La humillación a la que ha sido sometido el cuerpo médico nacional con menos de 56 años de edad —porque enfocamos el ángulo posterior a la Revolución de las Batas Blancas—, nunca había sido peor a la que viven estas generaciones que sostienen como pueden lo que queda del sistema público de salud.
Paradójicamente, cuando más necesitan del apoyo gubernamental y social, porque hacen lo que pueden para hacer frente al COVID-19, hasta los hemos bañado en cloro durante sus traslados, les impedimos el ingreso a la comunidad donde viven o les negamos el acceso al transporte público.
Los médicos con los que he conversado en las últimas horas tienen miedo a contraer el nuevo coronavirus porque no los dotan de material adecuado para atender a pacientes positivos. Tienen miedo de contagiar a su gente. Tienen miedo de ser linchados durante sus desplazamientos. Tienen miedo de perder el empleo si levantan la voz para denunciar cómo están las cosas en los hospitales.
Tuvo que ser el comediante Eugenio Derbez quien se encargara de torcer el dedo autoritario con el que se intentó tapar el sol estas semanas, al exponer en un video que se viralizó la noche del domingo, uno de los coletazos en la clínica 20 del IMSS en Tijuana con los que la pandemia busca colapsar el sistema de salubridad.
La historia se dio así en menos de 20 horas: Derbez lee la carta de su amigo el doctor Faustino Ruvalcaba en la que narra cómo el agua llegó al cuello en la clínica 20. Dessirée Sagarnaga, autoridad del hospital, asegura en tono déspota que la acusación del comediante es fake news. Pero a la mañana siguiente el gobernador Jaime Bonilla la desmiente: “Los enfermos están cayendo como moscas”. Videos en redes sostienen la versión. Vemos mujeres atacadas por el COVID-19 tiradas en los pasillos. En los círculos políticos se lee que el mensaje lleva destinatario: Zoé Robledo, director del IMSS, quien nada de muertito en la pandemia.
El llanto de Ruvalcaba en una entrevista en El Heraldo Radio se da en representación del gremio, que justo en abril de 2019 hizo marchas para cobrar su salario completo: médicos generales que ganan de 12 a 14 mil mensuales, médicos internos que reciben 1,700 mensuales (menos de la mitad de lo que cobran casi 800 mil becarios de AMLO). La movilización también denunció acoso a los pasantes y más plazas porque hay un cuello de botella que estrangula la carrera médica: 46 mil médicos presentaron el año pasado examen para residencia, pero sólo se quedaron 8, 500, según la Asamblea Nacional de Médicos Residentes. Antes de la especialidad, los médicos generales con aspiraciones a una especialidad, me dice Carlos Armando Herrera, miembro de la Asamblea y residente de Psiquiatría del Siglo XXI, tienen que conformarse con un salario de 6 mil pesos al mes en farmacias para surtir recetas. Por eso el abuso de los jefes y la amenaza de obstaculizarles la trayectoria ahora si denuncian las calamidades en que se encuentran frente al COVID-19. No quieren perder en un segundo los 12 o 14 años de esfuerzo, aunque ganen 12 mil, para lograr la añorada especialidad.