La ansiedad es una reacción natural del organismo ante el peligro, un “sentimiento de miedo, temor e inquietud” que todas las personas experimentan, aunque algunos lo viven con mayor intensidad.
Sin embargo, cuando se vuelve constante y limita el bienestar diario, puede convertirse en un problema clínico, señalan especialistas.
La psicóloga clínica Rachel Zack Ishikawa, docente de la Escuela de Medicina de Harvard, propuso tres estrategias fundamentales para controlar la ansiedad y evitar que interfiera con la vida cotidiana: enfrentar la evitación conductual, cuestionar los pensamientos automáticos y atender la hipervigilancia física.
1. Evitación conductual
Ishikawa explicó que muchas personas, al considerar la ansiedad intolerable, tienden a evitar situaciones que la provocan, lo que refuerza el malestar en un “círculo vicioso”.
Por ello, recomienda afrontar estos estímulos de manera gradual, exponiéndose a lo que genera ansiedad para modificar la respuesta del cerebro.
“Si puedes notar esas cosas a las que podrías decir que no porque te provocan algo de ansiedad y, en cambio, te acercas a ellas, eso ofrece una oportunidad de aprender algo nuevo”, señaló.
2. Cuestionar los pensamientos automáticos
La especialista señaló que los pensamientos repetitivos y negativos intensifican la ansiedad. Sugiere interrogarlos con preguntas como: “¿Sé con certeza que ese desenlace ocurrirá?” o “¿Existen otras posibilidades aparte de la que temo?”. Este enfoque ayuda a adoptar una perspectiva más realista.
3. Hipervigilancia física
Esta estrategia se enfoca en síntomas físicos de ansiedad como taquicardia, dificultad respiratoria, sudoración o temblores. Ishikawa recomendó reconocer estas sensaciones como activación natural ante el estrés, sin que signifiquen peligro real.
“Cuando recordamos que solo se trata de sensaciones físicas, el sistema nervioso se calma y decrece la activación generada por la percepción de amenaza”, explicó.
Factores contemporáneos que influyen en la ansiedad
La especialista también señaló el papel de las redes sociales, donde el uso pasivo puede aumentar la ansiedad y la baja autoestima, mientras que el uso activo, mediante comunicación directa, podría mejorar el bienestar psicológico.
Respecto a la pandemia de covid-19, Ishikawa citó estudios que muestran que la ansiedad aumentó durante los años de confinamiento debido al miedo a la enfermedad, la inestabilidad económica y la falta de contacto social.
No obstante, los seguimientos posteriores indican que los niveles tienden a regresar a cifras previas a 2020, reflejando la resiliencia natural del ser humano.
Con estas estrategias, Ishikawa propone un enfoque basado en comprender la ansiedad, exponerse gradualmente, flexibilizar los pensamientos y aceptar las señales del cuerpo, sin perder de vista la importancia de ampliar el acceso a tratamientos efectivos.