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viernes, noviembre 22, 2024

Lo primero es no hacer daño

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Sí miramos hacia atrás, nos daremos cuenta de que nuestras vidas las hemos venido pasando de crisis en crisis, igual como cruzar un río saltando de piedra en piedra, para evitar el peligro de ser arrastrados por la corriente. Por esto, las crisis son tiempos de reflexión y de posibilidades nuevas.

Usted y yo hemos venido pasando por un proceso constante de maduración, que viene a través de una construcción, deconstrucción y reconstrucción continua, que abarca la totalidad física, psíquica, biológica y social de nuestra persona.

Lo invito a que me acompañe a cruzar juntos este río de la vida. Empecemos por aquel dramático momento, cuando fetos, fuimos expulsados de las entrañas acuáticas del vientre materno, para ser lanzados al viento, en donde nuestro cuerpo en aquellas angustiantes y desesperadas inspiraciones buscaba quedarse en el mundo de quienes nos recibían y salimos airosos; o el desprendimiento doloroso por sabernos entregados a unos extraños en aquella ¡escuelita!, para enseguida olvidar, la chilloneria de la entrada, al canturrear por primera vez el a, e, i, o, u, con el suave aprendizaje de: “el burro sabe más que tú”, que unía lo sentido y la razón con el gusto por conocer; o el transitar por la adolescencia para encontrar en el espejo a un otro yo, desconocido para mí, consecuencia del despertar explosivo entre las hormonas de la sexualidad, que fueron el motor de arranque de otros motores que nos impulsaron hacia múltiples puertas que abrían hacia incontables posibilidades rumbo al porvenir. ¡Que dilema! ¿Cuál fue mi decisión?

Así, abriendo puertas y clausurando otras, cada uno de nosotros hoy estamos aquí y ahora, pisando la siguiente piedra que cruza por el río y en ella, el personal sanitario tiene una gran actualidad.

Le comento, cuando fui médico realicé un estudio, sobre el uso de antibióticos en las enfermedades agudas de la faringe. En aquel entonces, ya se sabía, que los virus eran los causantes del ochenta por ciento de estas enfermedades; le seguían luego los factores alérgicos y después, los menos, eran de etiología bacteriana. Este reducido grupo es el que podría requerir tratamiento con antibióticos antibacterianos. El resto, más del noventa por ciento, su uso era cuestionable.

Entonces, cuando llegaban a mi consulta, personas padeciendo estos malestares, con sus amígdalas y alrededores inflamados, o enrojecidas de diversos matices, o cubiertos de moco claro o blanco ligeramente verdoso, o con vesículas, o con pequeñas aftas, o con un puntilleo hemorrágico, o amígdalas ocupadas por un material aparentemente gelatinoso, cargando un padecer intensamente toxico, ingresaban en mí exploración.

Enseguida, les explicada sobre la posible causalidad de su problema, y el tratamiento que iba a consistir sólo con medicamentos sintomáticos y medidas generales, haciendo énfasis en una buena hidratación. Pero con la seguridad que los vería todos los días para estar al pendiente de su recuperación. Con este dialogo entendido y aceptado, los conducía hacia tres colegas de al lado y, según fueron apareciendo nuevas personas enfermas, las llevaba con otros tres compañeros y así sucesivamente hasta abarcar a los diez y nueve médicos que laboraban en mi turno y de nuevo recorría el ciclo con la pregunta: “¿Qué tratamiento le darías a esta persona?” El cien por ciento de los médicos darían antibióticos antibacterianos. El tiempo de estudio fue de tres meses. El volumen de la muestra fue un total de 162 personas. Solo cuatro de ellas necesitaron antibioticoterapia. El resto, recuperó su salud sin estos fármacos. Le aclaro: Ciertamente hubo reticencias, pero el acompañamiento confiado las superó. Abajo le comentaré el final de este trabajo.

