“La persona más segura está en guardia incluso cuando parece estar a salvo de todo peligro”
Publio Siro
Sorpresiva lluvia que cierra con broche de oro los eventos climáticos de julio en nuestra ciudad capital sonorense con caída de árboles y postes, cierre de vialidades y descontrol vial. Una verdadera calamidad que los especialistas llaman “microburst”, porque tenía que ser en inglés ante su ausencia conceptual en nuestro idioma.
El clima y sus fenómenos, según se ve, también son objeto de la colonización de la anglósfera, para regocijo de quienes se sienten llamados a representar al primer mundo en este rincón planetario.
El viento azotó con violencia la ciudad y el granizo puso su nota melódica en las fachadas, techos, calles y avenidas, aumentando la certidumbre de que “no somos nada” ante los caprichos de la temporada con calores que buscan con terquedad romper récords históricos.
Los anuncios espectaculares dieron la nota filosófica al demostrar que nada se puede contra el destino y que la fama y la gloria del anuncio caen vencidas ante la realidad climática y la fragilidad relativa de las estructuras que los sostienen.
Si el sistema económico entroniza a la publicidad y a la propaganda como mecanismos para comprar y creer pasivamente en todo lo que pone en los avisos en paredes, techos y pantallas, el “microburst” dio un manotazo al sistema y puso en boca de todos que el clima no cede ante el mercado y la ideología. Las cosas como son.
En esta tierra de calores y sofocos la visita de la Señora X pasó como pasa una flatulencia en medio de un desierto, solamente detectada por quienes están tan acostumbrados al olor de las deposiciones que las distinguen en donde sea.
Así, pequeños racimos de damas y caballeros, gentiles señoritas y amables jóvenes, liados en el puño de la ideología, dieron muestras de existencia efímera en algún auditorio rentado, como si la vida política del país fuera sólo un juego de apariencias protagonizada por gente “de bien” con las posaderas talqueadas, lejos del pueblo que actúa y prospera en otros sitios y circunstancias, de cara a la realidad y con ánimo transformador.
En otro escenario, por el rumbo del campus central de la Unison se ha visto el polvo que levantan las máquinas y la acción de los trabajadores encargados de demoler el edificio de Ingeniería, emblemático del despegue universitario de los años 50.
La sólida construcción primero albergó a la Escuela Preparatoria Central y luego la Escuela de Ingeniería Civil, poniendo en su fachada el lema inaugural de “Máxima libertad dentro de un máximo de orden”.
El sentido común y la historia señalan que, normalmente, un edificio se restaura o remodela, no se destruye así nomás porque sí, y menos si tiene un significado histórico que da cuenta del legado material de la Universidad de Sonora, orgullo de los sonorenses de buena parte de la segunda mitad del siglo XX.
¿Qué puede justificar la demolición de un edificio universitario? ¿Por qué se tomó esa decisión para muchos sorpresiva? ¿Fue un “vacacionazo” a Ingeniería? El asunto requiere una explicación más allá de que estaba viejo, que tenía goteras o que hay que abrir espacio a la modernidad, además de las sospechas de que había que hacer algo con el presupuesto a mitad del ejercicio.
Mientras que el calor ablanda el chapopote y predispone el ánimo gastalón a poner a funcionar los minisplits y demás aparatos que ponen a girar como locos los medidores de la CFE, nos da risa la pueril exhibición de los representantes de la autoridad que lo mismo están en la inauguración de un foco que en la venta de la imagen de la entidad para “jalar inversiones”, como si fuera el gobierno una pasarela de vanidades “a ras de suelo”, en cómodos asientos turísticos.
Sigo pensando en que eficacia en la función pública se debe ceñir a la acción y la voluntad de servir al pueblo, en los términos de la Constitución y leyes derivadas, sin aspavientos, sin petulancia, con seriedad, sin mamadas, pues.
Mientras tanto, la SEP lanza un Código de Ética que se espera observen todos los implicados en el proceso educativo, desde directivos, personal de apoyo y docentes, con el ánimo de dar seguridad y protección principalmente a los alumnos.
Sucede que las escuelas son un punto débil en la seguridad e integridad personal de quienes asisten, en una situación intolerable y francamente vergonzosa. La ley y el orden deben prevalecer en beneficio de las actuales y futuras generaciones académicas.
Y en otro orden de ideas, sigo pensando que la mejor opción es Adán Augusto López Hernández para dar continuidad a lo más rescatable de la transformación nacional. Que así sea.