Por: Hugo Moreno Freydig
Cuando llegan las vacaciones, no solo cambian nuestras rutinas personales. También cambian nuestras ciudades. Las calles, el tráfico, el transporte público y los espacios que usamos todos los días se transforman, aunque sea por unas semanas. Estos cambios temporales nos muestran una cara diferente de la ciudad, y nos hacen pensar en cómo vivimos y nos movemos en ella el resto del año.
Uno de los cambios más visibles es que hay mucho menos tráfico. La ciudad se siente más tranquila desde temprano. Las filas de autos que normalmente vemos en las mañanas, sobre todo cerca de las escuelas o en los caminos al trabajo, desaparecen casi por completo. Todo se mueve con más calma. Hay menos ruido, menos estrés, y el aire incluso parece más limpio. Es como si la ciudad se tomara un respiro.
Pero mientras las calles del centro o de los barrios se vacían, otros caminos se llenan. Las salidas de la ciudad y las carreteras hacia destinos turísticos se vuelven muy transitadas. Mucha gente se va a la playa, a los pueblos cercanos o a otros lugares para descansar. Asimismo, llegan foráneos y extranjeros de turismo a visitar la ciudad y lugares cercanos. Esto hace que aumente el tráfico en ciertas zonas y baje en otras, lo cual obliga a ajustar la forma en que se gestiona la vialidad en esos puntos.
Los viajes dentro de la ciudad también cambian. Como ya no hay clases, y muchos trabajos están en pausa o con menos actividad, desaparecen muchos traslados diarios. En lugar de ir a la escuela o a la oficina, las personas salen más a divertirse: van a centros comerciales, parques, cines, museos o plazas públicas. En estos días, los trayectos no siguen los horarios fijos de siempre, sino que se distribuyen a lo largo del día. Ya no hay horas pico tan marcadas.
Estos cambios también afectan al transporte público. Algunas rutas bajan su frecuencia porque hay menos usuarios, pero otras pueden tener más demanda, como las que van a zonas de entretenimiento o centros comerciales. Esto pone a prueba qué tan bien puede adaptarse el transporte de la ciudad a las necesidades de las personas.
Además, los espacios públicos se llenan de vida de otra forma. Las banquetas, ciclovías, parques y plazas son ocupados por familias, niñas y niños, personas paseando, jugando o haciendo ejercicio. Algunas ciudades aprovechan estas semanas para hacer actividades especiales, como cerrar algunas calles a los autos y dejarlas para que la gente camine, monte bicicleta o disfrute de espectáculos al aire libre. También hay mercados, talleres o eventos culturales. Estas acciones no solo dan alegría a la ciudad, también ayudan a probar cómo podrían ser los espacios si fueran más pensados para las personas y no solo para los autos.
Algo interesante que se nota en estas fechas es cómo se comportan las ciudades cuando ya no están tan llenas de los mismos flujos de siempre. Por ejemplo, cuando ya no hay traslados escolares, se hace evidente cuánto depende el tráfico de esos horarios. También se puede observar que algunas zonas que normalmente están muy saturadas se vacían, y otras que pasan desapercibidas el resto del año se vuelven atractivas.
Todo esto abre una oportunidad para pensar en ciudades más flexibles. Las que mejor se adaptan a estos cambios son las que tienen calles más versátiles, espacios públicos bien distribuidos y transporte que puede ajustarse. Cuando el diseño urbano toma en cuenta estos cambios de temporada, se vuelve más justo, más amigable y más humano.
Las vacaciones, aunque duren poco, nos muestran que es posible tener ciudades más tranquilas, más habitables y más pensadas para disfrutar, no solo para trabajar o estudiar. Nos enseñan que movernos de forma diferente también puede ser positivo, y que los espacios compartidos pueden usarse para convivir, jugar, descansar o simplemente estar.
Ver cómo se transforma la ciudad en vacaciones nos permite imaginar otras formas de vivirla durante el resto del año. Nos recuerda que las ciudades no deben ser solo lugares de productividad. También pueden ser lugares de encuentro, de vida y de disfrutar nuestras calles y espacios públicos.