¿Qué fue lo que me motivo hacer aquello que realicé? La medicina desde los tiempos de Hipócrates tiene un lema Ético insuperable: “Lo primero es no hacer daño”. Y los antibacterianos cuando no están indicados, hacen daño, pueden destruir, parcial o totalmente, la flora bacteriana normal tan necesaria para el buen funcionamiento de nuestro organismo, cuando ayudan al intestino en la absorción de los alimentos y otras colaboran en la elaboración de ciertas vitaminas, también son aliadas de nuestros sistemas de defensa internos y externos. En este entorno, nuestro cuerpo es el aposento común de millones de millones de millones de microbios de distintas especies, aparentemente domesticados, los cuales “firman un pacto de no agresión” a su hospedero. Pero, el antibiótico antibacteriano al eliminar las bacterias rompe aquellos acuerdos de paz firmados en lo oscurito, entonces, los hongos y los virus, podrían brotar como violentos oportunistas para poseer al dueño de la vivienda. Además, por aquella mala indicación medicamentosa, las bacterias se hacen resistentes a la acción bactericida de estos fármacos, habiendo necesidad después, de nuevos y más potentes antibióticos. Esto no es fácil ni barato. Por si fuera poco, estos medicamentos tienen un costo económico y son demasiados las personas enfermas. Haga usted cuentas y verá quien pierde y quien gana.

Según estadísticas de los noventas, las enfermedades del tracto respiratorio superior ocupaban uno de los primeros lugares en la solicitud de servicios médicos en el primer nivel de atención. La prescripción médica de estos fármacos era mucha, agreguemos la “moda” de la automedicación, cuando las personas ante cualquier malestar de garganta acudían a la farmacia en donde se les vendían libremente el antibiótico. El daño a la salud y el negocio aumentaba.

Fue en el año 2010 cuando la SSA prohibió la libre venta de estos productos. Entonces, las farmacias empezaron a implementar  consultorios médicos adjuntos para cumplir con aquel mandato legal. Esta es la raíz de este modelo de atención médica que doce años después, hoy, cubren una necesidad social, pero sin perder su origen.

Antes de brincar a la siguiente piedra, me declaro totalmente confundido cuando las autoridades de salud y no solo de esta administración sino de las pasadas administraciones gubernamentales, han venido afirmando: Para tener un buen sistema de salud se requieren de más y mejores hospitales y tener el suficiente número de profesionales de la medicina: falso. Es como afirmar que necesitamos de la policía en cada esquina para tener bienestar social. no. Se ocupan más policías porque la criminalidad está desatada. Igual, se necesitan más médicos y más centros de curación hospitalarios, porque las enfermedades van en aumento.

Ahora estamos varados sobre una piedra volcánica en medio de las aguas broncas del río que me hacen recordar el libro “México tierra de volcanes”, pero no por el Popocatépetl, sino por las embravecidas luchas de grupos radicales antagónicos, quienes compiten por el poder gubernamental desde hace ya dos siglos de historia con la misma historia, con el mismo guion, pero con diferentes actores y en medio, una nación crónicamente impactada por esa  historia que enferma lo anímico, lo social y lo biológico de sus habitantes.

Entonces, ante este enfermante ambiente, junto a la curación, vamos dando pasos firmes hacia el camino de la promoción de la salud. Para llegar a la estancia de la salud, más que médicos de segundo nivel, se requieren profesionales educadores de primer nivel en: la academia, en nutrición, en trabajo social, en psicología, en agronomía, en enfermería, en medicina, etc. todos, con una sólida formación salubrista para que, su espacio laboral sea la construcción para un vivir saludable. Demos el siguiente paso.

Le comento sobre la presentación de mi estudio. Se dio en un acto académico en donde fui descalificado por los maestros de la ciencia y la costumbre, mejor dicho, solo por la costumbre: Mi trabajo no cumplió con el rigor estadístico del método científico y también, “por la exigencia cultural de los mismos enfermos, porque, el paciente cuando sale sin una receta en la mano se va insatisfecho…”, adujeron los médicos.

¡Cierto! La persona enferma siempre debe de salir con algo después de una relación sanitaria y ese algo, en nuestro caso, podría ser un conocimiento nuevo que le sirva para reconstruirse para: recuperarse de su enfermedad, para prevenir recaídas y para cuidar su salud.

“Lo primero es no hacer daño”.

José Rentería Torres.

Aviso

La opinión del autor(a) en esta columna no representa la postura, ideología, pensamiento ni valores de Proyecto Puente. Nuestros colaboradores son libres de escribir lo que deseen y está abierto el derecho de réplica a cualquier aclaración.

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