Para Irene y Jorge
Fue cuando le dije a mi acompañante que ahí adentro algo distinto estaba pasando.
Era viernes y mi pareja, a la que deseo para siempre, media hora después bailaba conmigo, aun con mi fracaso para eso de la danza, pero le dábamos a una cumbia que, de tantas, no supe si era esa que se baila así, de medio la’o, acurruca’o el tao, tao, el tao, tao, de medio la’o,el tao, tao, el tao, tao, el tao, tao,acurruca’o, el tao, tao, tao, tao, tao, tao
el tao, tao, de medio la’o, el tao, tao, el tao, tao, la maquina ponchada o cualquiera de las que les hablaré después.
Sentí que nosotros, los asistentes, dábamos poquito y ellos, sabe quién, nos daban mucho, pero ademas, no sé si planeado o de chiripa, le daban, más bien, le habían dado en la merita pata de palo a un sector de clase que buscaba algo así, pegadito al corazón, un tanto de presente, más dos o tres cervezas bien heladas de nostalgia para quedarse ahí, como lo hicimos mi pareja y yo, este o aquel, lo que nace del corazón o un puñado de gente que conjuga los tres verbos al unísono, como si ya nada importara porque estoy enamorado de ti, estoy enamorado, de ti enamorado.
Quién sabe cuántos se fueron o cuántos volvieron esa noche -porque sigo sin pensar en nada porque me estoy volviendo loco por ella-, pero cuando a punto estaba de marcar el reloj las dos de la madrugada, los que llegaron horas antes querían quedarse hasta el amanecer porque la hierba se movía, se movía, se movía.
Fue cuando le dije a mi acompañante que aquí adentro algo distinto estaba pasando y pedí una copita de ron para que me diera calor y se rieron, porque ni al caso, ahí no venden fuego para el apagón, nada de eso, pero qué le parece una cagua, una media, esto y lo otro, papitas fritas o lo que doña Lupita nos traiga o quien entre a ofrecer cacahuates, flores o un cuerpo hermoso que parece sirenita.
Ay, mi Yaquesita.
Ay, mi Yaquesita.
Tú tienes un cuerpo hermoso que pareces sirenita.
Esto quizá fue cuando ya nadie se acordaba, o a mitad de la semana o doce o quince años adelante o un 2024 o cuando todo esto que parece la civilidad sea un apocalipsis, pero todos, todas y todes recordarán que aquí en la confluencia de Obregón y Garmendia, no en la esquina, sino metros cerquita, un parteaguas ocurrió y hasta este día los sociólogos, antropólogos, mercadólogos y no sé que más todavía no son capaces de agarrar la pluma, sus dedos para la compu o su telefono y ponerse a escribirnos, con agudo análisis, qué diablos pasó, de un momento a otro, para trasladar el divertimento del bulevar Encinas, poquito más allá o más acá, hacia estos lares en donde, en cuestión de esparcimiento para toda la ‘pipul’, era lo agreste, lo inmerecido, lo que la media y alta sociedad no podía recibir de la chusma, los apestados, los incapaces de estar aquí, en una pista, en donde se interpreta lo que, si a esas vamos, es suyo. Razón por la que me entenderás ahora el porqué en este territorio en donde La Brisa se impone con ‘La Colalés’ y una niña de mas de veinte años ejecuta su propia danza contemporánea, al compás de Los Freddy’s o algo así por el estilo pa’ que veas de qué tamaño es el Club, es decir, el Club Obregón.
Por eso y tanto más que viene en camino es porque dije a mi acompañante que ahí adentro algo distinto estaba pasando..
El Tijuanita, por un lado, empezaba a morir o sus principales órganos La Taberna, El Rancho Alegre, por decirlo, ya le comenzaban a fallar, y lo que fue ya no era tanto, acaso ofertas callejeras para todos los gustos y un bar Lourdes apretujado, haciendo su luchita solo, mientras el resto de combatientes del mercado de los deseos entraba en una fase terminal que terminó venciéndoles.
Puede que unas sombras de perros renegridos crucen las madrugadas de esquina a esquina, tal vez una patrulla extraviada con hambre de bolsear al prójimo, quizá el humo interminable de una taquería edificada a punta de escombros, ganitas y borrachos…
Puede.
