nivel de participación o abstencionismo electoral del sufragio obligatorio con multa es el de Chile. Antes de que se eliminara el voto obligatorio con multa, en el año 2011, la participación electoral que se registró en las elecciones presidenciales fue superior al 85 %; con el cambio al voto voluntario, las dos elecciones presidenciales que se han llevado a cabo registraron una importante disminución en el porcentaje de participación electoral: en la elección del año 2013 la participación en la primera vuelta electoral fue del 49 % y del 42 % en la segunda vuelta, mientras que en la última elección, la del 2017, la participación fue del 47 % en la primera vuelta electoral y del 49 % en la segunda.

Aviso

La opinión del autor(a) en esta columna no representa la postura, ideología, pensamiento ni valores de Proyecto Puente. Nuestros colaboradores son libres de escribir lo que deseen y está abierto el derecho de réplica a cualquier aclaración.

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