
La carta de renuncia llegó al Senado justo en el medio tiempo del partido entre los Vaqueros de Dallas y los Jefes de Kansas City, mientras la mayoría de los legisladores mataban el tiempo, luego de horas de tensión por la inminente salida del fiscal Alejandro Gertz Manero.
En cuanto la carta llegó, el presidente de la Junta de Coordinación Política, Adán Augusto López, convocó al resto de los coordinadores parlamentarios para mostrarles el documento y pactar con ellos la forma en la que se procesaría la renuncia.
Los coordinadores de la oposición manifestaron su extrañeza por el tono de la carta, en la que Gertz nunca usa la palabra renuncia y sólo informa que decidió aceptar una invitación de la presidenta Claudia Sheinbaum para irse de embajador a “un país amigo”, anuncia que ya se está retirando y dice que espera que el Senado le apruebe el nombramiento en la representación diplomática.
Si bien la Constitución prevé la salida anticipada del fiscal, quien concluía su encargo hasta enero de 2028, ésta sólo procede por alguna causa grave y, según la carta, no había tal gravedad en el argumento esgrimido por el exfiscal.
Era obvio que se trataba de una manera de justificar una decisión política, tomada por la presidenta Sheinbaum y ejecutada por la bancada de Morena en el Senado, que a la vez tenía preparado un acuerdo para iniciar el proceso de destitución de Gertz en caso de que se resistiera a renunciar.
Así se lo hicieron ver a Adán Augusto los coordinadores Ricardo Anaya (PAN); Manuel Añorve (PRI), y Clemente Castañeda (MC); sin embargo, aceptaron que el asunto se considerara de obvia y urgente resolución para que esa misma noche se concretara la salida. Además, los coordinadores pactaron un debate de sólo una participación por cada uno de los grupos parlamentarios, lo que beneficiaba a Morena, pues había prisa en el asunto, y al propio fiscal, quien se salvaría así de que su gestión —de muy pobres resultados— estuviera en el centro del debate.

Cuando Laura Itzel Castillo, presidenta del Senado, pidió que se votara la dispensa de trámites para aprobar la renuncia, PAN y MC votaron a favor junto con Morena, PT y PVEM, y sólo el PRI estuvo en desacuerdo.
Para cuando la renuncia comenzó a debatirse, Gertz ya había firmado —también bajo presión— el nombramiento de Ernestina Godoy como fiscal especial de Control Competencial, justo el cargo que marca la Ley para definir qué funcionario de la FGR se queda como interino ante la renuncia del titular.
Eso convirtió en automático en fiscal interina a Godoy, una militante morenista de todas las confianzas del expresidente Andrés Manuel López Obrador y de la actual presidenta, Claudia Sheinbaum, quien la tuvo como fiscal en la Ciudad de México y como consejera jurídica durante su primer año de gobierno.

La autonomía constitucional, lograda con la reforma que transformó la Procuraduría General de la República en Fiscalía, voló hecha trizas por los cielos y, sin embargo, la oposición accedió a un debate light, en el que apenas tendrían cinco minutos por partido para fijar una postura.
Así, la oposición dejó pasar un momento histórico para ser oposición.
Pocas veces la presidenta Sheinbaum había dado un manotazo así sobre la mesa. Por un lado, logró la renuncia de un fiscal con el que ya había acumulado varias diferencias, y a quien le reprochó poca coordinación con el gabinete de seguridad. Se deshizo de un fiscal al que incluso AMLO toleró pese a sus excesos, abusos e ineficacia en casos clave, como el caso Lozoya, el caso Odebrecht o las investigaciones contra el líder del PRI, Alejandro Moreno.
Y, por otro lado, el manotazo acaba con la autonomía de un órgano del Estado que, se supone, debería ser independiente del gobierno, pues a él llega una fiscal interina que, muy probablemente, será ratificada por el Senado luego de cubrir las formalidades del proceso de nombramiento.
Y, sin embargo, la oposición se quedó muda, enredada en el reclamo de la “causa grave”, como si la lectura textual de la Constitución fuese lo más importante.
Además, de los 40 senadores que aún le quedan a la oposición, sólo llegaron 21 a la sesión vespertina donde se votó el asunto, dando por hecho que Morena, PVEM y PT lograrían la mayoría.

De los 21 senadores del PAN, ocho estaban presentes y 13 se ausentaron, entre ellos Marko Cortés, Francisco Ramírez Acuña, Miguel Márquez y Guadalupe Munguía, figuras que se supone ejercen liderazgo en la bancada.
También fue notorio que el posicionamiento del partido lo haya hecho un senador suplente (Raymundo Bolaños), y no el coordinador Ricardo Anaya, quien así evitó hablar del fiscal que tuvo en sus manos el caso Lozoya, que involucra a Anaya en un presunto soborno.
Aún más inquietante es el silencio del dirigente del PAN, Jorge Romero, quien un día antes había encabezado una Asamblea Nacional con discurso encendido, pero no dijo una palabra sobre el golpe a la Fiscalía. ¿Será por temor a Ernestina Godoy, quien investigó al Cártel Inmobiliario que encabeza Romero?
Si el PAN se mueve entre la gratitud a Gertz y el miedo a Godoy, en el PRI las cosas fueron más esquizofrénicas.
El jueves, sólo ocho de los 13 senadores priistas llegaron a la sesión. Entre los ausentes: Miguel Riquelme, Carolina Viggiano y el dirigente nacional Alejandro Moreno, también investigado por la fiscalía sin resultados.
Moreno sí usó sus redes para criticar el golpe a la Fiscalía, pero también respaldó a Gertz. Fue uno de los pocos políticos que reconoció públicamente su trabajo, al que calificó como apegado a la legalidad.
Pese a todo, el PRI tuvo la posición más crítica esa noche, cuando Manuel Añorve acusó que la salida del fiscal no era voluntaria, sino una instrucción para tomar el control de la FGR y colocar a un fiscal a modo: “Uno que no estorbe ante los escándalos de corrupción… Una embajada es sólo el barniz diplomático”.
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En conclusión
La presidenta Claudia Sheinbaum ha dado uno de los golpes de timón más importantes de su sexenio. La salida de Gertz Manero es un manotazo político que convierte a la FGR en una pieza más del tablero, alineó a Morena y dejó silenciada a la oposición.



