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domingo, diciembre 22, 2024

Los juegos del hambre

Sara Thomson
Licenciatura en Periodismo. Maestría en Administración Pública. Doctorante de Administración Pública en el ISAP.

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“Votar es un derecho jurídico, es cierto, pero una obligación cívica”

El año 2018 los mexicanos experimentamos el penúltimo ‘antes y después’ que ha venido escribiendo las páginas de la historia en los últimos tiempos. Y digo el penúltimo porque detrás nos encontramos con el año 2000 en que llegó la alternancia, el año 1982 que llegó la ‘tecnocracia’, el 1946 que se terminó la era de los generales en el poder, el emblemático 1917 que dio paso a la Constitución Mexicana hoy vigente y todavía más atrás aquel 1910 año de la Revolución Mexicana, toque de salida a la carrera por la nación que más o menos todavía tenemos. Y penúltimo, también, porque sin duda la amarga experiencia de la pandemia en 2020 fue el insólito parteaguas de dimensión global que dejó infinidad de lecciones, estragos e irónicamente nuevas capacidades.  

Pero girando los reflectores hacia el tema de esta columna, a propósito de la saga ‘Los juegos del hambre’, lanzada a la pantalla grande en los Estados Unidos el 23 de marzo de 2012: un nombre muy agresivo para una película de ciencia ficción que no puede ser más sabio y acertado.

Esta tan original historia se lleva a cabo en un período de tiempo futuro de nuestro mundo que no se logra identificar. Parece ser que después de una aparente destrucción de los países de América del Norte, se da vida a un país conocido como “Panem”.

Retomando el tema de los años de los grandes cambios, los últimos días han arrojado una serie interminable de opiniones, que hablan en síntesis de un Estado abusivo y una sociedad indiferente. Es alarmante cómo ponemos en la mesa de discusiones de este país la ‘aceptación evidente’ de fenómenos como las llamadas ‘elecciones de Estado’, no como un tema de desacato, desafío y quebranto a las leyes de este país, sino como una destreza, sí reprobable, pero no perseguida, y digo trátese de quien se trate, color o preferencia sexual, exagerando la nota.

Y pues resulta que la historia de la feroz saga tiene lugar en un país formado por un rico Capitolio, ubicado en lo que eran las Montañas Rocosas, y doce distritos que lo rodean; los distritos más pobres, que atienden a las necesidades del Capitolio, y los más ricos, que son los más favorecidos. No sé por qué me suena.

Como todas en las grandes historias, la rebelión recibe su castigo y son seleccionados algunos ciudadanos por sorteo y obligados a participar en los ‘Juegos del Hambre’, un evento televisado donde los participantes, llamados ‘tributos’, deben luchar a muerte en un estadio al aire libre llamado ‘La Arena’ hasta que sólo quede un vencedor. El tributo ganador y su distrito correspondiente recibirán grandes riquezas y alimentos.

Bueno: y sí, ahí estuvimos muchos ese domingo, entre los que en realidad nos importa y los que por lo menos quieren saber, observando en la televisión el resultado electoral que se da en dos puestas en escena: una, la de las caras largas, como si el país se acabara y las declaraciones supuestamente valientes de derrota, y otra, donde todo es fiesta y agradecimiento a un país que realmente en su enorme mayoría ni votó por ellos.

Lo que hay detrás de esa estampa, igual que en la producción cinematográfica ‘Los juegos del hambre’, es una amarga tristeza para un equipo donde no habrá ni puestos importantes, ni fiestas en el palacio, ni contratos, ni adulación de parte de una sociedad que no entiende que vive en la comunidad del miedo y no de la voluntad, igual que siempre. Lo más difícil viene después, con el ‘bullying social’ de ‘los partidos políticos están muertos’ o ‘en agonía’, como si no ganar una elección no fuera parte de las posibilidades implícitas del juego. Como si jugar desde la oposición no tuviera un papel trascendente en el país.

Es evidente que nos dejamos arrastrar por la cultura del miedo sin meter las manos para evitarlo y venimos cargando con esa ancla desde la era más primitiva. La primera forma de control para sostener el poder es el miedo. Los últimos tiempos no hablan de otra cosa: miedo perder, miedo a ser señalado, miedo a no pertenecer a la élite del poder, quizá miedo ser perseguido, o miedo literal y burdamente como lo dice la película al hambre.

Habría que observar muy de cerca de qué tienen hambre realmente esos que se suben a tribuna, antes de ser parte de su equipo. Hay que estar seguros que la historia enseña que todas las situaciones son superables, porque siempre vendrá alguien que se prepare arduamente para ser más fuerte todavía. Suerte que nada se controla por la fuerza bruta en estos tiempos, ¿o sí? ¿Antídotos contra el miedo? La información y las nuevas ideas.

Los hombres son juzgados por sus actos. Es la oportunidad para escoger detrás de las meras apariencias y debemos encontrar los que nos aqueja internamente y no externamente. Lo que forma evidente nos amenaza es pensar que no somos habitantes todos de un mismo país. Lo hemos visto antes; conocemos los síntomas de esta enfermedad. Y no basta con disfrazarnos de conservadores, ni liberales, pues nuestra armonía como sociedad está en juego. Si queremos buscar la paz que tenemos, continuemos teniendo libertad, pero seamos parte del proceso.

Avanzamos hacia el 2024 y se pondrá a prueba el despertar de la ciudadanía acelerado en años por la experiencia de la pandemia. Comencemos por analizar la oferta: nuevo presidente de la República, 28 senadores, 500 diputados federales, nueve gubernaturas, 31 congresos locales, mil 580 ayuntamientos, 16 alcaldías, 24 juntas municipales. ¿Cuáles serían las palabras claves? ¿Equilibrio? ¿talento? ¿prestigio? ¿capacidad probada? Recordemos que abstencionismo es indiferencia pura. Hagamos nuestra lista; no es una tarea fácil. Votar es un derecho jurídico, es cierto, pero una obligación cívica. ¿No creen?

Feliz Día del Padre.

Aviso

La opinión del autor(a) en esta columna no representa la postura, ideología, pensamiento ni valores de Proyecto Puente. Nuestros colaboradores son libres de escribir lo que deseen y está abierto el derecho de réplica a cualquier aclaración.

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