TEGUCIGALPA, Honduras (AP) — Honduras planea construir la única colonia penitenciaria insular del hemisferio occidental y enviar allí a sus pandilleros más temidos, siguiendo el ejemplo del vecino El Salvador, que no perdona los asesinatos, los robos, las violaciones y la extorsión.
La presidenta progresista de Honduras prometió en su día hacer frente a la violencia de las maras a través de reformas sistémicas de la gobernanza y del sistema de justicia penal.
Ahora, Xiomara Castro planea levantar una cárcel aislada para 2 mil líderes de bandas en el archipiélago de las Islas del Cisne, a casi 250 kilómetros (155 millas) de la costa, dentro de su amplia ofensiva tras la masacre, vinculada a las pandillas, de 46 mujeres en un penal.
En el pasado, los presidios insulares eran algo habitual en toda Latinoamérica, con instalaciones en Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, México, Panamá y Perú.
Los motines letales, las malas condiciones y las fugas audaces capturaron la imaginación de cineastas y escritores antes del cierre de la última, en México, en 2019.
En Honduras, las autoridades apuestan porque un regreso al pasado ayude a frenar la ola de violencia, pero los escépticos dicen que estas medidas son poco más que una cuestión de imagen y no abordan las causas de base de la violencia endémica.
“Una nueva prisión no sirve de nada si no se recupera antes el control de las que ya existen”, dijo Tiziano Breda, experto en América Latina del centro de estudios italiano Istituto Affari Internazionali. “Las bandas han demostrado a lo largo de su historia que saben adaptarse”.