Los electrolitos orales se han convertido en un producto habitual en la vida diaria de muchas personas, especialmente entre quienes buscan mantenerse hidratados o realizan actividad física.
Sin embargo, su creciente popularidad ha venido acompañada de dudas y mitos sobre su uso adecuado y los riesgos que puede implicar ingerirlos sin supervisión médica.
De acuerdo con información de ProfecoTV, los electrolitos orales son soluciones diseñadas para reponer de manera inmediata los líquidos y minerales perdidos, principalmente en casos de deshidratación causada por enfermedades.
Su composición incluye agua, glucosa y sales como cloruro de sodio y cloruro de potasio, fundamentales para recuperar el equilibrio corporal.
Aunque son fáciles de adquirir y se venden sin receta, estos productos están regulados y clasificados como medicamentos.
Su registro sanitario debe ser visible, y en centros de salud es común encontrar sobres de suero en polvo para preparar con agua purificada, facilidades pensadas para atender emergencias médicas.
Uso con criterio médico
El consumo de electrolitos orales debe estar ligado a una necesidad médica concreta, como pérdida de líquidos por enfermedad, indica ProfecoTV.
Tomarlos por precaución o ante molestias leves puede ser contraproducente, ya que un exceso de minerales podría empeorar el estado de salud en lugar de mejorarlo.
Los electrolitos —entre ellos sodio, potasio, calcio, magnesio, cloro, fosfato y bicarbonato— son esenciales para funciones como el equilibrio de líquidos, la transmisión nerviosa, la contracción muscular y la regulación del ritmo cardiaco.
En personas sanas, la pérdida diaria de estos minerales suele ser mínima, por lo que su reposición extra no siempre es necesaria.
Quienes realizan ejercicio intenso o padecen enfermedades que provocan sudoración excesiva pueden requerirlos, pero siempre bajo supervisión profesional.
Riesgos del consumo indiscriminado
La facilidad para adquirir estas bebidas y la falta de información han generado su uso por hábito o moda.
Sin embargo, ingerir electrolitos sin justificación puede causar desbalances como hipernatremia (exceso de sodio), hipopotasemia (bajo potasio) o hipercalemia (alto potasio), condiciones que afectan directamente la salud cardíaca, neurológica y muscular.
El riesgo es mayor en pacientes con enfermedades renales, ya que sus riñones tienen dificultad para eliminar el exceso de minerales, especialmente el potasio.
Además, el sodio presente en muchos sueros puede contribuir al desarrollo de hipertensión arterial.
Las interacciones con medicamentos diuréticos o tratamientos para el corazón también son una preocupación, pues podrían alterar sus efectos.
Otros efectos adversos del consumo excesivo incluyen náuseas, debilidad y, en casos graves, arritmias cardíacas.
A ello se suma el alto contenido de azúcar en varias presentaciones comerciales, que, si se ingieren de manera frecuente, pueden elevar el riesgo de diabetes, comparándose incluso con bebidas azucaradas.
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La recomendación principal de especialistas es clara: antes de incorporar electrolitos orales a la rutina diaria, es importante consultar a un profesional de la salud y evaluar si realmente existe necesidad.
Lo que parece una bebida inocente puede convertirse en un riesgo cuando se usa sin criterio.



