Por Emiliano González Islas/Yo También
Desde antes de que iniciara el confinamiento por el COVID-19, Carlos López ya estaba acostumbrado a trabajar en casa. El joven de 26 años vive en la Ciudad de México, pero gracias a la tecnología, puede desempeñarse como content marketer para una empresa en Guadalajara.
Antes de eso, estudió a distancia la licenciatura en Administración de Tecnologías de la Información.
Charly, como le dicen de cariño, tiene atrofia muscular espinal tipo 3, una enfermedad de origen genético que no le ha impedido realizar su trabajo desde hace poco más de dos años. Claro que el home office le ofrece muchas ventajas, “no me imagino trabajando de otra forma, me permite enfocarme en el trabajo sin descuidar mi salud. Eso sí, requiere mucha responsabilidad y mucho control”, dice Charly, quien cumple su horario como cualquier otro trabajador (me pidió hablar antes de su hora de comida), realiza marketing de contenidos en un blog y propone ideas para llegar a potenciales clientes.
Él fue el primer y único empleado con discapacidad que contrató su empresa Mifiel, aunque muchos de sus compañeros se unieron a la modalidad de trabajo remoto debido al coronavirus.
En medio de la actual contingencia sanitaria, una de las grandes firmas de retail del país comentó en su reunión de directores, que el confinamiento obligatorio les había permitido darse cuenta de dos cosas: que no necesitan tener un gran inmueble donde concentrar a todo su call center en un solo lugar y que esta podría ser la oportunidad de sumar personas con discapacidad a este servicio.
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