Casi un mes después de su derrota en las urnas, los panistas se reencontraron y, en la intimidad de su Consejo Nacional, hicieron catarsis: hablaron de un partido desdibujado, alejado de sus principios y doctrina, ajeno a la sociedad, ineficaz electoralmente y carcomido por luchas internas, como el gran poder adquirido por los llamados “padroneros”, dueños de la membresía y de la vida interna del partido.
Durante más de 10 horas, los más de 300 consejeras y consejeros nacionales panistas desmenuzaron los resultados del 2 de junio y las causas de su debacle.
Fueron muchas las razones puestas sobre la mesa por decenas de oradores, desde los más viejos y experimentados militantes, hasta los más jóvenes y pragmáticos. Pero una idea flotaba en el cónclave como consenso: el error de haberse aliado con el PRI, con la peor versión del PRI, con el PRI de “Alito”.
Si algo quedó claro el sábado es que el PAN tocó fondo y que deberá superar muchos problemas para volver a ser opción ciudadana.
El PAN de Marko Cortés
Convocados para comenzar el proceso de renovación de la dirigencia nacional del partido, prevista para el último trimestre del año, los consejeros también iban a exigirle cuentas a su líder nacional, Marko Cortés, quien tiene las riendas del partido desde 2018.
De hecho, la escena recuerda la que han vivido los panistas en otras dos ocasiones: en 2012, luego de la derrota de Josefina Vázquez Mota, el entonces presidente Felipe Calderón habló ante el Consejo Nacional para evaluar la catastrófica campaña. El calderonismo había perdido el gobierno, y también el partido. Y los grupos lidereados por Gustavo Madero y Rafael Moreno Valle emergían como solución a la crisis.
En 2018, tras el fracaso de Ricardo Anaya y la alianza PAN-PRD-MC, los panistas volvieron a encerrarse para lamerse las heridas y, otra vez, intercambiar culpas y hacer reproches. De esa segunda catarsis surgió -precisamente- la dirigencia de Marko Cortés, quien le cerró el paso a Manuel Gómez Morin Martínez del Río en una polémica elección con acusaciones de manipulación de padrones y uso excesivo de recursos para favorecer al candidato de la cúpula. Algo de simbólico tenía el hecho de que un candidato impulsado por los “padroneros” (el poder fáctico dentro del PAN) destrozara al nieto y tocayo del fundador en aquella elección interna.
Marko Cortés prometió, entonces, un nuevo PAN, joven, eficiente, moderno, cercano a la ciudadanía, que sería una oposición firme al lopezobradorismo.
Pero, seis años después, volvieron las caras largas, la urgencia de reflexión interna, y la promesa de renovación. Esta vez con un agravante: en 2024, el PAN obtuvo los peores resultados de su historia reciente y, además, su marca de partido sufrió un daño quizás irreversible, al aliarse con los partidos a los que combatió históricamente: el PRI del autoritarismo y el PRD del cardenismo al que Gómez Morin llamó a combatir desde el día 1 de Acción Nacional.
El propio Marko Cortés abrió la sesión del Consejo Nacional con un diagnóstico sobre la situación del PAN después del 2 de junio. Quienes estuvieron presentes aseguran que fue muy autocrítico y realista, y que con ello logró despresurizar el ambiente y evitar que creciera la demanda de algunos consejeros y militantes que han exigido su destitución inmediata.
También habló Santiago Creel, mentor de Marko Cortés y coordinador de la fallida campaña presidencial de Xóchitl Gálvez, quien no es consejera nacional panista y ni siquiera militante.
Su ausencia en el Consejo Nacional es significativa, pues indica que el partido emprenderá el proceso de renovación interna sólo con los de casa.
Son públicas las diferencias entre el dirigente nacional y la candidata, y éstas se han agravado luego de la jornada electoral del 2 de junio. De hecho, mientras los panistas se congregaban en la sede de avenida Coyoacán, la excandidata subía a su cuenta de Instagram un mensaje en el que llama a sus seguidores a pensar “¿qué sigue?”, y anuncia una gira nacional para reencontrarse con los xochilovers.
Es obvio que Xóchitl no tiene la mira puesta en el PAN, y patente su desprecio a los partidos que la hicieron candidata.
Reconstrucción y renovación
Producto de este Consejo Nacional, el PAN creó dos comisiones, una especial presidida por Julio Castillo López -hijo del exdirigente Carlos Castillo Peraza-, que hará un análisis de los resultados electorales y un diagnóstico del país, para proponer cambios en el partido y líneas de conducción para los Grupos Parlamentarios del PAN y sus gobiernos locales.
Otra comisión, presidida por la panista poblana Ana Teresa Aranda, será la encargada de conducir el proceso de renovación del Comité Ejecutivo Nacional, que por Estatutos debe darse en octubre de este año.
La dichosa CONECEN (Comisión Organizadora Nacional de la Elección del Comité Ejecutivo Nacional) tiene entre sus filas a un panista treintañero, Fernando Rodríguez Doval, y a un grupo de veteranos dirigentes: Alfredo Ling Altamirano, Juan Antonio García Villa, Ignacio Loyola, Beatriz Zavala y Cecilia Romero.
Personajes que han sido cercanos a Marko Cortés en estos seis años de dirigencia fallida, y que ahora deberán elaborar una convocatoria y decidir un método para elegir a la próxima dirigencia nacional.
Aspirantes como el senador Damián Zepeda y Adriana Dávila han dicho que competirán por la dirigencia, proponiendo que la ciudadanía pueda participar en el proceso. En contraste, la cúpula quiere que siga siendo el Consejo Nacional el gran elector del presidente y su comité ejecutivo, para el periodo 2024-2027.
Marko Cortés y los grupos que lo han apoyado impulsan al panista capitalino Jorge Romero Herrera como su principal candidato. Su elección confirmaría que el PAN ya no es un patrimonio de la ciudadanía, sino que sigue siendo propiedad de los llamados “padroneros” y de grupos de interés económico que han logrado infiltrarse en sus gobiernos y sus órganos de dirección, como el “cártel inmobiliario”.
Ése no es, evidentemente, el mejor camino para la necesaria renovación y reconstrucción del principal partido de oposición.
Luego de tocar fondo, Acción Nacional enfrenta una disyuntiva: renovarse auténticamente o morir carcomido por sus lacras internas.