Todavía no comienza la campaña y la campaña ya está en crisis. La candidata se esfuerza por mantener el envión con el que, hace tres meses, irrumpió en la escena pública y modificó la lógica de un proceso electoral que parecía resuelto. Sin embargo, el fenómeno Xóchitl Gálvez se ha venido desdibujando.
Uno a uno, los líos se han ido acumulando y exhibiendo a una candidata sola, que hace frente al aparato oficial sin suficientes argumentos, con pocos reflejos, sin voceros convincentes ni un comité de campaña, y acompañada de tres dirigentes partidistas de escasa credibilidad y un coordinador invisible al que algunos recuerdan por el nombre de Santiago Creel.
En medio de una ofensiva ilegal lanzada por el propio presidente Andrés Manuel López Obrador desde la conferencia mañanera, Xóchitl Gálvez ha tenido que hacer frente -prácticamente sola- a las acusaciones por los contratos otorgados a sus empresas de tecnología con supuestos conflictos de interés; a los señalamientos por las irregularidades en la adquisición de su propia vivienda, y a la revelación del plagio que cometió en su informe profesional con el que obtuvo el título de ingeniera.
De los tres, el tema del plagio fue el que más sacudió a la senadora y el que prendió las alertas en el Frente Amplio por México, pues no es lo mismo ser víctima de una burda campaña desde el oficialismo, protagonizada por personajes deplorables como Víctor Hugo Romo, que verse acorralada por sus errores del pasado.
La historia del plagio puede resumirse más o menos así: en 2010, una ya encumbrada Xóchitl Gálvez decidió obtener el título de la carrera que cursó en la UNAM casi 30 años antes. Para entonces ya había sido una exitosa empresaria y una disruptiva funcionaria en el gabinete de la alternancia con Vicente Fox, y ahora buscaba ser gobernadora de Hidalgo. En medio de las prisas, presentó un informe con múltiples párrafos copiados de diversas tesis, sin hacer las citas correspondientes.
Trece años después, ese engaño (“la pendejeé”, argumentó ella) se convirtió en un poderoso boomerang que le pegó a su credibilidad y que, como pocas veces en los tres meses que lleva en campaña, la llevó a cuestionarse si realmente debía ser ella la abanderada del frente opositor en estas elecciones.
En esa crisis, alguien le aconsejó a Xóchitl anunciar que tendría un equipo de voceros para diversificar los argumentos de defensa y contraataque, y entonces se habló de Javier Lozano, polémico secretario del Trabajo recordado por su insensibilidad en el manejo del accidente en Pasta de Conchos y hoy famoso por su estilo directo y grosero; el senador Germán Martínez, expanista que en 2018 se sumó a la campaña de López Obrador, que en 2019 renunció al IMSS y que a medio sexenio se fue de mala manera de la bancada de Morena -quien de inmediato se deslindó del grupo de voceros-, y las excandidatas presidenciales Josefina Vázquez Mota y Margarita Zavala, que muy lejos están de causar emociones positivas.
La solución a la crisis sólo dejó claro que Xóchitl Gálvez necesita otros mejores amigos.
Casi al mismo tiempo, el círculo rojo se preguntaba dónde estaba el coordinador de campaña de Gálvez, el diputado Santiago Creel, a quien se le tuvo que dar esa posición en agosto para que se bajara de la contienda interna y presionar al PRI para, a su vez, bajar a Beatriz Paredes.
El flamante coordinador estaba de vacaciones fuera del país en la primera crisis importante de la campaña y aunque muchos dudaban de que él hubiera podido aportar algo para resolverla, su ausencia contribuyó a la percepción de caos en un equipo que, en realidad, aún no termina de conformarse.
Pese a todo, Xóchitl Gálvez se esfuerza por mantener el buen humor. Se la ha visto sonriente en eventos de priistas, panistas y perredistas, y en las sesiones del Senado, que utiliza para mantenerse presente en la agenda pública, no siempre con las declaraciones más afortunadas.
Ejemplo: el pasado martes informó que se había reunido con el secretario de la Defensa Nacional, Luis Crescencio Sandoval, y que había decidido aceptar la protección que le ofreció. Encarrerada, soltó aquello de que se va a tener que bajar de la bicicleta, porque ahora está más expuesta a un incidente.
