Hace unos días empezó a circular ‘Para ti no habrá sol’, bajo el sello editorial de Ediciones Periféricas. Esta novela cuenta parte de la historia de la comunidad yaqui de La matanza, este barrio entrañable que antaño resiste y permanece en el ejercicio de la cultura de la etnia. Aquí un fragmento:
En aquel parque, donde juegan los niños, encontraron su cuerpo dentro de un cajón, a un lado de la bomba de agua que alimenta las tuberías del barrio. A Lino le arrancaron el cuero cabelludo, le mutilaron el rostro hasta dejarlo deshecho. A su madre, que es mi tía, le contaron que la noche anterior Lino anduvo en la fiesta, mostrando sus mejores pasos de baile. En el funeral mi tía no dejó de insistir sobre lo sucedido, me preguntaba una y otra vez si sabía yo algo del por qué. Sé lo mismo que usted, le respondía. A intervalos de los rezos no dejaba de mirarme. De la rencilla que Lino y Nicanor abrieron aquella vez en la que Lino me dijo de cosas, mi tía se enteró. El nombre de Nicanor era al parecer su única sospecha. Le sugerí que hablara con los amigos de Lino, que investigara bien.
La muerte otra vez se puso de moda. Si antes fue por el despojo de la tierra por parte del dragón gubernamental que aplasta, ahora los motivos necios de la borrachera, hacía de la suyas. Luego la droga que empezó a tocar a las puertas de los muchachos, el consumo de metanfetaminas como una enfermedad maldita que podría al barrio. Ya no se podía dejar tendida la ropa por las noches, ni los catres en reposo debajo de la enramada, cualquier objeto era móvil precioso para el hurto. Los chavalos cometían el delito a fin de conseguir una dosis. El mundo se nos vino encima, en las notas policiacas figuraba siempre la Matanza, el barrio que antes se caracterizaba por sus equipos de béisbol y que en ligas interbarriales obtuvo los muchos campeonatos en los campos de ese páramo gigante que fue el vado del río y que con las manos en la cintura los del poder nos arrebataron.
Al funeral llegaron pascolas y matachines. Con sones de violín orquestaron la despedida para Lino. Entre tragos y lágrimas reconstruyeron la fiesta de la noche anterior. Se supo que andaba pasado de mareo, que a las muchachas las llevaba al centro de la pista para luego dejarlas ahí paradas, se supo también que se hizo de palabras con el novio de una de ellas y le gritó hasta lo que no y que luego le arrojó cerveza en la cara. Eso es lo de menos, compa, espetó uno de los muchachos, a Lino lo tasajearon por la bronca que tuvo antes. Y ese antes sugería el pendiente entre Lino y Nicanor. La tía volvía a mirarme y entonces tuve que alejarme del sepelio. Sus ojos profundos se me clavaban en el pecho, me hacían sentir culpable, incluso empecé a creer que era yo la responsable de la muerte de Lino, el primo que siendo niña me cuidó, y que al pasar de los años sus ojos también cambiaron en la manera de mirarme.