Varios golpes seguidos le ha dado el oficialismo a las oposiciones en México (PRI, PAN, MC): Se apropió del INE, les invadió el tribunal electoral, los agandalló con la sobre representación en la Cámara de Diputados y les corrompió a cuatro senadores (2 del PRD, 1 del PAN y 1 de MC) para lograr la mayoría calificada en la Cámara de Senadores y, lo prometido por ellos: declarar la desaparición del PRD, su verdadero partido de origen (no el PRI) por no alcanzar el 3% de la votación nacional.
¿Qué más? De 2018 a la fecha los ha desplazado de 23 gobiernos estatales y una gran cantidad de capitales de los estados, y controlan hasta ahora 22 Congresos estatales.
También han jalado para su causa a los eternos partidos oportunistas que se alían al mejor postor a cambio de migajas, y a los que han hecho como han querido: (PVEM, PT (en lo nacional), y PANAL y PES (en lo local).
No todo está perdido, como dicen algunos. La oposición alcanzó el 46% de la votación nacional para diputados el pasado junio, y eso les abrió la puerta de la representación política en el Congreso de la Unión
Hasta ahora han votado —unidos— en contra de la iniciativa prioritaria del Ejecutivo y que ha sido sometida a discusión en ambas Cámaras: La reforma al Poder Judicial. En diputados el resultado fue de 359 contra 135, y en senadores es de todos sabido que quedó en 86 contra 41, cuando días antes se presumía que los 43 senadores de oposición votarían —unidos también— en contra de la iniciativa.
Pero no contaban con la astucia y la falta de escrúpulos de los negociadores oficiales con dos senadores —también sin escrúpulos— del PRD, uno del PAN y uno de Movimiento Ciudadano. A los que convencieron con diferentes formas para que votaran a favor del dictamen de la reforma al Poder Judicial.
¿Como los convencieron? La imaginación popular supone que de varias formas acostumbradas en la política: Dinero, expectativas políticas, eliminación de expedientes penales, felicidad sexenal con empleos públicos para ellos y sus familias, perdón de delitos etc.
La realidad —y hay que reconocerlo—la única bancada que permaneció unida y sin fisuras en el Senado fue la de los 16 senadores del PRI que desde el principio anunció que se mantendría firme en la votación en contra de la reforma y así sucedió.
Ahora lo que causa inquietudes a todos los niveles es lo que sigue, no solo para las Cámaras del Congreso de la unión, donde ya se sabe cuál va a ser el sentido de los votos con las mayorías deseadas para las próximas iniciativas y lo que va a suceder a partir del 1 de octubre cuando tome posesión la nueva presidenta Claudia Sheinbaum.
Por ahora, es demasiado el peso y la complejidad de los problemas que Sheinbaum heredará de López Obrador que resulta impensable que su gobierno sea una copia del tabasqueño que se va.
Muy pronto la nueva presidenta se dará cuenta que hay un gran hoyo en las finanzas públicas (déficit del 5.9% del PIB) que le limitará cumplir el financiamiento de sus principales programas sociales, y que para el presupuesto de egresos del 2025 deberá recortar el gasto en áreas sensibles de su administración. ¿Por dónde empezará?
Se topará con la cruda realidad de que en materia de seguridad pública los gobernadores de los estados han dejado mucho que desear y, salvo raras excepciones, la mayoría ha perdido el control en sus estados dejando campo abierto a la delincuencia organizada para que haga y deshaga a la hora que quieran.
Hasta ahora Sinaloa ha sido el campeón de la ineficacia en el manejo de la seguridad, sumándose a Chiapas, Guerrero, Colima, Tamaulipas y Michoacán, donde no tienen un día en paz y los gobernadores ya no saben a quién acudir para que les ayuden a resolver.
En materia educativa a Sheinbaum le heredan también una papa caliente. No existe una evaluación certera sobre el sistema educativo nacional y la educación pública del nivel preescolar al superior es un verdadero desorden en todas las regiones.