Menos de 24 horas después, Gálvez se subió a la bici de nuevo supuestamente para esquivar el tráfico, pero siempre quedará la duda de si sus consultores no le habrán pedido repensar la decisión de abandonar una imagen que la consolida como cercana, espontánea y ciudadana: la de la política llegando en bicicleta a la Cámara alta, al estilo de Birgitte Nyborg en la serie Borgen.
Este domingo, la llamada sociedad civil quiso arrojarle un salvavidas a su candidata. Promovida por el Frente Cívico -que dirige el experredista Guadalupe Acosta Naranjo-, un grupo heterogéneo de personajes se dieron cita en el World Trade Center para reiterarle su apoyo.
Se trata en realidad de los mismos personajes que han encabezado las más vistosas causas del antilopezobradorismo, con Claudio X González a la cabeza. Un grupo de exmilitantes del PRD y exfuncionarios electorales que iban a realizar el proceso interno antes de que las cúpulas de los partidos acordaran suspenderlo, y que en noviembre del año pasado lograron movilizar a miles en defensa del Instituto Nacional Electoral.
“Hoy la Marea Rosa se convierte en Fuerza Rosa”, escribió Xóchitl con optimismo en sus redes sociales, aunque el evento estuvo muy lejos de movilizar a todos los que apoyaron las marchas de defensa del INE en noviembre de 2022 y febrero de 2023.
El evento tenía la buena intención de “ciudadanizar” la campaña de Xóchitl, pero para nadie es un secreto que sus aspiraciones están supeditadas a los intereses, limitaciones y caprichos de tres dirigentes: Alejandro Moreno, Marko Cortés y Jesús Zambrano.
En momentos en los que personajes tan lejanos del oficialismo como el expresidente del IFE, Luis Carlos Ugalde, se preguntan cuál es la estrategia de campaña, los dirigentes están más preocupados por otra cosa: el reparto de candidaturas.
Esa pugna ya causó bajas priistas en Yucatán y Guanajuato, dos estados que gobierna el PAN y que no estuvo dispuesto a arriesgar poniendo a sus prospectos a competir con los priistas Jorge Carlos Ramírez Marín y Bárbara Botello.
Las diferencias se mantienen en Jalisco, Puebla, Veracruz, Morelos, Chiapas, Tabasco y, principalmente, en la Ciudad de México, donde a la virtual candidata presidencial parece agradarle más hacer campaña con la alcaldesa de Álvaro Obregón, Lía Limón, que con el de Benito Juárez, Santiago Taboada. Lo malo para Gálvez es que Taboada -y su grupo encabezado por Jorge Romero- tienes el respaldo incondicional de Marko Cortés, pese a sus vínculos con el Cártel Inmobiliario.
Así, mientras en el PAN se levantan varias manos, en el PRI piden no descartar a Adrián Rubalcava, a Mariana Moguel e incluso a Enrique de la Madrid. Y el PRD asegura que aún existe, proponiendo a figuras como Luis Espinoza Cházaro y Víctor Hugo Lobo. Y, en medio, lo más noticioso de todo es el reclamo de la alcaldesa de Cuauhtémoc, Sandra Cuevas, por no ser considerada.
La buena noticia para Xóchitl en ese revuelto panorama es que la candidata del oficialismo, Claudia Sheinbaum, padece el mismo problema con las candidaturas de Morena en la capital y en otros estados.
La mala noticia es que, después de definir quiénes irán por las gubernaturas, vendrá el reparto de las candidaturas al Congreso, donde las tres cúpulas partidistas del Frente tratarán de arrebatar las mejores plurinominales.
En esa lógica, seguiremos viendo a Xóchitl sola en la campaña por la presidencia, mientras los partidos que la respaldan pelearán por lo que realmente creen que pueden ganar en 2024: un puñado de pluris, una que otra gubernatura y, claro, la sobrevivencia que les garantice posiciones, registro y prerrogativas, o lo que es lo mismo: poder y dinero.
Twitter: @chamanesco