Por María Magdalena Bernal Grijalva
Una acequia es un tipo de obra hidráulica que consiste en un canal a cielo abierto o una zanja que sirve para transportar agua, la cual se ha utilizado para distintos fines, como lo ha sido abastecer de agua a la población; riego de plantaciones, huertos y cosechas agrícolas de huertos u otros fines. Este tipo de sistema hidráulico aprovecha la orografía del sitio, y su funcionamiento es a través de una acequia principal siendo la encargada de distribuir el agua en entramados secundarios.
La ciudad de Mendoza Argentina desde el siglo XVIII hasta la actualidad cuenta con un sistema de canales y acequias dentro del su entramado urbano, estas inicialmente fueron utilizadas para proveer de agua a la población, riego agrícola y de jardines frutales. Actualmente, esta zona urbana ya no requiere el riego agrícola. No obstante, las acequias callejeras que se encuentran en la ciudad han servido para que se plantaran en sus orillas grandes árboles de clima mediterráneo los cuales han servido para refrescar la ciudad y embellecer el paisaje. Lo curioso es que Mendoza al igual que Hermosillo es una ciudad árida, pero su excelente gestión del recurso hídrico a través del aprovechamiento de estas obras hidráulicas ha servido como infraestructura verde, lo que ha permitido a la ciudad tener una red de arbolado urbano sin igual, por lo cual esta ciudad se ha ganado el nombre de “Ciudad Oasis” y la red de acequias es patrimonio de la humanidad.
Sin embargo, a pesar de que las acequias fueron parteaguas para que muchas ciudades se pudieran desarrollar y crecer, estas han sido ocultadas, cubiertas o embovedadas en “aras de la modernidad y crecimiento urbano” permaneciendo bajo el estrato urbano, siendo relegadas del paisaje urbano. Incluso ciudadanos ignoran la existencia de las acequias.
Hermosillo no fue la excepción, desde sus inicios por allá del sigo XVIII, al igual que la ciudad de Mendoza, el general y Gobernador Agustín de Vildósola mandó construir un sistema de acequias que cruzaba la traza urbana, este era utilizado para uso doméstico, riego de huertas, viñedos y jardines domésticos. Según María del Carmen Jusaino, estas acequias no eran obras hidráulicas improvisadas, su construcción era sometida a parámetros previamente establecidos por peritos, ingenieros o personas con amplia experiencia en la materia, para esto realizaban cálculos de las pendientes y niveles con las que estas deberían ser construidas, esto con la finalidad de garantizar su correcto funcionamiento.
Finalmente, en los años treinta del siglo pasado estas fueron embovedadas. En el ámbito local, las acequias no solo fueron obras hidráulicas indispensables para el crecimiento y desarrollo de la ciudad, sino que también han servido para la creación de mitos y leyendas urbanas, como lo comenta el cronista municipal Ignacio Lagarda, pues hay toda una serie de historias que dicen que hay túneles que se encuentran interconectados con iglesias y no son mas que vestigios de acequias. Asimismo, el arqueólogo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) Júpiter Martínez menciona que una de las razones por las cuales las acequias se embovedaron, fue debido a que estas representaron un problema cuando se comenzaron a utilizar carruajes o vehículos porque debían brincarlas. Lo que me hace reflexionar que desde comienzos del siglo pasado el automóvil ha sido uno de los motivos por lo cual la ciudad ha tenido que sufrir cambios y adaptarse para privilegiar el desplazamiento de vehículos privados.
Estudiosos del tema de las acequias, concuerdan que este tipo de infraestructura verde aporta un sinfín de servicios ecosistémicos como lo son la extensión de la estación de irrigación, formación de paisaje, educación ambiental, formación de suelo, control de inundaciones, recarga de capas freáticas superficiales y acuíferos, criaderos de aves, formaciones de corredores biológicos y de paisaje, fomento al ecoturismo, educación ambiental, seguridad alimentaria a nivel local entre otros. Por lo anterior, se debe poner especial atención en la correcta gestión y cuidado de este tipo de obras hidráulicas, ya que son un sistema de alto valor natural que coadyuvan a la conservación del ecosistema.
Si Hermosillo, hubiera mantenido a través de una buena gestión urbana el sistema de acequias, tal vez se hubiera convertido en una ciudad Oasis, que aprovechara el agua de estas para el riego del arbolado urbano que tanto hace falta. No obstante, no nos queda más que impulsar, gestionar y promover técnicas de infraestructura verde que nos ayuden a gestionar y aprovechar el recurso hídrico que se está desperdiciando con estas lluvias.
María Magdalena Bernal Grijalva
Ingeniera Civil, Maestra en Gestión Integral del Agua, candidata a Doctora en Ciencias Sociales, voluntaria de colectivos ambientalistas y miembro de la Red HCV.
