Por Víctor S. Peña
El pasado domingo 30 de junio, una de las piezas de la llamada “Ruta Escultórica de la Identidad”, amaneció con daños visibles. Para mayor orientación, la estatua obra de Darío Sotelo “Vendedor de pitahayas” —un joven, sentado sobre una tina, ofreciendo el fruto—, instalada en la esquina oriente de la Plaza Hidalgo, en el centro de la ciudad.
La “Ruta Escultórica de la Identidad” es un notable esfuerzo del Instituto Municipal de Cultura y Arte (IMCA) de la administración 2018-2021. En la parte visible, en un tramo que se extiende desde Catedral hasta la esquina de Obregón y Garmendia, son seis estatuas ejecutadas por diferentes artistas plásticos a manera de tributo y para la memoria. ¿Habrá quién todavía no las conozca?
Peor que el desconocimiento es la indiferencia, el acostumbrarse a que todo eso esté ahí y lo dejemos de ver, y dejemos de tomarlo en cuenta.
Porque esta Ruta es muchas cosas a la vez. Es un esfuerzo por embellecer el primer cuadro de la ciudad, hacerlo de manera armónica con otras esculturas que hay, hacerlo para crear identidad. Es, también, silencioso testimonio del trabajo de una administración que cruzaba los tiempos álgidos de la pandemia: una de las seis figuras honra, justamente, al personal del sector salud. Es, además, un esfuerzo coordinado entre gobierno e iniciativa privada, pues hay que recordar que en ello estuvo también el apoyo de Banorte.
Por eso, es una lástima que nos acostumbremos a no ver. Una lástima enterarnos que ahí mismo en la Plaza Hidalgo, por ejemplo, la escultura “El paletero” (de Jorge Esteban Moreno) ha sido dañada en varias ocasiones: le han robado varias veces la paleta de hielo que ofrece con su mano derecha.
Pues lo del domingo 30 fue que la figura del vendedor amaneció sin cabeza. O casi. Escrito con más exactitud, con la cabeza desprendida casi totalmente, sujeta apenas por alguna estructura interna; por fortuna, el perpetrador no avanzó más en el daño. En una de esas, pudo perderse para siempre la porción superior de la estatua.
Antes, como con el producto de El Paletero, algunas pitahayas en la representación hecha por Sotelo habían ya desaparecido. Aunque importante, se notaba poco. Pero lo del 30 de junio, fue demasiado.
Cuan importante para nuestra ciudad es contar con espacios dignos y bien cuidados, que hablen de la identidad de la ciudad y la cultura de su gente. Esto requiere, de parte de los gobiernos, amplitud de miras y capacidad de gestión. Requiere, de la parte ciudadana, el sumarnos en el cuidado y conocer el camino que debe seguirse si nos enteramos de daños en el patrimonio común.
De hecho, aquí hay un área de oportunidad: colocar, en lugares visibles, un canal de comunicación para la ciudadanía, para cuando se quiera comunicar daños o necesidades sobre el patrimonio cultural instalado de la cuidad.
Coincidente con los daños sufridos en el trabajo de Sotelo, a unas cuadras de ahí, algo más sucedía con pitahayas. Pero con las traídas desde Carbó, unas reales, esa fruta de temporada que sirve para el sustento de familias de campo que se trasladas desde allá hasta el Centro de Hermosillo para ganarse unos pesos. Trascendió en medios de comunicación que se les estaba impidiendo colocarse en donde habitualmente lo hacen.
Sin menosprecio de lo reglamentado, resulta importante mejorar la comunicación y la manera en la que se comunica la autoridad. Ofrecer alternativas viables y sensibles alrededor de lo que sucede en nuestra ciudad. Para evitar malentendidos.
La pieza de la “Ruta Escultórica de la Identidad” fue reparada iniciando la segunda semana de julio; algo cabría hacer con el asunto de la venta ambulante del fruto. No solo en el cuidado de las figuras de bronce, sino también en el respeto a las personas: Así, un Hermosillo para vivir mejor.
El autor es Doctor en Política Pública; Profesor-Investigador en El Colegio de Sonora. Integrante de la Red HCV.