José traía a Huatabampo en la sangre. No desaprovechaba momento ni circunstancia para preguntar por sus amigos, el barrio, los lugares y los personajes emblemáticos de ese pueblo que acogió a su familia por allá en agosto de 1961.
Hijo de José Trinidad Corrales Carrillo y María Ninfa Carrillo Carrillo, llegaron a Huatabampo —después de una pequeña escala en Cajeme— de Cosalá, Sinaloa; asentándose primero en una modesta vivienda la colonia 14 de Enero.
Doña Ninfa tenía una prima en Huatabampo, Doña Tila Carrillo (de Cosalá también), esposa de Jesús Avila (del pueblo minero Guadalupe de los Reyes Sinaloa) fundadores en 1943 de la panadería la “Convencedora” y creadores de una familia de tahoneros que sostienen la industria del pan en Huatabampo como una de las más antiguas.
A don José y doña María Ninfa ya los acompañaban: José, que había nacido en 1954; y sus hermanos Bertha, Margarita, Amparo, Trinidad, Miguel y Gildardo. En Huatabampo nacerían: Ninfa y Ramón Alfredo.
Posteriormente y con los ahorros de Don José, compraron un solar y se asentaron en un lote de terreno dentro de la nueva colonia Ibarra, de los originales que se vendían a cinco mil pesos, ubicada a un lado de la Empacadora del Noroeste, del célebre Próspero Ibarra Cevallos.
No tardó José hijo, en relacionarse con sus nuevos amigos de Huatabampo, principalmente de la escuela Primaria Fausto Topete. Después, en la Escuela Secundaria No. 17 y, como todos los de esa generación que no pudieron cursar la prepa en el pueblo —porque todavía no había—, tuvo que fletarse a cursarla a Navojoa, en la antigua preparatoria unidad sur de la Universidad de Sonora.
Siguiendo el ejemplo de amigos comunes como Halim Mosri, Víctor Valdez y Lupe Zazueta, se inscribió con otros compañeros, como Leobardo Quiroz, Jorge Félix y José Longar, en la carrera de odontología en la UNAM que terminaría a mediados de los setenta del siglo pasado.
Tuvieron en la Ciudad de México una estancia muy provechosa y animada, siempre viviendo en un vetusto edificio ubicado en calle Florida 9 interior 17 , entre la colonia Nápoles y la San José Insurgentes donde a pesar de las carencias, nunca se atrasaron con la renta. Los originales fueron José,Leobardo Quiroz, Jorge Félix y Javier Topete.
Allá recalaba cuanto paisano no encontraba donde quedarse o que no podían cumplir con el requisito del “fiador” para poder rentar un departamento, eran célebres las reuniones amenizadas casi siempre con música por el recordado José Corral (Chonely) Ochoa.
Ahí llegaron, por ejemplo, entre visitas y hospedajes: César Peña Rodrigo; Rodrigo Madrid, Francisco Javier “Sopas” Cázares; Juan Anaya Leyva; Jorge Félix; Mario y Antonio Corral; Miguel Robles “El Míguel”; Halim Mosri López; Víctor Valdez Morales; Héctor y Anibal Villavicencio; “El Yaqui” Alcaraz Aragón; “Beto” Díaz; “Chema” González; “Francisco El Teto” Ayala; Víctor Leal; Adolfo Zamudio; Pancho Ochoa Chaparro y Rogelio Castro, y otros que, entre que se quedaban unos días o regresaban siempre, mantuvieron el contacto con los paisanos ahí reunidos, en un ambiente de camaradería, festivo y buena música, y llegando, en caso de conflictos, siempre a buenos acuerdos, en aras de mantener la relación con el casero que siempre los comprendió.
José Corrales, sin perder el contacto y con la mirada siempre puesta en Huatabampo y la Ciudad de México, empezó a ejercer la carrera, primero en Etchojoa y posteriormente en otros lugares, siempre acompañado —y en contacto— con sus amigos de generación.
