La navegación lingüística de Román Luján reside en la línea más pura que nos hace sujetos. En Sánafabich, la plaquette que publicó Herring Publishers en México el año pasado, Luján estira la delgada línea de lo que pudiéramos llamar poesía testimonial para, después, romper con las convenciones de lo cotidiano.
Una de las cosas con las que seguramente Román estaría de acuerdo conmigo es el hartazgo. Lo vemos continuamente en los poemas de esta breve compilación, no sólo en sus temas sino en la forma. El verso predomina en los textos, pero también leemos algunos poemas en prosa como bloques de texto que no se limitan a la página, que tienen, mejor, la cadencia del pensamiento. El hartazgo de Luján está, sí, en la necroescritura. Es un hartazgo compartido que se encarga de escribir con la ola de muerte en México. Un ejemplo muy obvio es el poema “Sin otro particular”, en el que se burla del absurdísimo modo en que ejercemos los códigos de cortesía en el español mexicano, contraponiéndolo con el lenguaje del periodismo: “un tráiler repleto de cadáveres/ disculpe la tardanza en contestarle/ hedores y cenizas según la dirección del viento/ nos haga el honor de contar con su presencia…”.
El poema hace eco del casi novelesco suceso en 2018, en el que se encontró un tráiler frigorífico con 157 cadáveres en Jalisco. Pero, si bien Luján explora el hartazgo de la triste realidad de la muerte cotidiana en México, lo que predomina en estos poemas es su forma lingüística, esa manera de decir lo exasperante, lo indefinido, lo incierto.
Otra cosa con la que Román seguro estaría de acuerdo conmigo es el hartazgo del ir y venir con el inglés. Sobre todo, la moda muy del norte de México de apropiarse del inglés como formas de legitimación de clase, como si la lengua cotidiana no tuviera las palabras suficientes para decir lo mismo. Uno de esos préstamos recientes que es especialmente odioso es el uso de “giveaway” para decir que hay una promoción o una serie de regalos. El inglés sin duda tiende a sustantivar sus verbos, pero no hay necesidad de tanta autocensura, de tanto autodesprecio. Luján, al revés, expresa el hartazgo de la completa incompetencia de la vasta mayoría de los norteamericanos por aprender a decir las cosas en español, en especial cuando son el nombre de origen. De eso se trata el poema que le da el nombre a la plaquette “Sánafabich”. Lo cito completo:
se dice tamal, no t’mali
se dice Colombia, no Columbia
se dice cañón, no canon
se dice Salma, no Selma
se dice Román, no Ramán, no Ramoun, no Romiu
se dice Sacramento, no Sacrmeno
se dice chipotle, no chipote, no chipole
se dice guacamole, no guac, chingada madre
se dice Chile, no chili
se dice Tijuana, no Tiawana
se dice quesadillas, no cuesadiles
se dice dulce de leche, no dolchi di letchi
se dice mole, no mouli
se dice Juárez, no Warés
se dice chorizo, no churitzou
se dice mojito, no mojirou
se dice peyote, no peiori, pendejou
se dice empanada, no impañara
se dice Bolaño, no B’lano
se dice jalapeño, no halapino
se dice García Márquez, no Marqués
se dice enchilada, no onchilara
se dice Juan, no Wan
se dice habanero, no habañerou
se dice Estados Unidos
A esto me refiero con la navegación lingüística, una en donde en ambos lados de la frontera el prestigio lingüístico del español termina perdiendo. Por un lado, como dadores de ese prestigio, aprehendemos el inglés como forma de legitimar la clase y el acceso al capital propio y ajeno. Por otro, aceptamos las formas de dominación que se escudan en la mala pronunciación de lo que se supone es propio: ni siquiera hay el mínimo esfuerzo por decir las cosas por su nombre.
Esto es, pues, la forma de escribir poemas intersubjetivos. Los migrantes, esos que estamos en esa navegación constante, somos sujetos a los dos usos de la lengua, a los inherentes prestigios que confieren y cuáles no. En “Misil”, Luján escribe de forma muy certera esa doblegación:
squeaky clean
sácale brillo a tu obediencia
scrub scrub
arráncate la lengua
morenito
los inmigrantes
tienen brazos
no opiniones
shhhh lololol shhhh
asimílate asimílate
así misil así mi sin
así mi simio así
En un mundo de crisis e incertidumbre, nuestra única patria sigue siendo la lengua, incluso si se trata de la lengua de los hartos. Escribir poemas es también una forma política de enunciar los procesos en los que seguimos siendo sujetos de los demás, de un sistema, incluso si es el sistema de las palabras.
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