La frontera México-Estados Unidos es un tema central de la campaña para la presidencia de los EUA. Para Trump la frontera con México es porosa y culpable de muchos de los males de ese país. Esto hace que los que viajemos a la frontera vivamos una serie de experiencias. Aquí el reporte de mi experiencia reciente.
Corredor fiscal, topes y vendedores
Se supone que somos una región privilegiada para atraer las inversiones del Nearshoring y que las carreteras fronterizas son nuestra carta de presentación y el medio por el cual transitarán las nuevas exportaciones. Sin embargo, la situación de las carreteras dice otra cosa.
La mala noticia es que los 13 kilómetros del corredor fiscal de Nogales están hechos un desastre. A principios de los noventa, después de que se firmó el TLC, daba gusto recorrer este tramo reluciente, que nos hacía sentir que estábamos avanzando a un mayor nivel de desarrollo.
Ahora, se aprecia que, a pesar del cobro la cuota por transitar ese tramo, no hay mantenimiento y está lleno de baches. Pero no solo eso, hay una completa falta de señalización. A pesar de que es la puerta de entrada y de que muchos conductores no están familiarizados, nunca se sabe para que son o cómo interpretar las barreras de concreto ni por donde hay que circular. Ahora me encontré con que los trailers o camiones de carga también cruzan por el carril izquierdo de no declarar y que el semáforo ya no funciona. Los aduanales, que no sé si sean militares, estaban muy ocupados con sus celulares.
Es totalmente incongruente que, siendo un tramo corto en el que se paga cuota, y que, siendo la entrada y salida del país, se encuentre en ese estado tan deplorable.
El cuadro tercermundista se completa con los topes y vendedores informales con que el conductor se topa en el tramo entre Nogales e Ímuris. Se supone que una carretera o autopista de cuota no debería tener estos reductores de velocidad ni convertirse en un mercado en cada poblado que atraviesa. Lo correcto sería que las poblaciones, atractivos y servicios del poblado se anunciaran previamente y se accediera a ellos por medio de una salida o desviación, pero no a mitad de la carretera y por medio de topes. Hubo notas de prensa de que había negociaciones con los vendedores ambulantes para eliminar estas paradas informales, pero parece que prevaleció la informalidad. Curiosamente estos topes y vendedores ya no se encuentran más hacia el sur.
Falta de respeto a México
La otra experiencia desagradable de cruzar la frontera es la larga espera que hay que hacer antes de cruzar a los EUA. Deliberadamente programé mi cruce a media semana y en una hora no pico y sin embargo me tocó hacer dos horas de espera. Esta espera se debió a que solo había abiertas dos garitas de las seis disponibles.
Ya estamos acostumbrados a estos tratos de los estadounidenses, pero no debiera de ser lo normal entre dos países socios y que se suponen buenos vecinos. Los mexicanos también somos turistas y consumidores del comercio de EUA y no debiéramos de recibir este trato. La presidenta electa de México dice que va a pedir respeto para México. Aquí está una muestra de falta de respeto y donde debiéramos recibir mejor trato.
¿Y el Sásabe?
Un amigo de Caborca, residente en Tucson, me comenta que antes viajaba con frecuencia a su lugar de origen y cruzaba por El Sásabe por ser más corto. Pero me dice que los delincuentes que controlan esa ruta ya lo detuvieron y le advirtieron que ya no circulara por ahí o se atuviera a las consecuencias. Ahora tiene que tomar la ruta larga a través de Nogales para trasladarse a Caborca.
Ya ni siquiera es secreto que esta ruta está concesionada a los delincuentes y que los ciudadanos comunes no podemos arriesgarnos a meternos en ese territorio vedado. Aparentemente no hay autoridad que responda por esta situación y todas voltean para otro lado.