Acabo de leer una novela sobre la historia que tuvieron un niño y sus dos familias que vivieron entre las balas de dos guerras distintas (que a lo mejor fueron continuación una de la otra): la guerra civil española y la segunda guerra mundial. El nudo de la novela se centra en el sufrimiento peor que tuvieron en los tiempos de ¿paz?, de ambas posguerras. La lectura del libro hoy es oportunísima cuando cada día suenan con más estruendo los tambores de guerra, por el mundo entero.
Pero ahora ¿por qué y por quiénes redoblan los tambores y cuáles podrían ser sus causas? Desde hace un poco tiempo para acá, cada día, cada noche y al otro día igual, nos llegan las noticias de la guerra en diferentes partes del planeta, pero acá en Latinoamérica, que no estamos en guerra con nadie se oye: Argentina está comprando submarinos; la aviación de tal país de Suramérica es superior a la de su vecino; el otro ya actualizó sus tanques y helicópteros de guerra; el de al lado modernizó sus sistemas de defensa y ataque, o en tales regiones están recibiendo a asesores militares extranjeros para mejorar las tácticas de guerra de sus ejércitos. Guerra-guerra-guerra, en repetición, guerra, en donde Goebbels ahora sería un aprendiz de una enseñanza que nos deja la creencia de que la guerra es una ¿necesidad? imperiosa en donde nuestros países necesitarían enviar a sus juventudes hacia el matadero. Ante este panorama, se me vienen a la mente las multitudes de migrantes empobrecidos quienes avanzan hacia el norte… Quisiera relacionar ambos fenómenos sociales.
Con razón dicen los sociólogos que la guerra es el negocio más lucrativo de la economía. Cierto. Pero también es cierto que la guerra es la macro criminalidad legalizada más extendida que ha conocido la humanidad a lo largo de la historia. Una historia en donde quienes más sufren son los que se encuentran en medio de las balas.
Ahí está Pablo arrancado de su madre Clotilde; luego llevado con Anya, su madre adoptiva, una de ellas es caricaturista y la otra pianista, ambas son reprimidas, exprimidas, por no alinearse a los dictados de quienes poseen las “verdaderas verdades” propias de los dictadores.
Ya que estamos en la historia, permítame decir que la historia es el continuo venir de la humanidad desde que es humanidad. Ciertamente este venir en tiempo, el presente pronto se hace pasado (es de aquí de donde los historiadores nos relatan con objetividad científica ciertos hechos que ya fueron). En este continuo soplo, el presente apunta hacia el por-venir, por esto repito: La historia es el continuo venir de los pueblos. En este transcurrir, la historia es escuela, es maestra que hace visibles, de preferencia, a los grandes guerreros y sus hazañas, pero de páginas borrosas sabemos poco de los personajes de paz, como la del heroico Gandhi, quien con el símbolo de un telar venció a las modas guerreras del imperio más grande de su tiempo.
En la trama de esta novela, la escritora nos relata una historia en donde pone voz a unas personas que poco cuentan para la historia, ¿Qué importancia tiene un niño cualquiera, víctima de los generales vencedores de la guerra? ¡Ninguna! Es aquí cuando la literatura, pone letras a unas voces que claman libertad, y en pago, sufren en silencio las heridas provocadas por contravenir las “verdades absolutas “de sus extremosos victimarios.
Hoy, son dos poderosas potencias económico-bélicas opuestas moviendo sus piezas, haciendo alianzas, empoderando a sus aliados, guerreando en tierras lejos de sus territorios, y en ello como cocodrilos abren sus fauces en un ritmo como lo hacen los boxeadores en donde en el primer round, midiendo las fuerzas del enemigo. Entre tanto se lanzan misiles cada ves de mayor alcance y en este alcance, deseo que uno de por ahí. no enloquezca y tire, tirándonos, tirándose a matar con su poderío nuclear.
En este panorama, desearía yo, que mí País, en estas desiguales alianzas, pudiera declarar su neutralidad ante estos voraces de la guerra: Se vale soñar “desde el patio trasero”
En la novela se expone por igual a dos ideologías encontradas: una de derecha y otra de izquierda. Ambas son ultras. Ambas dicen poseer la “verdadera verdad”,
Le comento. En estos días estará en la FIL. de Guadalajara Julia Navarro, quien viene a presentar su novela: “El niño que perdió la guerra”. Procuraré asistir y si es que pudo le preguntaré si su obra salió de la ficción o fueron hechos reales los que le dictaron la narración de esta estrujante historia en ficción, en donde sus letras dibujaron Arte.
Un HURRA de última hora: Al parecer Zelenky está buscando a Putin para negociar las paces. Esperemos que así sea
José Rentería T. Diciembre del 2024