Ante la nueva administración gubernamental
La democracia va más allá de la sola existencia de instituciones y partidos políticos o procesos electorales como los que acabamos de vivir el pasado 6 de junio; la democracia, es una filosofía y un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural de la ciudadanía.
Nuestra constitución reconoce que una educación democrática debe robustecer el aprecio por la dignidad de la persona y la integridad de la familia y que toda persona tiene derecho a la protección de la salud.
Así, la vida democrática y humanista se presenta como una condición indispensable para garantizar y mantener un ambiente social que favorezca la salud y el equilibrio emocional de la población. Esta condición, sin duda, es el sustento de la salud mental en este caso en nuestro estado.
Desde la perspectiva profesional coincidimos que cuando una familia se desenvuelve en un clima de seguridad, confianza, solidaridad y amor, sus integrantes encuentran las circunstancias necesarias y adecuadas para el desenvolvimiento pleno de todas sus potencialidades como seres humanos.
Para la construcción de una personalidad saludable, todos los individuos requerimos de una sociedad, una comunidad y una familia sustentadas en principios éticos, humanos y democráticos, dentro de los cuales la educación y la participación sean los instrumentos centrales de comunicación y que desarrollen la esperanza constante de una vida mejor.
Una verdadera cultura que ofrezca una aceptable salud mental requiere al menos de tres herramientas básicas: una educación que forme a los individuos en una conciencia y una actitud de respeto, apoyo y participación social; un sistema social de información y comunicación que transmita a todas las personas, de manera veraz y objetiva, los conocimientos constructivos que reflejen la realidad económica, política y cultural; y, de manera complementaria, un sistema de gobierno que exprese –auténtica y equilibradamente—los intereses y las propuestas de la sociedad y de los individuos para crear una convivencia saludable y participativa.
El quebrantamiento económico como consecuencia de la corrupción que hemos vivido en las últimas administraciones ha propiciado el empobrecimiento de miles de familias aunado a un creciente desempleo sobre todo a nivel profesional, han sido entre otros factores los que provocan permanente estrés, desesperanza y constante frustración entre la mayoría de los sonorenses.
Aunado a ello, asistimos a un proceso permanente y creciente de desintegración familiar: donde 5 de cada 10 matrimonios actuales terminan en el divorcio o en la separación física o emocional de los contrayentes con sus respectivas consecuencias principalmente en la afectación de los hijos.
Lamentablemente Sonora se encuentra entre los estados donde al menos 3 de cada 5 familias padece los efectos de la violencia o la desintegración de la familia; existen en todo el estado miles de madres solteras y un incontable número de jóvenes que enfrentan las consecuencias de la separación traumática, el abandono o la pérdida de los afectos más significativos
La incapacidad para resolver los conflictos conyugales contribuye para que los integrantes de muchas familias sobrevivan en un entorno de desamparo, de tristeza constante, aflicción y melancolía.
La angustia y la preocupación frente a los problemas cotidianos se traduce, familiar y culturalmente, en una actitud depresiva, de desilusión, de frustración, de represión de las emociones y los sentimientos, y de renuncia a luchar por un futuro mejor, lo cual es un verdadero caldo de cultivo para para la violencia y delincuencia social.
Adicionalmente, la desesperanza, el miedo, la impunidad, la corrupción y la injusticia, así como el papel irresponsable de la mayoría de los medios de comunicación han sentado las bases para el surgimiento de problemas de salud mental como la neurosis o la psicosis, que se traducen en trastornos de identidad sexual, el alcoholismo, la farmacodependencia y todo tipo de psicopatologías, o la somatización de múltiples enfermedades.
Frente a este desolador panorama, a mi parecer, las únicas opciones para favorecer la salud mental de los sonorenses y mexicanos en general son la de trabajar intensivamente en todos los frentes para recuperar la esperanza y construir un clima que favorezca las relaciones humanas en todos los ciudadanos a través de una filosofía humanitaria, que permita mejorar la percepción ciudadana a cerca de nuestro gobierno, nuestras leyes y nuestras familias
Solo en ese entorno podrá florecer una familia integrada, amorosa, que otorgue a sus integrantes las relaciones de seguridad y confianza que requieren para construir una personalidad saludable y equilibrada emocionalmente. Es una labor titánica que demanda la inmediata colaboración de todos los grupos sociales en Sonora y en todo el país.
Sergio Oliver Burruel
Académico Unison, Presidente de la asociación sonorense de psicología aplicada (ASPA)
paecoliver@gmail.com