De la noche a la mañana, sin anuncios espectaculares, pero también sin estudios de impacto ambiental y sin proyecto ejecutivo que se conozca públicamente, arrancó en el mayor de los sigilos la construcción de nuevas vías del tren que pasarán por áreas naturales protegidas del municipio de Ímuris.
Aunque el proyecto pretende sacar el paso del tren por el área urbana de Nogales, algo añorado por los habitantes de esa frontera desde hace varios años, ha generado una gran polémica entre especialistas y grupos de ambientalistas.
No son pocos los que incluso encuentran varias similitudes con la manera en que ha sido realizado el proyecto del Tren Maya en la península de Yucatán, el cual también ha sido ampliamente criticado por su devastación a la selva y los mantos acuíferos.
Para empezar, la construcción del tren corre a cargo de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) y no se anunció ni se dio la oportunidad para que la comunidad expresara su opinión sobre el proyecto.
Por otra parte, el estudio de impacto ambiental, que debería presentarse antes de iniciar con la construcción, se presentará hasta dentro de un año a decir de las autoridades estatales, lo que despierta muchas dudas del cuidado que se tendrá para no dañar los ecosistemas por los que atraviesen las nuevas vías ferroviarias.
De hecho, pareciera que el trasado de la probable ruta pretende atravesar el corazón del rancho El Aribabi, por donde pasa el río El Cocóspera, uno de los ríos más limpios con que cuenta el estado y la región.
Además, con estos graves descuidos, se estaría amenazando a más de 500 especies, entre ellas jaguares, ocelotes y osos negros, a decir de la agrupación Caminantes del Desierto A.C.
Por si esto no fuese suficiente, el trazo ferroviario está muy cercano a la Presa Comaquito, sitio de donde se abastecen de agua los 12 mil habitantes de Ímuris.
Por un momento solo hay que imaginar qué sucedería en caso de un descarrilamiento del tren y sobre todo si éste estuviera cargado con sustancias tóxicas o peligrosas.
Se pretende que las nuevas líneas ferroviarias, que podrían tener un costo de 7 mil millones de pesos, queden listas para antes de que termine su mandato el presidente López Obrador.
Hasta ahora llevan más de 10% de avance, en ocho frentes, en perforación de pilas, excavación para zapatas, construcción de columnas y colocación de concreto con cientos de árboles talados.
Obviamente todas estas circunstancias de opacidad y posible daño ecológico están socavando la opinión favorable que pudiese tener el proyecto, gracias al desarrollo económico que implicaría para Nogales y para las exportaciones del Estado.
Lo correcto es que este proyecto desde un inicio hubiese sido transparentado y socializado, a fin de que especialistas y técnicos contribuyeran con sus análisis y opiniones expertas para disminuir el impacto ecológico y su riesgo para la población y las especies de la zona.
Pero esto es aparentemente mucho pedir para el Gobierno de Morena, que reiteradamente ha intentado convertir las grandes obras en temas de seguridad nacional, a fin de evitar la transparencia y la rendición de cuentas en proyectos que han resultado con sobrecostos estratosféricos y muy dañinos para el medio ambiente.
Tal es el caso del propio Tren Maya que costará el triple de lo inicialmente planteado y que se estima ha ocasionado la tala de al menos 10 millones de árboles en lo que va de su construcción.
Por lo pronto, esta semana en la capital del estado se convocó a una marcha de protesta contra la edificación de las nuevas vías férreas, la cual estuvo nutrida y promete no ser la última en este tema.
Mostrar insensibilidad ante la genuina preocupación que tienen organizaciones ecologistas y ciudadanos interesados en el cuidado del medio ambiente, lo único que generará es un mayor y creciente rechazo a lo que ya se conoce como el Tren Maya del Norte.
Twitter: @gomezreyna