Y en tanto eso sucedía, desde hace ya más de tres años alguien recibía cartas de un extraño, cartas llenas de poesía, que le devolvían la alegría.
¿Quién te escribía a ti versos? Dime niña, ¿quién era?
¿Quién te mandaba flores en primavera?
Con amor las recibías, como siempre sin tarjeta.
Te mandaba a ti un ramito de violetas…
Era feliz en su matrimonio o vaya usted a saber, pero eso qué le importa si aquí, a la vuelta del Gandarita, le había llegado la competencia de un de pronto, espichadita, haciéndose pasar como jugadores de dominó o parroquianos de antes, aunque a punto de reventar en esa otra escenografía tejabanera, tan desconocidos concurrentes, tan conocidos con el paso de los viernes, digamos como una quinceañera eterna, vestida de tantos colores y así, pero algo tiene el rock & roll que ya María Inés se pasa en el solar, bailando rock & roll…
Písale la cola al sapo,
Písale la cola al sapo,
Písale la cola al sapo,
Pisa, pisa, písasela ya…
Es el club la fase superior del comunismo, la gran asamblea popular a la que nadie convocó, pero llegaron y seguirán llegando todos o donde una voz superior ordenó que en la pista o de la silla que tuviste la fortuna de encontrar hasta el más tullido mueva la cintura o los pies esa noche para recuperar.
Y si esa no te estruja y la siguiente no te aceita la memoria o cualquier recuerdo, espérate tantito, porque el mundo, quiero decir, el vocalista se sabe la que me nombres y en un descuidito mejor cantada que los originales, sea el Tropicalisimo ‘Apachúrrame’ , La Brissa o Los Zorros de Mexicaliche y de vez en cuando descansa para refrescar su cogote, pa’ luego es tarde, aquí no vive el silencio porque entonces brinca El Pelón y su corazón pone delante que dice ‘quítate que ahí te voy’ en cuestión de interpretar las cumbias sin soltar ese bajo y uno ya no sabe sí es él o es Carlos Santana, Rigo Tovar, Ramón Ayala o lo mejorcito de estos o todo junto, pero de que se la rifa se la rifa y no deja sentido a nadie.
Te traigo esta cumbia, morena
Te traigo esta cumbia, mi negra
Para que bailes conmigo
Para que bailes conmigo, para que bailes conmigo
Sabiendo que soy tu amigo.
Es Lupe, Lupita, mi amor, go go yeah
Es Lupe, Lupita, mi amor, ta ta yeah, y ahi la polvora se enciende más , y uno que otro despistado busca a los Johnny Jets, pero ni ellos ni su traje color mostaza de pantalones acampanados, ni aquel convivio en Tamaulipas donde surgieron, no están.
En fin, esto apenas es un adelante, un deber cumplido que el rinconcito se merece, ese al que en unas Fiestas del Pitic un ramillete de cosmopolitas jóvenes le hicieron el fuchi, el asquito desde la puerta que da a la banqueta en donde actualmente desfilan en cola noble y el villano, el prohombre y el gusano, bailan y se dan la mano, sin importarles la facha, pero una vuelta después vivían la fiesta que desde su pobre concepción llamaron naca, haciéndole segunda al nivel setenta cuando desfilaban una mariposa tornasol, Roberto Ruiz, Laurita Garza y un antaño que de jueves a domingo revive, como un día que hubo una fiesta aquí en el Club Obregón y la orquesta de los voluntarios presos empezó a tocar y tocaron rock-n-roll y todo se animó y un cuate se paró y empezó a cantar el rock.
Todo el mundo a bailar
todo el mundo en la prision
corrieron a bailar el rock
El gato le sabia dar al saxofon
y german le sonaba duro al trombon
Mary bateria se decia tocar
y toda la carcel se puso a bailar el rock.
Todo el mundo a bailar
todo el mundo en la prision
corrieron a bailar el rock.
Por esta y más razones fue que dije a mi acompañante que ahí adentro algo distinto estaba pasando.
Y seguirá.
Seguirá pasando.
Esto continuará….