Su vinculación con otro paisano de Huatabampo, Rodolfo Nieblas Castro, lo llevó a desempeñar tareas en el servicio público en diferentes dependencias entre 1978 y el 2011. Trabajaron juntos en la Secretaría de Energía, Minas e Industria paraestatal, en el antiguo Departamento del Distrito Federal, en el gobierno del Estado de México, en Aeropuertos y Servicios Auxiliares, y por último en la Comisión Federal de Electricidad, hasta que se retiró 10 años después de Nieblas.
Siempre hubo pretexto y materia para la reunión generacional, tanto allá como acá, lo que me lleva a pensar que en aquellos tiempos tanto José como sus principales amigos de generación forjaron amistades firmes y duraderas hasta los últimos días de sus vidas. Las múltiples reacciones por su inesperada muerte así lo comprueba.
Recuerdo con mucho sentimiento aquella noche de la llamada telefónica de José a su amigo-hermano Javier Topete, durante una cena organizada en octubre del 2012 para levantarle el ánimo cuando a este último lo consumía el cáncer y se advertía que le quedaba poco de vida… Hablaron por casi una hora, y José ya no tuvo ánimos de despedirse de los demás.
También recuerdo las frecuentes consultas sobre la búsqueda de otro de sus grandes amigos: Leobardo Quiroz Alcántar, arrastrado por el arroyo de Techobampo, en Álamos, en agosto de 1996, mientras se dirigía a San Bernardo en compañía de su esposa (que se salvó), su hijo y la profesora Sandra Serna. El cadáver de Sandra apareció días después en la presa Ruiz Cortines, el del hijo de tres años a varios kilómetros del accidente y de Leobardo ya no se volvió a saber nada.
Junto con él, nos dolieron las muertes de otros amigos de esa generación, como Francisco “El Sopas” Cázarez y Rolando Barreras Mendívil que fallecieron de Covid en el año de la pandemia. O los sufrimientos de familiares y amigos por la repentina e inesperada muerte de su hermano Miguel en abril del 2021. Todavía el pasado 23 de mayo me comuniqué con José para detallarle la muerte de “Pancho” Alcántar, su antiguo amigo con quien seguido polemizaba, y lo percibí bien y de buen ánimo.
Pero la muerte es así, un misterio inesperado ¿Cómo imaginar que un amigo alegre, con pasión por el béisbol, la música y el canto, conciliador, comedido, discreto, respetuoso, apoyador, solidario, alegre, entusiasta —como lo define uno de sus grandes amigos— estuviera al borde de la muerte por un cáncer que le fue detectado apenas en marzo, cuando todo estaba preparado para celebrarle los 70 años el día de San José?
¿Cómo que se nos fue tan rápido José, si toda su vida fue un ejercicio de disciplina, deporte, alegría y optimismo, que presagiaban una larga duración para pasar sus últimos años en Huatabampo?
Esa y otras preguntas sin respuesta forman parte del misterio de la muerte. Ese misterio milenario que nadie ha podido explicar bien y mucho menos resolver, para que alguien nos dé una explicación convincente que permita aceptar —más allá de la resignación religiosa— tan difícil realidad cuando la muerte se presenta ante un ser querido o con algún familiar.
Dice Paul Johnson que “Desde que vienen al mundo y adquieren conciencia de si mismos, los seres humanos saben con seguridad que van a morir. Por eso han especulado acerca de lo que sucede después de la muerte durante casi 250.000 años y no están mas cerca de una respuesta hoy de lo que estuvieron hace un cuarto de millón de años”.
Murió José Corrales Carrillo el pasado 19 de junio en la Ciudad de México. Cuando me informaron de su deceso, de inmediato le pedí a Roberto Morales que me mandara el video del corrido Fin de semana donde José canta al lado de Miguel Robles las andanzas de su pueblo recordando lugares y personajes destacados sonde sobresalen Toño Huilo, Aurelio Nieves,Salvador Ibarra, Víctor Blanco, los Cota y otros.
Su voz se oye ahí firme y alegre. Sentí una gran emoción, mezclada con la tristeza y la nostalgia, por el amigo tan bien recordado que se fue y cuya partida no hemos dejado de lamentar. Descanse en paz José Corrales… A su familia toda, a sus hermanos, a su esposa Guadalupe Guerrero, a sus hijas Karla, Cynthia y Ana Julieta, nuestro abrazo solidario.
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