El partido en el poder se quedó con 278 mil militantes después de depurar su padrón; en contraste, las agrupaciones que podrían convertirse en sus partidos satélite han afiliado a más de un millón 700 mil personas. Hoy, hay más lopezobradoristas fuera, que dentro de Morena
Es paradójico: Morena no acaba de consolidarse como partido político, pero ya tiene partidos satélite.
En la cúpula del Movimiento de Regeneración Nacional persiste el conflicto por ver qué corriente se queda con los órganos de dirección partidista, pero en plazas y calles las fuerzas que en 2018 se treparon a la ola lopezobradorista están a la caza de militantes.
El partido en el poder no puede ni elegir dirigente, pero sus rémoras avanzan a paso veloz en el trámite para que el Instituto Nacional Electoral les otorgue registro.
Andrés Manuel no quiere meterse a resolver el diferendo en Morena, pero varios partidos en formación usan la imagen del presidente para acarrear gente a sus asambleas.
Morena se desmorona, pero de los 30 millones de votos que llevaron a López Obrador al poder podrían surgir cuatro o cinco nuevos partidos políticos.
La historia es muy simple:
En noviembre de 2017, López Obrador dejó la dirigencia nacional de Morena para convertirse en precandidato a la Presidencia. Desde entonces, la secretaria general del partido, Yeidckol Polevnsky, es presidenta en funciones.
Durante 2018, todo Morena se volcó a la campaña y sus dirigentes no se preocuparon, ni siquiera, por formalizar su padrón de afiliados ante la autoridad electoral.
En su camino a Palacio Nacional, López Obrador sumó el apoyo de organizaciones, sindicatos, agrupaciones políticas nacionales y locales, grupos religiosos, asociaciones campesinas, todo tipo de gremios y personajes.
No sólo el PT y el PES –los aliados formales– y los experredistas –los aliados naturales– tuvieron cabida en ese mosaico tutifruti llamado “cuarta transformación”; también se adhirieron expriistas, expanistas y verdeecologistas.
Para 2019, la dirigencia de Morena se topó con una cruda realidad: eran gobierno, pero no partido.
El conflicto interno se prolongó durante todo el año y, a la fecha, no hay nadie que pueda proclamarse legalmente presidenta o presidente nacional de Morena.
Alfonso Ramírez Cuéllar espera la validación del Tribunal Electoral para convertirse en líder provisional y convocar a un proceso interno para elegir la dirigencia que guiará al partido en la complicada elección de 2021.
Pero Yeidckol no da su brazo a torcer, y parece dispuesta a impugnar, una tras otra, todas las medidas tendientes a removerla del cargo.
En medio de ese conflicto, y bajo la sombra de López Obrador, Morena ha ido perdiendo rumbo, presencia, relevancia en el debate público y militantes.
El partido que decía tener más de 3 millones de afiliados en 2018 se despertó en 2019 con sólo 317 mil registros formales ante el INE, y en 2020 –después de un proceso de depuración ordenado por la autoridad electoral– cuenta apenas con 278 mil 332 militantes.
En tanto, los lopezobradoristas sin credencial de Morena se multiplican: 249 mil militan en el PT, y 460 mil están inscritos en el PVEM –ese partido que siempre juega con el mejor postor y ahora dice ser aliado de AMLO.
Y, mientras Yeidckol Polevnsky y Bertha Luján acentuaban sus diferencias, en 2019 los lopezobradoristas sin credencial se reagruparon en otras asociaciones y emprendieron la ruta para estar en la boleta electoral con nuevas siglas y nuevos membretes.
Las Redes Sociales Progresistas, que en la campaña de 2018 aparecían en los mítines de AMLO comandados por Fernando González, René Fujiwara y otros familiares y operadores de Elba Esther Gordillo, hoy cuentan con 433 mil 689 afiliados; celebraron 23 asambleas estatales y están listos para formalizar su solicitud de registro ante el INE.
El Partido Encuentro Solidario, el PES que fue aliado de AMLO en 2018 pero perdió su registro, afilió a 416 mil 11 ciudadanos, celebró 300 asambleas distritales –es decir, cubrió todo el territorio nacional–, y se apresta para regresar a los evangélicos al juego electoral.
Fuerza Social por México, una agrupación que tiene como base los sindicatos de guardias de seguridad y otros prestadores de servicios –pertenecientes a la Confederación Autónoma de Trabajadores y Empleados de México, CATEM– celebró 26 asambleas estatales en apenas dos meses, y registró 298 mil 629 afiliaciones.
El partido del expriista y sindicalista Pedro Haces Barba –hoy senador suplente por Morena– es considerado el plan B de personajes como Ricardo Monreal, para asegurar su futuro político ante un eventual desmoronamiento del hoy partido en el gobierno.
Y, finalmente, se encuentra la asociación Súmate a Nosotros, representada formalmente por Brenda Yasbeth Moreno Barrera, pero dirigida en los hechos por el expanista Manuel Espino, quien en 2018 puso a disposición de AMLO la fuerza de su organización, denominada Ruta 5, que hoy es la base de Súmate a Nosotros.
Esta asociación ha realizado 206 asambleas distritales y ha afiliado a 161 mil 380 personas, el 70 por ciento de las 234 mil que se requieren para solicitar el registro como partido nacional.
Una quinta fuerza política emergente que algunos ligan con López Obrador se denomina Grupo Social Promotor de México; se articula desde el SNTE y desde las filas del extinto partido Nueva Alianza, que en 2018 se alió al PRI y perdió el registro.
Se trata del magisterio no afín a Elba Esther Gordillo, cuyos dirigentes visibles son Roberto Pérez de Alva Blanco y Marco Alberto Macías Iglesias, operadores políticos ligados a Luis Castro Obregón, último presidente nacional del extinto Panal.
Con 412 mil 427 afiliados y 289 asambleas distritales, el Grupo Promotor por México se enfila hacia la obtención de un lugar en la boleta del 2021.
En su intento por conseguir el registro, las agrupaciones satélites de la 4T han afiliado a un millón 309 mil personas, un millón 722 mil si se considera también a los militantes del grupo ligado al SNTE.
Aparte de ellos, dos grupos más buscan ser partidos con amplias posibilidades de conseguirlo, éstos desde la oposición a AMLO: México Libre, de los expanistas Felipe Calderón y Margarita Zavala, y Fundación Alternativa, del expriista César Augusto Santiago.
Será hasta junio cuando el INE diga cuántos de estos grupos logran acreditar la legalidad de todos sus actos: afiliaciones, asambleas, financiamiento. Pero desde ahora se puede anticipar que habrá un nuevo sistema de partidos en las elecciones de 2021.
Con su crisis interna y su dilema irresuelto entre ser partido o movimiento, Morena podría encontrar su Waterloo en esa cita electoral, para la que deberá resolver y postular más de 3 mil candidaturas, 15 de ellas de gobernador.
Si los 30 millones de votos que en 2018 llevaron a su líder a Palacio Nacional se diseminan en infinidad de partiditos, las consecuencias se verán en la Cámara de Diputados que acompañe a AMLO en la segunda mitad de su sexenio, y en las presidenciales de 2024.
Si a la 4T le terminan de crecer los enanos, Morena podría tener los días contados.