La ecoansiedad es un término utilizado para describir el malestar psicológico asociado a la preocupación por el deterioro ambiental y el cambio climático. Aunque no está clasificada como un trastorno mental en manuales diagnósticos oficiales, diversas organizaciones, como la Asociación Americana de Psicología (APA), han señalado su creciente presencia, especialmente entre jóvenes y personas expuestas de manera constante a información sobre crisis ecológicas.
Este fenómeno se ha vuelto más frecuente debido al aumento de la cobertura mediática sobre fenómenos como la pérdida de biodiversidad, incendios forestales, escasez de agua, contaminación atmosférica y eventos climáticos extremos. De acuerdo con un estudio publicado en The Lancet (2021), el 59 % de los jóvenes encuestados en 10 países expresaron sentirse “muy preocupados” por el cambio climático, y un 45 % manifestó que esta preocupación afecta su vida cotidiana.
La ecoansiedad puede derivar en sentimientos de impotencia, frustración o paralización. No obstante, también puede ser un detonante para la acción individual o colectiva en favor del medio ambiente. Existen diversas estrategias para abordar este tipo de ansiedad desde una perspectiva práctica y orientada a soluciones. En primer lugar, hay que reconocer que el problema ambiental tiene implicaciones emocionales, es por ello, que se puede facilitar el desarrollo de herramientas personales y comunitarias para afrontarlo.
Una forma de responder a la ecoansiedad es mediante la participación en acciones locales. Separación de residuos, reducción del consumo innecesario, uso responsable del agua y la energía, movilidad sostenible y participación en actividades comunitarias, son ejemplos de prácticas que pueden generar una sensación de impacto positivo.
Otra estrategia útil consiste en buscar redes de apoyo o espacios donde sea posible compartir preocupaciones ambientales. Los grupos estudiantiles, colectivos ambientales y plataformas de voluntariado proporcionan canales de expresión y colaboración que contribuyen a reducir la sensación de aislamiento o impotencia.
Asimismo, se recomienda moderar la exposición constante a información negativa sobre el medio ambiente. Establecer límites en el consumo de noticias y dedicar tiempo a actividades en la naturaleza puede ayudar a mantener el equilibrio entre la conciencia ambiental y el bienestar personal.
Finalmente, es importante destacar los avances y soluciones que ya se están implementando en diversas regiones del mundo. Desde innovaciones tecnológicas hasta políticas públicas enfocadas en sostenibilidad, ademas, existen ejemplos concretos que demuestran que la acción ambiental es posible y efectiva.
Aunque la ecoansiedad representa una respuesta comprensible ante la magnitud de los problemas ambientales actuales, también puede convertirse en una herramienta para generar cambios. La información equilibrada, el compromiso ciudadano y la acción local son elementos clave para canalizar esta preocupación de manera productiva.
Lic. Pamela Ibarra Dávila
Presidenta de Cultura Verde A.C