El sistema educativo nacional —a pesar de las becas—ha perdido miles de alumnos, y nadie sabe qué hacen y dónde están las nuevas universidades que tanto presume el gobierno que se va; fueron creadas sin coordinación alguna con los estados.
¿Y del sistema nacional de salud, qué? Otra papa caliente gracias a las mentiras vertidas de que en esa materia estamos mejor que Dinamarca. Ese argumento no resiste el menor análisis, y lo peor es que no le han encontrado la cuadratura al círculo y no saben que hacer.
Los que abjuran del pasado reciente de México y le echan todas las culpas —a los gobiernos anteriores— de los problemas nacionales, ahora tendrán que ser autocríticos, porque a partir de octubre, los culpables directos de los problemas no resueltos serán ellos mismos.
Deberán asumir que no son los dueños de la historia de México y que a ellos también les pasarán las facturas por el incumplimiento de promesas y por las crisis actuales y lo que va a heredar al próximo gobierno.
¿Qué harán entretanto las oposiciones, si con esos problemas tienen material de sobra para emprender un reposicionamiento?
Cada partido opositor tiene sus propios problemas y sus propias crisis. Movimiento Ciudadano, aunque presuma de moderno e independiente, deberá atender sus problemas de liderazgo en lo local y nacional. Ese partido ha quedado marcado por el comportamiento de su senador por Campeche (Daniel Barreda) que, haya sido como haya sido, se ausentó el día de la sesión clave en el Senado y, con esa sola ausencia, Morena y sus aliados habrían logrado la mayoría calificada. Movimiento Ciudadano también nos debe una explicación. ¿Negociaron con el poder?
¿Qué hacer con los liderazgos de Jalisco y Nuevo León? Será otra de las tareas pendientes a resolver en los próximos meses.
El PAN, que lucía indestructible y presumía a cada rato su 16% de la votación nacional en 2024, ha quedado marcado por la rendición de la familia Yunes en la votación de la reforma judicial. Daba pena ver al dirigente nacional y a la coordinadora de los senadores dar gritos en el vacío, llamando al senador Yunes Márquez a que se presentase en las sesiones para reafirmar su voto. Solo lograron el silencio y la ausencia de Yunes alimentando la sospecha de compraventa política.
“¡El PAN unido!”, “¡El PAN indestructible!” quedó reducido y desprestigiado por Yunes y el deslegitimado líder nacional Marco Cortez.
El PRI se mantuvo unido y dio la pelea en el Senado; pero esta misma semana el consejo nacional del INE invalidó las reformas estatutarias de la asamblea nacional, lo que invalida la reelección de su dirigencia.
No sabemos a ciencia cierta cuándo tomará posesión un nuevo dirigente nacional de MC. El PAN tiene su elección de dirigencia el 10 de noviembre, y en el PRI la dirigencia nacional cifra su suerte en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, a donde acudirá para tratar de revertir los resolutivos del INE.
Más allá de los argumentos “conspiranoicos”, de las adivinanzas políticas y de las advertencias suicidas para los partidos políticos más antiguos de México (85 años el PAN el 16/09, y 95 el PRI el próximo 4 de marzo), ambos junto con Movimiento Ciudadano tienen mucho qué hacer y solo les quedará el 2025 y el 2026, porque en el 2027 viene de nuevo la elección de diputados federales y algunas gubernaturas.
Tienen material de sobra en causas que deberán abanderar desde ya, y el enorme reto de reorganizarse a nivel nacional, a menos que se crean toda la verborrea oficialista de la cháchara pretenciosa y comparsas fanáticas de apetito prebendario que les han advertido que van a desaparecer del escenario político —en ese triunfalismo que confunde oscuridad con profundidad—. Mal harían de creerse todo eso. Ya les han hecho bastante daño con culparlos de los errores de quienes —con ineptitud y hambre de poder—llegaron al poder en 2018 y ya se sienten los dueños de México…Ellos creen que para siempre. De las oposiciones dependerá.
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