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sábado, junio 29, 2024

¿Primero los autobuses o primero las calles?

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Por Rocío Ruelas Fimbres

Las ciudades latinoamericanas han avanzado significativamente en la gestión de la movilidad urbana. Los complejos escenarios de nuestra región han llevado a modificar cómo las personas y las mercancías se desplazan en la ciudad, impactando la planificación urbana.

El acceso al transporte público asequible, la promoción de la caminabilidad y la integración de tecnologías para reducir los tiempos de desplazamiento son estrategias clave impulsadas por quienes gestionan y planean nuestras ciudades. En esta búsqueda de soluciones, se han implementado medidas que no solo mejoran la accesibilidad y fomentan el desarrollo urbano sostenible, sino que también elevan la calidad de vida y hacen a las ciudades más competitivas.

En México, la transición hacia la electromovilidad enfrenta desafíos importantes. Aunque se promueve el uso de vehículos eléctricos para reducir las emisiones urbanas, la generación de electricidad sigue siendo altamente contaminante, dominada principalmente por combustibles fósiles que representan el 64.4% de la matriz energética del país. Las energías renovables, como la hidroeléctrica, eólica y solar, constituyen solo el 30% (CONUEE, 2024), reflejando la urgente necesidad de políticas públicas que impulsen un cambio hacia fuentes más limpias. Sin embargo, este avance hacia la transición energética en los sistemas de transporte público en el país ha favorecido notablemente no solo la reducción de emisiones del sistema, sino también beneficios tangibles en la gestión de servicios y la visión de realizar viajes más cómodos, cortos y con mayor capacidad.

En este contexto, México ha implementado varios proyectos de movilidad eléctrica en el transporte público que actualmente están en operación, destacando proyectos como el sistema de transporte eléctrico en la Ciudad de México, la Línea 3 y 4 del Metrobús, Mi Transporte Eléctrico en Guadalajara y IETRAM en Mérida. Estos proyectos han mejorado la gestión de flotas, servicios e infraestructura vial, demostrando que la electrificación no solo implica adoptar nuevos autobuses, sino también integrar infraestructuras verdes y otros modos de transporte en beneficio de todos los ciudadanos.

La electrificación de los autobuses representa más que una actualización tecnológica; es una oportunidad para redefinir la movilidad urbana hacia un sistema más sostenible e integrado. Esto requiere no solo la modernización de vehículos e infraestructura, sino también políticas que impulsen la generación de energías limpias, aprovechando el potencial solar y eólico del país para reducir las emisiones globales.

El transporte está estrechamente vinculado a los problemas más críticos de nuestro tiempo, contribuyendo significativamente al bienestar al facilitar el acceso a bienes, servicios y redes sociales que sustentan una buena calidad de vida. Sin embargo, las externalidades negativas del transporte, como las emisiones de CO2, son una preocupación creciente para el cambio climático. Considerando que la solución para abordar estas externalidades no radica únicamente en la electrificación, sino también en desincentivar el uso del automóvil particular, dado que la adopción de buses eléctricos puede ser fácilmente desacreditada si no logramos que las personas prefieran viajar en ellos.

Por lo tanto, generar instrumentos dentro de las ciudades que promuevan estas prácticas requiere que la movilidad urbana se visualice como un eje transversal para la recuperación económica, la mitigación ambiental, la equidad y la mejora en la calidad de vida de los ciudadanos. Este enfoque en la accesibilidad no solo mejora el bienestar y cumple con la demanda de viajes de manera más sostenible, sino que también contribuye a reducir las emisiones de CO2 del transporte. Es esencial internalizar las externalidades de los sistemas de transporte centrados en la movilidad para comprender el verdadero costo e impacto de tener menos o más viajes en transporte público, y para entender la enorme oportunidad que tienen las ciudades de sumarse a esta transición.

La elección entre priorizar los autobuses eléctricos o mejorar la infraestructura vial, cualquiera que sea, debe considerar un enfoque integral que no solo modernice el transporte, sino que también transforme la manera en que nos desplazamos y satisfaga la necesidad de todos los usuarios del sistema de movilidad urbana. La electrificación puede ser un paso crucial hacia esto, pero ¿estamos listos para dar este paso?

La autora es integrante de la Red Hermosillo ¿Cómo Vamos?

Aviso

La opinión del autor(a) en esta columna no representa la postura, ideología, pensamiento ni valores de Proyecto Puente. Nuestros colaboradores son libres de escribir lo que deseen y está abierto el derecho de réplica a cualquier aclaración.

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