A sus 9 años Sheila Hernández Alcaraz convivió con un apuesto joven que portaba gabardina, sombrero negro y un monóculo, vestimenta típica del Siglo XIX. De algo estaba segura: el hombre no formaba parte de su imaginación pero tampoco de este mundo.
En la madrugada Sheila caminaba por un largo pasillo con dirección al baño, de repente, a escasos metros escuchó un silbido que llamó su atención y heló su sangre, por lo que a pesar de morir de miedo se asomó al cuarto de visitas en la casa de su mamá y papá ubicada en Guaymas, Sonora.
Sheila, de casi 26 años, recuerda que en ese momento la habitación estaba sin ocupantes, le pareció extraño, pero en un abrir y cerrar de ojos un miedo irracional invadió su ser y no pudo gritar ni reaccionar a ese suceso paranormal que estaba viviendo.
“Me dan ganas de ir al baño y me levanto en la madrugada, entonces veo que la puerta de visitas está abierta, lo que se me hizo raro, entonces vi que había entreluz en el cuarto y me acerqué, había un sillón ahí y en el sillón sale un hombre, pero no fue como que lo vi una sombra, o algo borroso, sino como una persona de carne y hueso, tenía barba, era joven como de entre 30 y 40 años, tenía un frac de los que se usaban hace mucho tiempo, con un sombrero con franja guinda y un monóculo,
“Cuando él se voltea me hace “pis pis”, nos vimos fíjamente y a mi me dio muchísimo miedo que no pude gritar, pero no sé de dónde agarré fuerzas, salí corriendo y me metí al baño y me encerré ahí, me quedé dormida. Mi mamá me dijo que me tocó la puerta, me preguntó qué me había pasado, yo no le había contado nada, porque traté de olvidarlo, esa fue la primera vez, pues muchos años después lo seguí viendo”, contó la joven guaymense.
Sheila pasó 11 años de su vida repitiendo una y otra vez ese terrorífico acontecimiento, incluso, veía al misterioso hombre -pero ya viejo- con una larga y canosa barba y fue hasta que cumplió 20 cuando dejó de mirarlo.
Además en algunas ocasiones el hombre de sombrero estaba acompañado de otros entes y por más que la joven quiso ignorar esos hechos no pudo, pues en el fondo sabía que aunque era difícil de creer todo lo que vivió fue real.
Cuando cambió su residencia de Guaymas a Hermosillo para estudiar Sociología en la Universidad de Sonora, rentó un departamento con una compañera que empezó a soñar al mismo hombre de sombrero y gabardina, pero Sheila jamás le contó nada.
A pesar de estar asustada por lo acontecido, Sheila empezó a indagar más en ese suceso, por ello, pidió a su amiga que le explicara todo lo que había soñado y ella finalmente aceptó.
Su compañera de apartamento le describió que en el sueño despertó a la 1 de la madrugada y a pesar de que eran altas horas de la noche había sol; en su cuarto estaba un balcón que daba a la calle donde un montón de gente hacía demasiado ruido pues algunas personas estaban peleando.
En el fondo de esa pelea vio al sujeto con sombrero, monóculo, barba larga y canuzca pero este no le dio buena espina. Después, un ente que se hizo pasar por Sheila tocó la puerta de su cuarto para decirle una frase que jamás olvidará: “algún día vamos a cambiar de lugar y nadie se va a dar cuenta”.
“Dice que en el sueño yo le toco la puerta de su cuarto, entro y cuando empieza a hablar conmigo se da cuenta que yo no soy yo, a pesar que es mi cara y cuerpo y le dice: tú no eres Sheila; entonces, yo le digo: así es, yo no soy Sheila. Enseguida vamos a la puerta de mi cuarto y que estoy yo y ese hombre y que yo le digo: algún día vamos a cambiar de lugar y nadie se va a dar cuenta.
“Para eso muchos años después yo tuve un sueño donde uno de los entes que giraba alrededor de este hombre, porque él nunca me habló, me dijo una vez en un sueño: “algún día vamos a cambiar de lugar y nadie se va a dar cuenta”. Cuando mi exroomie me dice eso, más la descripción del hombre, yo me quedé muy impactada y le conté todo, pues además de mi mamá no le había contado a nadie y pensé: nunca fue mi imaginación”, relató Herández Alcaraz.
La mamá de Sheila piensa que esos entes que vio son demonios, pero otras personas a quienes contó su experiencia creen que se trata de almas en pena la joven originaria de Guaymas prefiere no saber más de ello.
“Ya no lo veo pero a veces siento que está ahí y que me puede mirar, que no estoy sola en mi casa, tal vez ya no lo puedo ver pero sé que él está ahí”, expresó Sheila.